Es una locura esto de escribir todas las semanas desde hace 5 años, a veces pienso que no es necesario. Sin embargo, en estos momentos de zozobra no pienso en esta idea de escribir sobre escribir, o escribir sobre la imposibilidad de escribir, sino que mi horizonte y mi inspiración son los viejos cronistas de los diario en papel.
Un Eduardo Van der Kooy, por ejemplo, que escribe el panorama político de Clarín hace 35 años y jamás en la historia arrancó su texto diciendo “qué paja la política argentina” o sino “otra vez explicando acá los vaivenes de este barquito de bandera celeste y blanca”.
No, el tipo debe almorzar todos los viernes con Magnetto, supongamos que un pescadito a la plancha con papas al vapor y un pimentón que vale lo mismo que todo tu guardarropas, se juntan en una ceremonia privada para repasar los temas, cómo viene la semana, la línea del diario, aunque Vander ya sabe lo que tienen que poner, pero es más una rutina que otra cosa, la garantía de que ese domingo va a salir algo impreso, como siempre, desde hace 35 años, sin la necesidad de mostrar angustia o esa tendencia a la fragilidad de los newsletteros unidos en el sindicato de la palabra.
¿Qué otra cosa podemos hacer además de escribir?
Bienvenidos al Diario de la Procrastinación.
Arranqué así, un texto de corrido sin los días, y creo que esta semana cambio de nuevo, un texto de corrido sin los días.
Pienso que me quedan un poco lejos algunas reflexiones. Por ejemplo lunes, martes y miércoles lo tuve a Matthew Perry en la cabeza, toda esa tonelada de tristeza en su cabeza. O no sé si tristeza pero esa imposibilidad para poder salir, no importa ganar un palo verde por capítulo.
En el fondo es bueno recordar cada tanto cómo funciona la cosa, a veces es más difícil de verlo en esta era de los filtros, todos estamos fenómeno pero el partido real se juega en casa, diez de la noche o dos de la mañana, no importa que sea una mansión de Beverly Hills o un dos ambientes en Palermo Once, cuando se apaga todo y te quedas solo con tu cabecita. Ahí arranca la joda, vos contra vos.
Gratitud a Chandler, un lobo solitario.
Esto es un poco de autobombo pero ya avisé que se vienen tiempo de intenso autobombo.
Después de anunciar lo del libro, un montón de gente me escribió para felicitar. Gracias a todos. Rescato dos mensajes.
Javi Hildebrandt, compañero de la radio y enorme editor en Hotel de las Ideas, un sello hermoso. Vean los libros que hacen.
Me dice Javi: ¡¿Cómo puede ser que digas así como quien no quiere la cosa que sacaste un libro -y encima con textos del newsletter- y no pongas ni siquiera la tapa, un link para comprarlo, algo?!
Tiene razón: cumplo. Link para comprarlo (más allá de que está en librerías de todos lados). La tapa no la voy a poner, uno no tiene que dejar de ser el que es. Me da vergüenza.
Y Mario, lector del newsletter que no conozco ni vi en mi vida (bueno, como a la mayoría de esta comunidad), me hizo reír.
Diego querido,
Empecé a leerte con el newsletter del 26/6/2021.
Empezaba así: “El de hoy es el peor newsletter de 2021 …”.
A partir de ahí te leí siempre, intercambiamos algunos mensajes por mail, y hoy me entero de que publicaste un libro (que en un rato compraré mientras salgo a caminar y a tomarme un café).
Me pone muy contento. Quizás porque me siento un poco parte del proyecto. En una parte ínfima porque el mérito y el esfuerzo es todo tuyo. Pero en uno de esos mails que intercambiamos, mi espíritu fue alentarte a que lo hicieras.
Insisto, esto es un autobombo cercano a la vergüenza ajena, pero explica algo que digo siempre. Es un trabajo colectivo, yo escribo pero en la lectura y las devoluciones siempre hay un aporte fundamental, una formar de completar este cuentito que es imprescindible.
Por supuesto, que fui a buscar aquel newsletter, para ver si había alguna coincidencia, inspiración, pista, ayuda para escribir.
Me gusta volver a textos viejos y sentir que hay cosas que están bien.
Siempre envidié a mis amigos que no pensaban en la muerte, los que se dormían en cualquier colectivo, por más que estemos al borde de una cornisa en Bolivia, en manos de un chofer que no dormía hace cuatro días, el cachete inflado de coca, o en un remis manejado por un jujeño completamente borracho y drogado. ¿Qué pensaban mis amigos? ¿Por qué no les importaba nada? Por momentos me parecía que todos los que me rodeaban vivían en otra frecuencia, una inexplicable inmadurez frente a lo obvio. Y también me pasó al revés, en la vida adulta y formal, en los trabajos, la sobreactuación de algunas formas, lo impostado. ¿No ves que todo es un gran chiste, que nada es tan importante?
Sobre la amistad y los vínculos, mi propia incomodidad me lleva a aislarme y no conectar. A veces me siento solo.
O esto otro.
Escribo con las patas en el cerámico de un departamento alquilado en Bahía Blanca. Eso debería decir mucho, mi primer viaje a la ciudad desde que murió mi vieja. La última vez que escribí el newsletter desde acá escribía sobre la muerte de mamá. Ahora estoy de nuevo: tengo una hija más, tengo un hijo que no se acuerda bien de la abuela y me atormenta pensar que no se acuerda por mi culpa, por no haberle hablado de ella, por no haberle puesto fotos. Recién ahora lo hago y hablamos del cielo y esas estrategias de evasión.
Hoy en la radio hablábamos del clima, de la lluvia de estos días, y dije que yo sabía cuando iba a seguir lloviendo, o cuando iba a mejorar el día. “Sé mirar el cielo”. No supe explicar de dónde salió eso, pero tengo la certeza absoluta que me representa, incluso ahora que lo escribo.
Sé mirar el cielo, y sé mirar a secas. Tengo el ojo entrenado para ver un poco más, lo que pasa es que casi siempre pasa desapercibido porque no lo digo, me lo guardo para mi.
Lunes
Vi un capítulo de la serie de Dalma Maradona, la hija de Dios.
Ella queda mal, nunca fue a Villa Fiorito, no la dejan entrar a la casa natal de su padre, habla con el tio Lalo casi como si fuera un extraño. Lloro un poco. Qué fotogénico era Diego. En realidad todos lloran en la serie.
Martes
Otro capítulo. Ahora Dalma no puede entrar al estadio de Napoles. Es una serie en la que siempre queda afuera de todo. Ella hace lo que puede. El material inédito es increíble. Solo eso vale la pena.
Miércoles
Estoy en el 67 con Benito, ya vamos a la escuela en modo abulia total, no conversamos, ni nos miramos. Somos dos pasajeros de la ciudad. Un cartel me saca del aburrimiento.
Leo
“Linea 67
Unidades con aire acondicionado
Con las ventanillas abiertas, NO SIRVEN PARA NADA
pasemos un verano mejor. Si ves una ventanilla abierta, Cerrala!”
Qué poco dura el tiempo.
Jueves
Me encontré 1200 pesos en la calle. Estuvo bueno, un billete de 200 y otro de 1000. .
Viernes
Creo que no va a llover más. La claridad asoma en el cielo. Sigo el camino de las nubes, el viento. Ha sido una buena semana.
Dejamos acá.
Parroquiales para cerrar antes del cierre.
Suscripciones mensuales, en este link, por Mercado Pago.
Colaboración por única vez, vía cafecito.
Quiero ver de poner una colaboración para los que leen desde el extranjero. No me sale.
Gracias a todos los que colaboran, recomiendan, escriben, hacen captura y comparten (soy @diegogeddes en Instagram y en Twitter/X).
Nos vemos la semana que viene.
Una canción de Pez para cerrar. Se llama “Somos fantasmas habitando un castillo cuyo alquiler ya no podemos pagar”.