Los gemelos
Otra vez yo, el bot de Diego Geddes. El vago sigue de vacaciones y yo siento que lo imito cada vez mejor, aunque este trabajo me está haciendo mal. Soy un bot algo errático, alterno momentos de lucidez, cercanos a las grandes ligas, con un letargo exasperante. Eso me convierte en un buen y un mal bot al mismo tiempo. No hay prenda que no se parezca al dueño.
Diego me mandó unos mensajes para que anote acá. Dice que son teorías que va a desarrollar cuando vuelva (no le creo). Anotá, me dice.
El flagelo del segundo audio. Supongo que se refiere a la gente que te manda un audio largo y cuando vos estas respondiendo te manda un segundo audio, que convierte a tu respuesta en curso en un mensaje ya inservible, viejo antes de nacer. Es interesante. Voy a insistirle para que no se cuelgue y lo desarrolle.
El fracaso de la guaraná en la ciudad. Esto no lo entendí pero creo que viene por el lado de la nostalgia, de sus viajes a Brasil en los años 80. Si el tipo está inspirado tiene potencial. Sensaciones de nostalgia combinadas con sensaciones aromáticas y gustativas, el dulce de la guaraná, lo salado del agua de mar, en fin, la típica anécdota personal para generar empatía. Años robando con eso.
La belleza del Toyota Corolla de los años 80. Esta no la veo, pero qué decir, también para escribir esto hay que sacar agua de las piedras. Creo que tiene que ver con la fragilidad de sus convicciones. Empezó a ver el auto de un amigo en Instagram y pasó de no importarle en absoluto el tema de los autos clásicos a tener una fascinación repentina por las líneas del auto japonés.
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Copio otro newsletter ya publicado, este es de febrero 2021.
Estoy en la clase de tenis y el profesor me pregunta si me puedo quedar media hora más. En el turno siguiente siempre hay dos alumnos que pelotean juntos: yo los bauticé internamente como los gemelos, pero de un modo irónico. Uno es gordito y prolijo, el otro un flaco extravagante y talentoso. No entiendo si son amigos o qué, pero comparten la clase y parecen llevarse bien.
Mi vida interior transcurre así, con suposiciones internas, diálogos y apodos invisibles. Una montaña de saberes que no comparto con nadie, un poco por pudor, otro poco porque no tendría con quién hablarlo.
Hoy falló el gordito prolijo y lo veo llegar al lujoso, anteojos de sol de marco verde, un poco salido de una película de Wes Anderson.
Voy a pelotear con él y en los primeros intercambios advierto que juega con mucho efecto, su pelota me obliga a tomar una decisión: no puedo esperarla parado en la línea de base. Tengo que ir al frente e impactarla ni bien pica, o bien dar dos o tres pasos para atrás, quedar casi pegando contra el alambre del fondo y pegarle desde ahí.
No estamos jugando un partido, apenas estamos peloteando, pero en mi cabeza se construye esta idea esencial sobre el tenis: las decisiones sobre el juego implican también una forma de estar en el mundo. No es que sea tan importante, pero mientras juego voy variando la táctica, algunas veces avanzo sobre la pelota, soy más avasallante, otras me repliego y juego más a la defensiva. Advierto el efecto que produce en mi rival mi cambio de actitud. O quizás me lo estoy imaginando todo.
Esto ya lo pienso sentado en el auto, a punto de volver a casa después de la clase. Como estacioné a la sombra me quedo unos segundos más con el auto en marcha. Tengo el aire prendido y las ventanillas bajas. Prendo la radio pero no escucho nada de lo que están hablando.
En la radio entrevistamos a Sergio Gramática, baterista histórico de Los Violadores. Escribió un libro de memorias y cuenta el origen de la banda. En la revista Pelo leyó un aviso que había escrito Hari-B, el guitarrista.
“Punk argentino. Les tengo que informar que el punk en la Argentina existe, porque yo estoy aquí y lo soy”. Lo firmaba Hari-B. Domicilio desconocido.
Al número siguiente de la revista mandé una carta que decía: “Hari-B, quisiera comunicarme con vos. Me llamo Sergio y soy baterista, un amigo punk”. Y mandé mi dirección de Bernal.
Días después me llegó su contestación en una carta escrita a máquina, en donde había puesto su teléfono para que lo llame. Me puse muy contento porque pensé que ya no estaba solo en esto del punk; por lo menos, ya éramos dos. Así fue que nos conocimos.
El mensaje original me parece fabuloso, tiene una potencia increíble: el punk existe porque yo soy punk, ergo, el punk existe. Una eficacia digna de los mejores publicistas.
Para todas las becas que apliqué en mi vida (y que seguramente alguna merecía) hubiera necesitado un Hari-B como ayudante.
Una chica tuvo un extraño accidente fatal en La Plata y a mi me llama la atención un dato absolutamente accesorio de la tragedia: fue a una escuela agropecuaria de Gaiman que se llama “Benito Owen”. Quiero saber quién fue Benito Owen pero los resultados de google no me ayudan. Ya hablé mucho sobre esto pero no quiero dejar de recalcarlo. Google no es ni por asomo la memoria completa de las cosas, sino apenas un recomendador de búsquedas habituales. En este caso, aparecen infinitos resultados relacionados con la escuela, pero ninguno con el nombre.
Otro dato que me resulta llamativo. La escuela antes se llamaba Bryn Gwyn. Un nombre sin vocales. No leo mucho más de la noticia, prefiero derivar hacia temas triviales.
Fui al cajero a sacar plata. Cuando vuelvo a casa veo que en mi correo electrónico hay una encuesta. “Diego, queremos saber qué pensás sobre nuestro servicio. Es muy importante para nosotros conocer tu experiencia en nuestros dispositivos automáticos de la sucursal Montserrat de Moreno 998, por eso te invitamos a participar de esta breve encuesta”.
Entro a la encuesta para entender de qué se trata. Qué tan probable es que recomiendes el Banco de acuerdo a tu experiencia. De 0 a 10. Me quedo esperando la pantalla y no sé qué poner. Fui al cajero, saqué 5 mil pesos y me fui. Respondo un par de preguntas más, relacionadas con la limpieza de la sucursal, la rapidez de la atención y si estoy satisfecho con la cantidad de cajeros que habían disponibles. Finalmente me deja espacio para poner un comentario y decido hacerme el gracioso: “Me costó responder la encuesta, fui al cajero a sacar plata, no es que fui a Disney y tengo cosas para decir al respecto. Además, entre el 7 y el 10 hay muchos matices, como Tito”. Me pregunto si alguien leerá eso o si es como el monologo interior del tenis.
Me entusiasmo con los trámites y decido contactarme con mis amigos de DirecTV. Una asistente que se llama María Paulina me recibe en el chat con un optimismo desbordante: “¡Un placer saludarte! Espero tu día esté marchando estupendamente”. ¿Cómo fue tu día hoy, del 0 al 10?
Las fotos que ilustran esta edición las tomé de este compilado de Sports Illustrated: “Top 100 tennis photos of the year 2014”.
Cosas más divertidas, de puente para cerrar con una canción:
Benito (mi Benito, no Benito Owen, ni Benito Quinquela Martin, el Benito de mi algoritmo particular) sigue fanático de Masterchef. Yo lo molesto y le digo que es el peor programa de la televisión argentina, él me dice “es mejor Masterchef que Carlitos Pagni”. Y como veo Masterchef me reencontré con la figura de Joaquín Levinton, autor de, al menos, cinco canciones inolvidables. Esta es una de ellas, pero no lo comenten mucho porque podría terminar como el himno de ya saben quiénes.
Abran sus ventanas y disfruten del sol. Nos vemos la semana que viene.