Pagar el precio
Me invitaron a leer unos textos para el ciclo “Hola cariño”. El mismo viernes a la tarde, o sea ayer, me puse a releer el libro para elegir unos capítulos. Un desastre total, encontré repeticiones, palabras boludas, cosas que no me gustaban. Siempre lo mismo Diego, todo a último momento.
Bienvenidos al Diario de la Procrastinación.
Terminé armando una especie de collage entre dos capítulos, más alguna cosa suelta que vi por ahí que hablaba de mosquitos. Me pareció apropiado. Y el método también, al cabo eso mismo hice desde el newsletter hacia el libro, y ahora del libro hacia esta lectura. Escribo para cortar, copiar y pegarme a mi mismo, con todo lo que eso implica.
El newsletter de esta semana iba a ser eso, copiar y pegar ese texto acá, pero cuando salí de la lectura me sorprendió toda la gente que había tomando cerveza en las esquinas, en los bares, la noche estaba hermosa. Lo que me pareció un horror es la cantidad de gente que vi con sus galgos ahí mismo, como parte de la salida. Sé que suena mal decirlo, incluso ya lo dije en otro texto, pero los galgos prefieren estar corriendo carreras y ser maltratados por sus dueños antes de estar acá en Palermo escuchando una música de mierda mientras sus dueños comen unas papas con chedar repugnante.
Imagino los galgos olfateando ese olor inmundo del chedar, falso chedar para ser más precisos, y también imagino a los galgos ya acostumbrados al sabor de esas cervezas de mierda ipa sin gas puro gusto a grano que toman sus dueños, ipa, apa, neipa y todas esas variantes que llegaron más o menos al mismo tiempo en que se ponía de moda rescatar a los galgos. Aunque el fenómeno terminó excediendo la propia oferta, que yo sepa no se corrían tantas carreras de galgos, de 10 galgos que se ven por la calle habrán corrido 2 o 3 como mucho, esto calculado con el método científico del cinismo.
El mundo cada vez peor.
Lo más deprimente de todo: los galgos mal alimentados, o sobre alimentados, no esbeltos y fibrosos listos para correr sino embuchados de alimento balanceado de veterinaria de barrio, primos hermanos de los que pusieron la cervecería. Estoy seguro de que los galgos desarrollaron un sentido extra para detectar cervezas de mierda, veterinarios boludos, hasta un instinto de conservación para no comer tanto y sostener las articulaciones, no parece tan boludo el galgo como otros perros. Aunque todo esto lo pienso porque en el fondo soy un optimista, quiero creer que algo bueno de esta moda tiene que salir. Y también porque quiero escribir sobre algo más, esto es un ejercicio de escritura y tiene que seguir así.
Sigo hasta Gorriti, siempre estaciono en Gorriti no importa si voy a la radio o voy a otro lado, es una regla para no perder el auto en Palermo y me doy cuenta de que todavía es temprano, eso es lo mejor de todo, me queda tiempo para escribir algo, aunque es una sensación de autoengaño, yo ya sé que tengo algo para escribir, ya lo vengo sintiendo.
Después llegará ese momento ingrato que es el pasaje al texto, un poco decepcionante sentir que en realidad no tenías nada, apenas unas intenciones. La certeza de que a veces te toca una mala racha, algo de eso es el ciclo histórico de los galgos, porque estoy seguro de que estarían mejor un sábado a la noche guardaditos en un corral un poco apestoso pero por dentro la adrenalina de la espera, correr el domingo la carrera de sus vidas. A veces hay que pagar el precio.
Dejamos acá…
Sigo notablemente cansado, como si fuera noviembre o diciembre, las criaturas todo el día en casa, como los galgos. Eso agota y también el ritmo de la celeste y blanca, nunca una semana tranquila. La ingesta de ibuprofenos bien, gracias, con tendencia a la disminución pero a ritmos todavía altos. Alimentacion bien, café menos de lo que quisiera, alcohol moderado, la gran deuda sigue siendo el deporte, y un pendiente cada vez más lejano, largarme a nadar, sueño con las aguas abiertas, la libertad de la distancia.
Creía que había desculado la cuestión de poner un botoncito para recibir donaciones vía paypal pero no pude. El martes creí que lo tenía pero pasó lo de siempre, me dejé estar, algo así como pensar un texto y escribir un texto. No es lo mismo. Por eso seguimos como hasta ahora, los métodos tradicionales. Una donación por única vez, a través de los cafecitos o sino un pago mensual de $1.000 o por un importe mayor si elijan ustedes.
Yo sigo escuchando a Carmen Sánchez Viamonte, este viernes 29 de febrero toca en Capital, si fuera ustedes no me lo perdería. Lo extraordinario es así.
Atentos al final del tema, hay un lindo homenaje.
Nos vemos la próxima.