Siempre vendo, nunca compro
Un rato por la calle Corrientes. Cinco figus, dos pantalones Adidas y las oportunidades en el Once. Un libro y un recital.
El martes volví tomar el subte, con ese ritmo a mitad de camino que tiene ahora, entre la histeria que fue y la tranquilidad que yo tiene. Fui hasta el microcentro en la Línea E y de ahí combiné con la Línea B. Me senté, leí y bajé en la estación Pasteur. Veredas llenas de vendedores, unos pantalones Adidas hermosos, no los compré por pudor, por culpa, pero qué producto a primera vista impecable.
Me apena ver los locales de Corrientes vacíos y los manteros vendiendo a más no poder, la gente agachada preguntando y regateando ahí sobre esos precios ya de remate, un arte envidiable.
A mi me exaspera la tibieza que manejo, estoy a favor de todas las partes involucradas: traeme al dueño de un local de la calle Corrientes y que me tire todo el discurso, las 100 lucas de alquiler que paga, más 10 de ABL y las tasas y los impuestos y toda la bola y yo lo voy a abrazar en su discurso, le pago 10 lucas un pantalón Adidas o 3 lucas una funda para un teléfono, y después voy a escuchar al mantero que no habla un carajo de español y sin embargo te ofrece unos pantalones Adidas hermosos, ya lo dije, pero hermosos de verdad y digo mirá este tipo el mango que se gana acá en la calle, la rueda necesaria de un eslabón que no sé ni donde empieza pero que termina acá, la gente agachada con la raja del culo al aire con tal de comprar un pantalón Adidas que si te lo ponés a mirar está hermoso.
Yo me escapo del Adidas hermoso y sigo hasta un kiosco que vende figuritas de la Copa América, a eso vine no a gastar guita al pedo en un pantalón que no necesito. Le voy a comprar las últimas cinco figuritas que me faltan a un kiosquero que me las ofreció por Facebook, atentísimo el kiosquero, mucho más atento y más barato que la fábrica de las figuritas -Panini-, que me las vende a 30 pesos la figurita pero me cobra 500 mangos el envío. Ni que me las trajera el mismo Kun Agüero en su Lamborghini con el Ibai Llanos de copiloto.
Entonces voy al mercado paralelo de las figuritas y me atiende este tipo Marco, de Lima, según veo en su Facebook, estudió en la Universidad de la Calle, según veo en su Facebook, la foto con la señora en la galería de fotos, según veo en su Facebook, y yo llego al kiosco y veo la pyme que tiene montada ahí el tipo, plena calle Corrientes, en el Once que es un corazón abierto, vende los plásticos esos que se llaman pop it, tiene la forma que quieras, y el tipo atiende a una señora y yo le digo que la atienda nomás, que soy el de las figus que arreglamos con Facebook, y el se ríe cuando me ve y me dice Diego, claro, Diego, cinco figus, y yo digo qué carajo pasa, cómo fluye todo tan bien en este día.
Y entonces vende un pop it a 200 mangos, un dinosaurio verde como este de acá abajo porque ahora los chicos necesitan un juguete con forma de ansiolítico, hasta que salga un rivotril kids, algo que no descarto para el futuro inmediato.
Marco vende y vende y vende, el tipazo que vi al principio le cede el paso al chacal invencible que veo ahora, un gerente de un cacho de vereda de avenida Corrientes, los huevos que hay que tener para bancarselá.
Pero Marco vuelve a mi hecho un pincel, se le ablandó la cara, me da las figuritas que me faltan (Bol01-URU21-Ven17-Par16yLeyendas13) y le pago 340 pesos, con cambio de mil le pago y Marco me da cambio, no le importa una mierda que le de mil pesos porque yo encima le ofrezco 50 mangos y le digo la palabra clave, que no hay billetes de 50 mangos y él me dice que no, que no hay, otro puente que armamos juntos ahí. Nociones básicas de urbanidad: no hay billetes de cincuenta mangos circulando.
Y me da las figus y me voy a mi casa a pegar las que me faltan, con mi hijo, llenar el primer álbum que llenamos juntos, pero antes le digo a Marco, el kiosquero peruano, corazón del Once emprendedor y pujante, chau amigo, y me voy de vuelta al subte pensando, qué país hermano, qué país tenemos, que pensará Marco de que cualquier boludo que se le cruza le dice amigo como si nada.
¿Qué pasa cuando se cierra una historia? Ese sería el tema de este newsletter, lo que estuve pensando esta semana. Lo del álbum de figuritas, por supuesto, y también otra historia personal que nos tuvo en vilo mucho tiempo y que se cierra, después de mucha guita. Cerrar un acuerdo, una historia, un ciclo. ¿Qué cambia adentro? Y ahora, ¿qué hacemos con este alivio?
Hablé con mi amigo de la cueva y le pedí que me vendiera unos dólares y me dijo Si dieguito, cuanto querés. 600 dólares mándame. Siempre tengo el mismo chat con él, le digo mándame 600 dólares pero después le aclaro, mándame PARA VENDER 600 dólares. Si si Dieguito, ya entendí. Debe pensar que soy boludo, porque siempre vendo nunca compro.
A cuanto está, le pregunto por whatsapp. Argentina es el país que más compra y vende dólares y siempre la misma historia, uno no sabe cuánto está para comprar y cuánto está para vender, no hay un código ahí que te ordene el asunto. Aunque el código es el más fácil de todos: siempre te cagan.
Llega el motoquero con la guita, trae los pesos y yo le doy los dólares, ya somos amigos, creo que es colombiano o algo así. La otra vez me contó que lo habían querido asaltar, tenía como 90 mil mangos en la mochila. Yo ni quiero saber si tenía 90 mil dólares o 90 mil pesos. Pero es así Dieguito, son los riesgos de este laburo. Hoy es el día de cagarse de risa, se va con una sonrisa como si nada pasara. El temor a nada.
Se sube a la moto que tiene una caja atrás para disimular, dice algo de una pizzería, como si repartiera pizzas en lugar de repartir guita, algo que no se cree nadie. Como eso de que se vende falopa cuando hay unas zapatillas cruzadas en los cables de una calle. ¿Cómo es el asunto? ¿Te parás abajo de las zapatillas y te cae la falopa del cielo?
Pago las deudas, los compromisos, una montaña de pesos con los que cierro un asunto importante, pero me queda la sensación de que todo queda abierto, mirá si surge algún fantasma. No se puede festejar porque nunca sabes, como los partidos que nunca se termina de cerrar.
Una forma de estar en el mundo, por las dudas no festejes, por las dudas no grites el gol hasta que no sea gol, si lo gritas antes es tu culpa. Argentina te educa para nunca saber, por las dudas no lo grites. Un día alguno que se lo tome en serio va a estar en el cajón y antes de que se lo cierren se va a poner al día con todos los pendientes, va a gritar el gol del Chango Cárdenas y de ahí para adelante, todos los goles que vio en su vida y que por las dudas no gritó, se le alarga la vida ahí mismo con todo lo que tenía pendiente. Argentina cabulera te invita a procrastinar.
Con Messi pasa lo mismo, hay gente que por las dudas no le festeja lo que hace porque todavía no ganó un mundial. Entonces si Argentina y Messi ganan el mundial de Qatar, esa misma gente se tendría que poner al día con las alegrías, gritar goles de hace 8 o 10 años, como ese gol de Messi en el que gambeteó dos veces a Boateng y lo hizo desmayar, o como cuando hizo ese gol contra el Real Madrid después de que Busquets se la deja ahí y le dice bueno ahora arrancá vos y fíjate, y el tipo acelera hasta el arco y listo, gol.
Esta semana leí un libro increíble, otro libro increíble de Angeles Salvador. No sé hacer reseñas ni sé explicar muy bien por qué me gustó tanto, pero hay algo en la forma en que está escrito (bueno, qué obviedad, la forma que está escrito es ni más ni menos que la clave de todo). Pero quiero explicarlo así: a veces Angeles escribe “verga” y a veces escribe “pito” y es tan sencillo como eso, tener el don de poner la palabra justa cada vez. Y también llenar a los personajes de detalles para que sus vidas sean tan reales y tan traumáticas y tan patéticas, una señora que se hace pis todo el tiempo y lo cuenta de un modo tan natura, que se hace pis y se cambia la bombacha para seguir con su vida, o la vida de tres hermanos, que son trillizos, pero la forma en que está narrado el parto de los trillizos, que nacen justo en el momento en que cambia el día, entonces dos de los hermanos nacieron y un día y el tercero nace unos minutos después, pero en realidad ya en otro día. ¿De dónde sale toda esa imaginación para esos personajes tan reales? Eso asombra y eso ilumina mientras uno lee.
Una cosa que escuché en una entrevista, para una pregunta que suele ser repetitiva: Le preguntaron a Angeles si se identifica con algo de sus personajes (tanto en su primera novela como en esta las narradoras son dos mujeres) y ella dice: “Bueno sí, que me gustaría ser como ellas”.
Hoy escribí escuchando este recital de Liam Gallagher, que acaba de cumplir 49 años. Me llenó de alegría escuchar que su voz vuelve a estar potente, y que los recitales en Europa (este es en Glasgow) vuelven a ser como antes. Fue una parrafada medio catártica pero ya saben, es solo un ejercicio de escritura. Si necesitan la dirección del kiosco de Marco, o el dato de los pantalones Adidas (hermosos), me avisan.
Bienvenidos al Diario de la Procrastinación (que ya se terminó). Gracias por los comentarios, recomendaciones, cafecitos y todo eso. Los dejo con Liam, un ídolo capilar.
Sencillamente maravilloso tu diario 👏