Otro día de escribir en la cápsula, una rutina de los viernes que me resulta indispensable para encontrar el impulso de estos textos. Ojo, el impulso está, uno vive con el mecanismo adentro, todo lo que voy viendo en la semana no se lo cuento a nadie, no sale de otra manera, no lo expreso por otras vías sino que se guarda en la memoria. Escribir es mi manera de pensar, pero también es al revés, lo que pienso sale al mundo solo a través de la escritura.
A veces Sol me dice “loco no me contas nada” y yo escucho esa frase, más que frase, esas palabras que son un mantra que he escuchado desde mi más tierna edad, Diego no cuenta nada, no contas nada… Todos los que han estado conmigo lo saben. Yo debo poner una cara exasperante, digna y merecedora de recibir un puñetazo. Pero es así.
Me acuerdo que en un recital de Oasis, plena éxtasis del público, Noel Gallagher anuncia que es la última canción y la gente le implora por una más, pero el tipo dice simplemente “Sorry, that´s the way it is”.
Siempre me marcó esa contundencia para cortar el pedido del demandante, es cierto que era un recital en Londres o en Dublin, un público bien parco y obediente. Pero a veces hay que tener la templanza para soltar esa frase, mejor incluso si te la pronunció uno en inglés británico, va en un canto de tres partes That´s / the way / it is.
Vuelvo al bar, otro día de ventanas empañadas, no entiendo bien el fenómeno de la condensación, debe ser la máquina de café o el horno de las medialunas. Yo ya voy aprendiendo cosas de este café y de sus rutinas, cuando te dicen que no hay más medialunas hay que esperar, capaz media hora o cuarenta minutos, porque después salen nuevas, calentitas. Es decir, no hay medialunas si la queres comer ya, pero yo que no tengo apuro, sino más bien todo lo contrario, que estoy escribiendo (o haciendo tiempo, que es casi lo mismo, generando tiempo si te lo pones a pensar de un modo más sofisticado), entonces bien vale esperar como premio 40 minutos para una medialunas.
Como cuando pones el lavarropas y decis: ok, escribo todo el ciclo de lavado y no levanto el culo de la silla hasta que no tenga que ir a colgar la ropa. Por supuesto, uno tiene que luchar contra otros demonios, como ver cosas sueltas en youtube, pero por lo menos ya derrotó una parte de las distracciones, ya estamos frente a la computadora para la batalla final.
En el bar, en eso estaba: una chica trans desayuna acá los viernes, me pregunto qué hace, de dónde viene, si ya durmió, si sigue trabajando. Me fascina su ropa y su personalidad, me pregunto si ella repara en mí de la misma manera en que lo hago yo, si se preguntará qué estoy escribiendo, si percibe que a veces pido medialunas y a veces simplemente espero. No parece importarle el mundo, supongo que así son las cosas cuando te toca vivir desde la trinchera de la complejidad, una coraza para el primer frente de la guerra. Siempre está escuchando audios: ¿Quiénes son?
Hoy la miro con envidia: a veces es lindo irse a dormir a las 9 de la mañana, después de una fiesta, de una noche histórica, compartir el mundo con los del otro lado, los que ya están del otro lado del día, los que ya durmieron, pero cuando los mundos se cruzan es hermoso, a veces hay que ser China y a veces Argentina.
Es tu trazo, me diría la psicóloga, porque Beni tampoco cuenta nada. Yo se lo veo en la cara, cuando lo increpás y le preguntas porque no te contó que se le había perdido la birome o que le había pegado a un compañerito. No me di cuenta, dice. No cuenta nada.
Van tres semanas en que no voy a terapia, ella debe estar en Europa merecidamente gastando los pesos en papel que le entregamos religiosamente cada semana sus pacientes, bien ganados de escucharnos la misma ceremonia (el mismo trauma, deberíamos decir), eso sí que es un oficio imposible. Ahora me pregunto si solo yo le acomodo 25 papeles de mil en el escritorio o si tiene pacientes que le pasan el numerito por mercado pago.
Uno se esfuerza para ser el mejor paciente posible, humildemente yo trato de no ponerme objetivos altos, simplemente quiero ser el mejor paciente de mi jornada, me conformo con eso. Cuestión que van dos semanas seguidas que sueño los martes con mi psicóloga, una especie de síndrome de abstinencia que se va por el inconsciente. Es buen material para contarle a su vuelta pero tampoco quiero mostrarme así, tan estúpido.
En la tele habla Kamala Harris, está dando una entrevista en un inglés hermoso, habla lento y con claridad. Me gusta la sonoridad de su nombre, yo la votaría sin dudarlo pero no porque enfrente esté Donald Trump, mi compromiso con la política es casi banal, votaría a Kamala Harris por la forma en que sus vocales y sus consonantes forman un equipo.
Es una semana cruzada por el anuncio inesperado de la vuelta de Oasis, creí que nunca iban a volver y sin embargo, de un día para el otro (apenas empezó a rumorearse la semana pasada) ya están las fechas disponibles para la vuelta. Lo mismo Gallardo. Es una buena semana.
Desde entonces, escucho los discos cada vez que dejo a Beni en la escuela, vuelvo caminando y todo me parece un videoclip, brilla el sol en Buenos Aires, un cielo celeste increíble, un videoclip, los chicos revisando la basura para buscar un cartón o un plástico, un videoclip, una tipa caminando a la velocidad de los guepardos, los tacos martillando el suelo, un videoclip.
Por momentos me alcanza con esa sensación de bienestar que ofrece la música, un consuelo mínimo que es esta ilusión pequeña de volver a escuchar unas canciones, ni siquiera eso, el poder de unos estribillos, con una letra que no alcanzamos a entender. Eso siempre me pareció genial, algo que tienen las canciones y que podría traducir como la intuición de que me están hablando a mi, algo de la melodía o unos versos sueltos que uno después completa con su propio trauma.
Una historia personal, también, la de los hermanos Gallagher. Hay un punto ahí que marca la diferencia digamos con Blur (o con cualquier otra banda). Los que fuimos fanáticos de Oasis aprendimos a valorar a Blur, a ese tipazo que es Damon Albarn, a ese genio de la guitarra que el Graham Coxon (todo los temas buenos o muy buenos de Blur tienen un riff de guitarra fundamental de Coxon), pero la diferencia que marca esa hermandad es indescontable para cualquier otra banda.
Una linda nota sobre el 30 aniversario del disco debut de Oasis, Definitely Maybe. Tim Abbot, director de la discográfica que editó los primeros discos, dice algo de lo que intenté desarrollar más arriba, sobre la relación de los hermanos .
Abbot: Para mí, Definitely Maybe es el debut más importante de una banda de rock. Puedo escucharlo todo el día, es un fuckin’ disco de rock and roll. Morning Glory fue hecho a mano, mientras que Definitely Maybe fue abrir la botella y dejar que saliera el genio. Los hijos de los pibes que tenían 20 en esa época tienen 20 ahora y van a ver a Liam tocar esos temas porque se identifican con eso. No eligiría jamás entre Liam o Noel, no soy tan tonto. Los amo a ambos y los dos tienen cualidades distintas. No existirían sin el otro, sin lugar a dudas. No habría Oasis sin Noel, y Oasis era la banda de Liam, y nadie podría haber cantado las canciones de Noel mejor que Liam. Cualquiera que discuta eso, no entiende nada.
Estoy asombrado con el carisma y la desfachatez del muchachito Colapinto. Es una historia en curso.
Una manera de seguir la conversación es responder a este mismo mail y me comprometo a la respuesta, como mucho dentro de la misma semana y antes de la salida de un nuevo newsletter. Norma ISO 9001 de respuesta garantizada.
Gracias a los que escriben cada semana o comparten algún fragmento en redes. De un modo que jamás hubiera pensado, esta cosa llega cada vez a más cantidad de gente. Es un honor y un compromiso.
Las fotos que ilustran esta edición son de la cuenta de Twitter/X @BsAs_recuerdo
Nos vemos la próxima.
Mi hijo es de los que no cuentan nada. Ahora que te leo, lo voy a dejar ser...
Recièn leo este, voy una semana demorada. Hermosas fotos. Me gustò mucho lo que escribiste