Escribo en un café que tiene los vidrios empañados, no puedo ver hacia el exterior y entonces la escena sucede como si esto fuera una cápsula privada, estamos aislados de todo. Es un alivio.
Parece otro país también, una cafetería de un lugar muy frío, si no fuera por las voces, las conversaciones que se escuchan de otras mesas o de las mozas que hablan con un entusiasmo notable, quizás porque sea viernes, quizás porque son muy jóvenes, se cuentan cosas, se ríen, trabajan, nada parece importarles y a la vez todos los temas que tocan parecen definitorios, últimos.
Por las canciones si parece un ambiente de otro país, suena un jazz muy suave al piano, siento que estoy en un refugio, quisiera detectar quién es el artista pero no logro hacerlo vía Shazam por algunas voces que conversan más fuerte de lo habitual. En eso sí somos Argentina.
La cápsula es también la que siento respecto de las noticias tan conmovedoras de los últimos días. Cómo escribir sobre algo, cómo tener una idea concreta sobre lo que hay que decir. Entre las sospechas, los prejuicios, el chisme y la información. Mejor no decir nada, escuchar música, leer algún libro, dejar que pase el tiempo.
También la cápsula la genera las pequeñas noticias del mundo privado, de los propios, de los cercanos, de los que uno espía en las redes. Noticias horribles de muertes, enfermedades, pequeñas tragedias televisadas en las redes sociales, diarios íntimos de la decadencia y la enfermedad. El color amarillo de los que se están yendo y lo publican en sus redes sociales. Yo estuve ahí y lo vi pasar, es horrible cuando el protagonista se niega a ver lo evidente.
A propósito de una muerte, leo en redes una oración que se repite cada vez más seguido cuando alguien se muere, como si se estuviera poniendo de moda evocarla. Que la luz brille para él. Me pasa algo curioso, me gusta la frase pero no la entiendo y a la vez me parece hermosa, me emociona.
El lunes fue el cumpleaños de mamá, era el cumpleaños de mamá porque ya no está más, pero quisiera eso, que la luz brille siempre para ella.
No hay mucho más para pedir. La adultez también es eso, lidiar con los que se van yendo, con los dolores, con aguantar la presbicia, redimensionar prioridades, frenar impulsos adolescentes, caprichos repentinos, pequeñas peleas triviales para decir ojo macho, no perdamos el foco, lo importante no es eso. Nada es importante, nada es importante.
Dicho esto: mis tardes en el gimnasio siguen como siempre. Sin amigos, sin entender el mundo de las rutinas, las series, la superación, el esfuerzo, las canciones latinas que suenan de fondo aun cuando yo use mis propios auriculares para escuchar Radio Continental. Siempre fui sapo de otro gimnasio. Quisiera pertenecer de algún modo a los rituales, pero no me sale. Ni siquiera me puedo sacar una selfie para bromear. Eso sí, es notable la propagación de pantallas en los gimnasios, muchos de los mejores momentos de estos Juegos Olímpicos los vi mientras trotaba en la cinta, partidos de tenis, de badminton, lucha, atletismo, natación, saltos ornamentales, skate, ciclismo. Qué maravilla el deporte y la competencia.
Sentí enormes ganas de ser medallista olímpico, y también sentí ganas de responder frente a un micrófono por un fracaso, argumentar que no pude, que tuve una mala tarde, que me importa un carajo si me hostigan en las redes sociales, es decir, estar seguro de mi mismo aún en la derrota.
“A mi me estimula muchísimo más la lucha por evitar la humillación y la vergüenza que la lucha por obtener el reconocimiento y la gloria”.
El tiempo te dará la razón. 100 frases de Marcelo Bielsa. Editorial Hueders.
Escribo arriba de documentos que tienen otros textos, en words ya abiertos, que tienen partecitas de cosas que digo en la radio o ideas sueltas. Este mismo documento, por ejemplo, se llama “tengo un proyecto”. Así empieza un mail que le mandé a Sol (con un proyecto).
Es hermoso poder escribir una idea, tener ideas. Ya no me frustra por no poder concretarlas. En la contratapa del libro que escribí hay una frase sobre el tema “Las ideas pero la verdad es imposible”. Es una frase que escribí yo mismo pero que no entiendo. Me gusta que sea así, como si se me hubiera evaporado el significado de lo que quise decir. De todos modos, la frase algo debe tener porque el editor la llevó a la contratapa y también me la elogiaron algunos de los que leyeron el libro.
A propósito, si van a la FED (Corrientes y Dorrego, Complejo ART Media), pueden conseguir mi libro en el stand de La Crujía, que está en la calle Marcelo Cohen. Yo fui el jueves y me compré un montón de libros, porque mi analista se va de vacaciones un mes y decidí invertir toda esa plata de las sesiones en libros.
Hay personas que tienen un vínculo teórico con el mundo: lo observan y desarrollan teorías sobre su funcionamiento.
Hay personas que tienen un vínculo afectivo con el mundo: sienten el sol en la cara mientras caminan y eso las afecta de alguna manera.
Miro por la ventana de mi departamento, que tiene una vista horrible, y no puedo dejar de preguntarme cómo llegamos hasta acá, qué órdenes y papeles se firmaron para levantar los edificios que arman este pulmón de manzana en el que hay un estacionamiento, una pelopincho y un gato tomando sol sobre una mesa de vidrio.
Las Cosas Menores. Giuliana Migale Rocco. Editorial Tenemos las Máquinas.
A veces el deporte ofrece la oportunidad de conectar con la belleza del mundo. Me pasó al ver al atleta Armand Duplantis, garrochista sueco que ganó la medalla de oro esta semana en París.
Tiene una cara angelical, parece Cillian Murphy, un flequillo apenas rebelde. Me hizo acordar a Roger Federer, algo de la belleza de sus movimientos, no me importa si hay jugadores que ahora tienen más títulos, Roger Federer se movió por la cancha como ningún otro, el color de su piel, la forma en que soltaba su revés, la manera en la que acomodaba su pelo entre el primer y el segundo saque.
Duplantis es esa clase de deportistas. Hijo de atletas (papá estadounidense también garrochista, mamá sueca, practicaba heptatlón), a los 8 años ya saltaba casi tres metros, a los 13 más de 4 metros, y ahora, con 24, subió el récord mundial a 6,25 para su segunda medalla de oro. Lo vi en el gimnasio. “Mondo”, como le dicen a Duplantis, nació en Estados Unidos pero compite para Suecia. Sus próximos años consistirán en saltar cada vez un poquito más, hasta llegar a los 6,40, según anticipa su papá. Es decir que dedicará su vida y sus próximos 10 años a perfeccionar su técnica de velocidad y de salto para subir unos 15 centímetros su marca.
Me parece increíble estar escribiendo sobre esto en un café del microcentro. ¿Dónde estará Duplantis ahora? Entrenando, descansando, sonriendo, exigiéndose, tomando un café.
Sentado en un vagón del tren,
que te devuelve del trabajo
escribiste
si no anoto es como si no respirase.
(…)
Como el remero que se obstina
en la perseverancia de los remos para avanzar
volviste a los remos.
Leucofobia. Gustavo Alvarez Núñez. Editorial Caleta Olivia.
Dejamos acá.
Parroquiales:
Donaciones por única vez, vía cafecito, de a 2000 pesitos.
Suscripciones mensuales: les recuerdo que actualicé el monto a $2000 por mes (el que no llegue o se quiera bajar me avisa y vemos cómo hacemos). Se pueden sumar en este link.
Los que quieran seguir la conversación responden este mismo mail y me comprometo a la respuesta, como mucho dentro de la misma semana y antes de la salida de un nuevo newsletter (garantía 100%, si no respondí alguna vez se pueden quejar y serán retribuidos). Gracias a los que escriben mandando aliento, recomendado películas, desarrollando alguna idea que yo dejo por la mitad por pereza o incapacidad o pura procrastinación.
Los libros citados me los compré en la FED. También compre El Animador, de Juanungo (Editorial Hotel de las Ideas), Lo que resta de la vida, de Federico Jeanmaire, Híbrida Editora, Caballo de Verano, de Hernán Ronsino, y "Estrofa, Coro, Monstruo”, de Graham Coxon (el guitarrista de Blur!)
Los dejo con una canción de Mon Laferte. Escuchen cómo canta, la forma en que llega al estribillo y qué poco importa que la canción sea un sutil robo a Creep, de Radiohead.
Nos vemos la próxima.
Esa secuencia de acordes es más vieja que el hilo negro, ladrón que roba a ladrón jajajaa
Se busca cápsula donde vivir. Muy lindo todo lo que escribiste hoy acá. (Hay videos en internet que superponen a Mon Laferte con Radiohead)