Lunes
Abro las cortinas del hotel a las 8 AM en punto. Una guardavidas acomoda sus elementos de trabajo, el torpedo y el resto de sus cosas con una prolijidad envidiable. No hay nadie en la playa pero ese pequeño ritual da inicio a su jornada laboral.
Parece extraño pero es lo que hacemos todos: algunos un mate, otros una secuencia de abrir ventanas en un navegador (en mi caso slack, mail laboral, mail personal, whatsapp web). Empezar cada día igual. O cada semana. Y puede pasar lo que ya sabemos, los sucesos espantosos que nos aterrorizan, las llamadas que nunca quisiéramos recibir, el mensaje que sabes que va a llegar algún día, pero la cuestión es seguir. Ha comenzado otra semana y allá vamos.
Bienvenidos al Diario de la Procrastinación.
Un rato más tarde, veo que hay surfistas en la playa, gente que toma clases de barrenada o de padel surf. Me resulta admirable pero después pienso que es como cualquier gimnasio urbano, los que corren en la vereda, al borde del esguince o de ser atropellados por un colectivo, cualquier club de tenis de la ciudad, cualquier natatorio. Un poco de deporte antes de iniciar la jornada laboral. Qué maravilla el mar.
Es raro cuando empiezo el día en una ciudad (en este caso, Mar del Plata) y la termino en otra (ya de vuelta en Buenos Aires). Nada del otro mundo, pero algo relacionado con los ritmos se rompe. Hoy temprano estaba en otras sábanas, usé otras toallas, vi a otra gente que quizás no vuelva a ver nunca más.
Entonces busco lo familiar. Salgo a caminar por el barrio, lo necesito. Me tomo el transporte público, me cruzo con un par de conversaciones. Un tipo le dice a otro: “Vos sos imprescindible”. Lo está cagando de acá a la China pero qué genial ese código de la conversación, el cagador sabiéndose cagador, el cagado aceptando lo que le toca, las cosas van a estar mejor, debe pensar por dentro.
Cuando estoy así le tiro un mensaje a mi amigo El Sabio para tomarnos un café. Extraño su manera de pensar.
Martes
Lo primero que me dice El Sabio : “¿Viste lo de Boca?” y lo mejor de todo es que yo ya sé que no me va a hablar de lo obvio, la derrota, el alivio que sentimos. Ni siquiera me va a hablar de fútbol. Yo no escribiría nunca de fútbol acá. Yo ya sé que viene por otro lado y lo dejo desarrollar la idea. Para eso vine. Pita un cigarrillo y tiene ese tiempo que te deja el cigarro.
Yo creo que El Sabio fuma para tener esos segundos en el tiempo, una especie de tensión interna sobre los temas que también usa para preparar las ideas. Y yo tengo una virtud como interlocutor, quizás una de las pocas de todas las que tengo, y es que no te quiero llenar esos silencios, no tengo apuro, los dejo ahí. Lo usé como estrategia para las entrevistas cuando era periodista, no llenar el silencio para que el interlocutor hable. Y el Sabio habla.
Fue maravilloso lo de los hinchas, todos en Rio llevando al extremo la filosofía Boca. No es un club de fútbol, es un movimiento popular que se va perfeccionando con el tiempo. Antes eran hinchas de su estadio, la boludez esa de la arquitectura perfecta de la Bombonera, un discurso primo hermano de ser hinchas de la hinchada, los cantos. Vos y yo somos hinchas de un club de fútbol, me dice. Hablamos de jugadores, de táctica, nos calienta eso, el deporte, el juego. El hincha de Boca ha llegado a un estado de eliminación total del discurso argumentativo. Fíjate cuando hay una de esas entrevistas insoportables de la previa, cuando un cronista pregunta, por ejemplo, si pueden jugar Benedetto y Cavani juntos, y un hincha empieza a esbozar una respuesta, hasta que pasa un hincha por detrás y grita Boca Boca Boca, así de a tres palabras por vez, y eso es todo. Ya no hace falta más nada, se empieza a gestar un tren argumental que es Boca Boca Boca y listo. La degradación es total. Boca es un movimiento, por suerte al resto nos queda ser hinchas de un club de fútbol.
Así es hablar con el Sabio, no sabés si está hablando a favor o en contra de las cosas.
Miércoles
Recorro barrios de la ciudad por los que no anduve nunca y encuentro lugares extraños: por ejemplo, existe un club de Tiro con Hacha. Todo eso sucede en Buenos Aires. Caras y caras que no conozco, eso también no deja de sorprenderme. Tengo ganas de conocer a alguien.
Miro un video que muestra cómo se fabrican las pelotitas de tenis. Es un prodigio de la edición, me fascina ver esas cosas, me dan ganas de tener una fábrica, hacer cosas reales.
Extraño jugar al tenis, siento que abandoné un proyecto importante de mi vida (jugar hasta los 84 años) y en general es algo que ha pasado este año, la degradación total de mi cuerpo, no hacer deporte, no correr, no nadar, no hacer gimnasia. Han pasado otras cosas muy buenas e importantes pero es noviembre y digo “¿Valió la pena?”
La pregunta viene sin respuestas porque estoy en contra de las respuestas y de los balances. Qué es esta estupidez de preguntarse cosas en noviembre, ponerse objetivos en diciembre, tratar de mejorar en enero, olvidarlos en febrero. La vida con Diego Torres de banda sonora.
No seamos boludos.
Duermo con las ventanas abiertas y me despierta una pelea feroz de gatos. Primero aullidos que anticipan una tensión y luego una especie de derrumbe por un tinglado. La secuencia se repite dos o tres veces más, aullidos y luego ataque. Es dramático aunque no veo nada. Me dormí a las 00.28 (en realidad a esa hora dejé el celular) y a la 01.26 lo de los gatos que me hace despertar sobresaltado. Sol trabaja en living, la escucho escribir y visualizar partes del documental que no se termina nunca.
Ahora estoy despierto, como si esos 50 minutos que dormí hubieran sido suficientes y pienso en ver el capítulo final de la serie de Dalma. Mejor no.
Me quedo a escuchar.
Jueves
Otro día con el Sabio. Me encuentra y me sigue la charla del día anterior, casi como si no hubiera transcurrido el tiempo.
Lo que pasa es que con el celular se jodió el contrato social de la cancha: el otro día, por ejemplo, Rondón hace un gol importante, no transcendental pero sí importante, además el gesto atlético de saltar a cabecear e imponerse, el hecho de que fuera el último minuto del partido, yo voy y me abrazo con un desconocido en la platea, flor de abrazo, y miro a mi alrededor y hay dos o tres pendejos con el celular filmando el gol, los festejos, están todos solos, abrazados al celular. Me dio una angustia bárbara. Vi los últimos minutos del partido en silencio. Me prendí un pucho. }
Ojo, yo todo el tiempo hago un balance de lo que me pasa. Tengo ganas incluso de comprarme un almanaque 2024. Qué número espectacular el 20-24. Me aferro a esas pequeñas cosas porque en realidad la cosa funciona así: las pequeñas cosas, las preguntas, como cuando tu hijo te pregunta en el bondi cómo es el asunto de la llegada a la Luna y sus propias teorías. O no, simplemente viajar en el colectivo, los dos en silencio. ¿Cómo fue que llegamos hasta acá?
Viernes
Abro las cortinas de mi casa a las 8 AM y no hay horizonte, ni siquiera veo a otros humanos empezando su día. El humano soy yo y el día empieza como cualquier otro. Hago la cuenta de todas las horas que faltan, las actividades del día, los trabajos, buscar y traer hijos, pensar en la comida, elegir canciones para la radio, escribir este newsletter. Ha sido un gran día, incluso una gran semana y pienso qué pasó, que tuvo de especial.
Afuera llueve otra vez, como si recién hubiera empezado.
Hace mucho que no escribo pensando en que hay lectores nuevos, casi siempre van llegando de a cinco o diez por semana, pero esta vez gracias a Caro Duek llegaron un montón de nuevos suscriptores. }
Y entonces me veo obligado a contar algunas cosas. Esto no es un diario íntimo pero se le parece bastante. Nació como un ejercicio de escritura contra la procrastinación, allá por 2018. Un texto por semana, con recomendaciones, ideas, un poco ensayo, un poco observación. Pero puede ir cambiando: por ejemplo hoy, cero recomendaciones (bueno, va una: escuchen los nuevos discos azul y rojo de los Beatles remasterizados para empezar el sábado). Es, también y por sobre todas las cosas, una actividad terapéutica.
Dejamos acá.
Parroquiales para cerrar antes del cierre.
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Nos vemos la semana que viene.
Siempre cierro con una canción que me gusta, a veces me sale ser menos obvio que esta vez.