Un duelo privatizado
Son las seis de la tarde del viernes y tengo que tomar una decisión crucial: Clementina está por dormirse su siesta de la tarde-noche y yo tengo que ver si la acompaño en esa siesta o si me pongo a escribir el Diario de la Procrastinación.
A la noche tengo un asado, lo más lógico sería dormir ahora pero al mismo tiempo creo que podría aprovechar estas horas de la tarde mientras Clementina duerme para escribir. Además la alternativa sería escribir después del asado y eso sale mal, escribir cansado y tarde y borracho. Pero es ahora a las seis de la tarde cuando estoy realmente cansado y me vendría bien una siesta para llegar bien al asado. ¿Yo que quiero? ¿Pasarla bien en un asado o escribir un buen texto?
Creo que es necesario aclarar, para los que no tienen hijos, que una siesta está lejos de ser un descanso de persianas bajas, pijama puesto y baba lateral de cachete. Cuando digo siesta hablo de un viaje de unidad respiratoria con tu hijo, un bebé a upa que se mueve cada cinco o diez minuto y vos reaccionas a ese movimiento y con suerte tu otro hijo te hace una o dos preguntas mientras yo duermo eso parecido a una siesta y trato de acompañar la respiración de mi hija, para que ella me ayude a dormir. Pero al mismo tiempo me acompaña una sensación de riesgo, su respiración me ayuda a dormir pero al mismo tiempo creo que si me duermo ella se puede caer y puede <golpear su cabeza contra el piso y tener una lesión cerebral irreversible. Ahí tenés tu maravillosa siesta.
Pero en todo este debate hay una cuestión medio freudiana y es que Clemeentina me invita a la siesta. Una cosa que todavía me resulta inexplicable de los bebes es que no pueden dormir solos, te piden que los duermas, que los acompañes a llegar al sueño, con desesperación y llanto te lo piden, una cara que dice algo así como “hamacame un rato y ya, te juro que lo necesito”.
Yo voy a tomar la decisión correcta, que es dormir esa siesta de sillón, más que siesta unas apneas de descanso. Pero es la decisión correcta porque es la que me permite haber escrito estas líneas. En un sentido el Diario de la Procrastinacion se escribe cuando no se escribe.
Ahora ya pasó todo y me toca escribir y vamos a hacer el intento. Bienvenidos al Diario de la Procrastinación.
PATRICK T. FALLON / AFP
"No tengo ideas. Jamás he tenido una idea. Lo único que tengo son obsesiones". Charlie Feilling.
Esta semana fui a la psicóloga y cuando estaba en la puerta me pidió si la podía esperar media hora. Le dije que sí porque podía, no tenía otras obligaciones más tarde pero por sobre todo creo que le dije que sí porque me permite también ser un poco irresponsable sin culpas. A la vez creo que es una inmadurez absoluta pensar esto, especular con eso, si el otro es un poco desprolijo yo también puedo serlo.
Yo hablo todo con la psicóloga, incluso estas cosas, pero en realidad no es muy productivo, hay una especie de ofensa camuflada. Debería existir la figura de la psicóloga suplente para hablar algunas cosas respecto de la psicóloga titular.
Para hacer tiempo tuve que gastar plata. No encuentro otra manera. Hacer tiempo, gastar plata. Fui a una librería y me compré un libro que se llama “Dar (el) duelo”. Me puse a pensar en esa secuencia verbal que se cumple casi mágicamente por el título del libro: hacer tiempo, gastar plata, dar (el) duelo”.
Hace dos años que me compro libros sobre el tema, tengo la sensación de que es un subgénero inabarcable, encima hay veces que me gustaría compilar algo (para el diario de los fallidos, escribí “complicar algo”) y editar, pero después creo que está todo dicho.
Pero también pienso que se va a seguir diciendo: escribir para dar el duelo es una instancia permanente. Pero no me refiero solo a los libros. La gente le escribe a sus muertos en sus muros de Facebook, en Instagram, a sus mascotas, a sus abuelos. Unos párrafos, o una serie o un diario.
“La manija era más fría de lo que me imaginaba, pero el cajón se sintió más liviano que lo que esperaba. Llevar a un muerto, cargarlo en los propios brazos, es una importante lección del duelo: será el cuerpo vivo quien soporte el peso frío de sus muertxs”.
Vir/ginia Cano. Dar (el) duelo.
Pensé que el cajón de mamá iba a bordo de un carrito con rueditas. Entonces no sé si sentí el peso frío, como si los cementerios privados hicieran parte de la fuerza por uno. Un duelo light, medio privatizado y sobre ruedas.
En Tacuarí el quilombo de tránsito es total. Sin embargo, una mujer pasa escuchando “O Pato” de Caetano Veloso. A mi me pasa muchas veces eso de ir escuchando música y querer que los de afuera escuchen lo que voy escuchando. Pero siempre suena como una bola de ruido. Acá no pasa, la mujer va escuchando y va cantando y el efecto de su estéreo o de sus ventanas no bajas del todo hacen que se escuche perfecto. Y me dan ganas de decirle algo, felicitarla por la canción, pero no le digo nada porque me daba vergüenza pensar que fuera un loco, o que se asustara o que me gustaba. En las grandes ciudades la relaciones funcionan así: casi te digo algo pero por las dudas no.

Ese aeropuerto es el de Chagual, en Perú. A partir de este tuit pierdo el tiempo viendo aterrizajes en ese aeropuerto. Tiempo que podrían ser siestas bien dormidas, o textos sobre el duelo bien articulados, o notas bien escritas. En cambio, el pasatiempo y la obsesión es ver aterrizajes y despegues en un aeropuerto perdido. Acá hay una secuencia espectacular de ocho minutos. Qué son ocho minutos.
TIZIANA FABI / AFP
Dejamos acá.
Nos vemos la semana que viene. Gracias por los cafecitos, recomendaciones y menciones. Buena semana para todos.