El blíster de la manija
Monzón y un Fiat Super Europa, Federico Monjeau y el periodismo que ya no existe, un paseo por el conurbano para buscar una farmacia.
¿Cómo se escribe este newsletter? Con culpa y con exigencia. Escribo cuatro o cinco párrafos con ideas sueltas y después veo si tienen alguna conexión o tema en común. Por ejemplo la muerte de un periodista de la vieja guardia y la forma en que los automovilistas nos peleamos por un lugar mejor en la fila del peaje.
A veces me sorprendo por el modo en que conceptos que no tienen nada que ver entre sí terminan hablando de lo mismo. Me emociono con la idea de que el arte tiene algo mágico. Pienso en el rayo inspirador, en el azar y la casualidad. Un cachito más y ya estoy respondiendo conferencias de prensa y paseando en yate gracias a la escritura. Pero es un ratito.
Después llega lo evidente. No seas estúpido, la conexión sos vos, me dice el locutor de la contra. Y el arte es otra cosa.
Esta semana tengo que escribir un newsletter impresionante, el mejor de los últimos meses, algo que supere a la impresentable versión del último sábado. Así me dispongo a empezar la semana, que va a ser igual a todas las demás. Una semana que transcurre entre el entusiasmo de algunas ideas y la apatía de la rutina. La procrastinación permitida de las vacaciones. Cuando todos vuelvan vamos a hacer un producto fabuloso y memorable. Cuando todos vuelvan. Mientras tanto, sobrevivimos.
Pero cómo hacer para escribir algo original si casi no me muevo. El newsletter se alimenta con el movimiento. Algo del dynamo, que ya expliqué alguna vez. Cuando camino me aparecen ideas. En la vida anterior, salía de la redacción en Cabrera y Humboldt y caminaba hasta Santa Fé y Juan B. Justo. 15 cuadras de manija creativa. Ahora cuando voy nadando me pasa lo mismo, saco la cabeza del agua y mientras cuento las piletas voy escribiendo taka taka taka en la cabeza. Veo los pajaritos que me miran nadar y pienso “qué mirás pajarito” y también voy taka taka taka escribiendo un asunto sobre mi vieja y su Fiat Súper Europa bordó.
El público se renueva, qué gran coartada. ¿Qué público? ¿Qué expectativa? A la mierda con la exigencia, esto se trata de escribir, todas las semanas, un poco de lo que veo. Apenas un ejercicio de escritura. Ahí voy. Aquí vamos. Esto es también un ejercicio colectivo.
Bienvenidos al Diario de la Procrastinación (que a veces sale bien y a veces sale mal. Pero sale siempre).
Antes ponía canciones como separador pero si pongo un link terminás saliendo del texto y te vas para otro lado. Así que voy a empezar a poner fotos. Esta es en la India, una calle que se llama Rajpath, en Nueva Delhi. Hay niebla y también un fotógrafo de la agencia AFP, Jewel Samad.
Monzón va a buscar a Alicia Muniz al aeropuerto de Mar del Plata. El plano muestra a un Fiat Super Europa azul francia. La serie sigue pero mi cabeza se va a otro lado. En uno de esos aprendí a manejar, el que tenía mi vieja era bordó. Cuando fuimos a buscarlo a la concesionaria mi viejo me dijo: “Querés que nos llevemos el bordó ahora o esperamos una semana al azul”. Yo dije lo obvio, que quería el auto ya, supongo que era una pregunta a la que no le hacía falta la respuesta.
Algunos años después, en la esquina de Alvarado y 19 de mayo, mi vieja dudó entre seguir y frenar en un semáforo que estaba pasando de verde a rojo. Al final terminó frenando y de atrás una camioneta nos la puso con bastante fuerza.
El tipo que manejaba le pidió perdón, le dijo que mejor estacionar al costado para no entorpecer el tránsito y arreglar los papeles del seguro. Nosotros estacionamos y el de la camioneta arrancó y se fue a la mierda. Escribo esto y en el autocine de mi cabeza veo pasar a la camioneta en segundo plano y en primer plano sucede el derrumbe de mi vieja, el desconsuelo total de haberse sentido engañada, indefensa, estafada. Un llanto que también se me mete ahora en el autocine cerebral 3D, cómo voy a hacer ahora, cómo voy a hacer ahora. Monzón que le pega a un rival o a la mujer y yo solo pienso en ese llanto que nunca le había visto a mi mamá.
Todo el tiempo recibo mails con preguntas qué debería contestar sobre productos que compré.
Diego, Otros compradores esperan tu opinión de Cartuchos De Gas Butano Brogas 227gr Linea Nueva.
No, la verdad que es un cartucho bárbaro, un rendimiento notable, silencioso y eficaz, con entrega pareja del gas butano, sobre todo en los segundos 45 minutos, cuándo ya el cartucho está cansado y sin embargo sigue entregando todo sin mezquindades, siempre dejando todo por el compañero y por toda la gente que nos vino a ver. Además enfundado en ese estuche naranja que me hace acordar a la Holanda de Cruyff, un cartucho con dinámica aunque si te ponés a pensar también es un cartucho poco ganador, sin títulos mundiales a pesar del buen juego. Es un cartucho que te saca bien un risotto lujoso pero cuando necesitas unos fideos con manteca batalladores por haí te deja a gamba.
Diego, todavía no tenés tu peluche de Soul?
No, la verdad que no. Te voy a explicar lo que me pasa. El peluche me parece hermoso, al menos así a simple vista, pero me da la sensación de que me están cagando con la compra, porque además de haber cargado tres lucas de nafta tengo que poner 500 mangos para que me den el peluche. Quizás sea el hermoso olor a nafta que me marea un toque pero que me gusta tanto y me marea un poco lo que me hace confundir y me hace comprar cada una de las promociones que sacan ustedes. Con respeto te lo digo eh, pero esta vez no tengo el peluche de Soul porque además no vi la película todavía, la verdad es esa. Perdoname hermano Shell.
Cómo era tu mamá, Diego?
Esto último me lo dice la psicóloga y el canchero Diego se retira con la cola entre las patas.
Se supone que un chico de 10 años no puede consolar a su madre, la mátrix está armada al revés, pero cuando pasó lo del choque algo le dije algo así como “te vamos a ayudar entre todos”, aunque no tuviera ni la más remota idea de quiénes éramos ese “todos”. También me acuerdo de haber pensado que no tendría que haber frenado, que un poco era su culpa pero que mejor no decirlo en ese momento.
Ahora que escribo (o ahora que estoy nadando, debería decir), entiendo también que las mujeres como mi vieja no tenían esa instancia de amistad y confesión que veo ahora entre las mujeres más jóvenes. Una red de contención, una posibilidad del llanto, era un poco tabú el hecho de llorar frente a tu hijo. Los llantos aparecían así de golpe, cuando no daba más, cuando una cosa de afuera sacudía todo, como un camión haciendo pedazos el baúl del Súper Europa.
Me dio nostalgia la muerte de Federico Monjeau, un viejo compañero de Clarín que escribía sobre música. Cada vez que pasa algo así (que un periodista de la vieja guardia muere o también cuando un tipo con experiencia deja una redacción) siento que se cierra una etapa, se va un tipo de periodista y de periodismo que ya no volverá a existir.
En esta necrológica que escribió Mariano del Mazo se puede ver a Federico Monjeau abrazado con el Indio Solari, los dos llorando. Eso ya no va a existir, el vínculo y la cercanía de los periodistas con los protagonistas se fue para siempre (un poco porque las redes sociales hacen de intermediario; una intermediación que creo falsa, que borra la traducción que hace el periodista del personaje para su público) y ese vínculo también se borra por las diferencias ideológicas. Hoy Solari identificaría a Monjeau como el enemigo pero no digo que sea la culpa de Solari. El debate y el disenso se volvió más chato, hay ahora una distancia imposible de salvar y quizás sea porque el protagonista necesita decir que el periodista (y el medio) es su enemigo.
Federico Monjeau murió a los 63 años, sabía un montón de música y si alguna vez yo retomara la idea de escribir mi propio Atlas Universal de los Recuerdos (esto es, por que el público se renueva, una especie de diccionario con todas las personas que me crucé en mi vida), sería algo así.
Federico Monjeau. Internamente le decíamos Roberto Arlt. Alguna vez le pedí que me recomendara pianistas de jazz y me devolvió algunos nombres. Ahora no recuerdo quiénes eran esos nombres, tampoco podría rastrear esos mails. Mi archivo personal es un desastre. Pero tampoco es tan importante un archivo si ahora evoco esto con admiración.
Leo la noticia del secuestro de un nene de una colonia. Lo pasó a buscar una desconocida y se lo llevó a una plaza. Se habla mucho del caso y yo pienso solo en una cosa: Esos 20 minutos en los que estuvieron juntos, de qué hablaron? ¿Qué le dijo la mujer al niño, que le respondió el niño? ¿Qué se grabó para siempre en la memoria de ese pibe?
Todavía resuena en mi cabeza la pregunta de mi madre: ¿Qué voy a hacer ahora?
Cada vez que me encuentro con una situación así pienso en la escena de Forrest Gump, cuando el teniente Dan vuelve de la guerra sin las piernas (después de haber sido rescatado por Forrest) y repite una frase “What i´m gonna do now, what i´m gonna do now”. (Creía que era la escena de un festejo de año nuevo en la barra de un bar, pero no, es en el hospital)
Lo que más extraño de las redacciones es esto: los periodistas viejos siempre tenían la historia y la distancia sobre ciertos temas, algo parecido al cinismo que servía para bajarle el tono y normalizar todo. Como si la experiencia sirviera como un blíster de alplax.
En los peajes hay que aplicar una parte del reglamento del polo. Cuando vos ganas la línea no se te puede interponer uno que ya había elegido otro carril. En el polo eso es infracción, un polista que ya tiene la bocha entre ceja y ceja y el caballo rumbeado a ese objetivo dice que ganó la línea, no se puede interponer un rival en ese camino imaginario hacia la bocha. Si se le mete alguno es foul.
Situaciones como esta hay miles en la vida cotidiana de los argentinos, cuestiones intrascendentes en las que nos puteamos con alguno o quizás nos quedamos refunfuñando en silencio, mirá este hijo de puta lo que hace o hasta un permitido mirá este negro de mierda total estamos en silencio y nadie escucha, pero toda esa línea media de tensión nos alimentan la bocha de rencor y nos va llenando el blíster de la manija.
Voy a una farmacia de turno en las afueras de La Plata. Se supone que es la única que está abierta en varios kilómetros a la redonda. Cuando llego tiene un cartel que dice “Vacaciones hasta el 15 de febrero”. Puteo contra el sistema, deseo que florezcan mil Farmacitys en la provincia, busco algún lugar en dónde quejarme, escribo mentalmente el mail que le voy a mandar al Colegio de Farmacéuticos de La Plata cuando resuelva el problema.
Por suerte la noche es una belleza, voy con el aire prendido y las ventanillas bajas, perdón Greta Thunberg si estoy haciendo mierda algún ecosistema pero así es la vida en este lado del mundo.
En el mail imaginario trato de ser irónico y un poco gracioso, no quiero convertirme en uno de esos hinchapelotas que se quejan de todo. Además contemplo la posibilidad de que este mail no sea leído jamás, creo que es divertido jugar con esa idea, que me permite excederme y ser libre, este mail es una botella que suelto al mar de las quejas de los consumidores argentinos.
Le dicto unos párrafos al celular pero al hacerlo se me corta la canción que voy escuchando. Cuando no estás, o me encuentro en otro lugar del mundo, canta Calamaro. Siempre me gustó esa frase porque es como si la cantara con un paréntesis “Cuando no estás (o me encuentro en otro lugar del mundo)”.
Finalmente al otro día escribo el mail al Colegio de Farmacéuticos, pero resulta ser una queja desabrida, más para cumplir conmigo mismo que para que tenga alguna consecuencia. Pero escribo también para ver si se puedo desentrañar la pregunta: ¿Por qué ayer me ardía el pecho de la bronca y eso hacía que mi queja fuera brillante, graciosa, irónica, genial, digna de recibir como respuesta una orden de compra por 5 lucas para gastar en todos los Ibuprofenos del 2021, y ahora la queja es un lamento ridículo, como pidiendo permiso?
Lo más justo sería una respuesta contundente del Colegio de Farmacéutico: Escuchame salame con pretensiones de Wainraich, si te gustan los Farmacitys porque no te vas a la Capital a comprarte chocolates en la farmacia.
El equilibrio para un buen texto sería este: traducir y domar ese fuego inicial justo en el momento en el que te parece que es una porquería. No era tan bueno antes, no es tan malo ahora.
Dejamos acá, el plural es porque esto es un ejercicio colectivo de autoayuda. Yo escribo pero ustedes leen y esa compañía se siente.
Si les gustó el newsletter lo pueden compartir con algún amigo o amiga al que le guste la lectura de ideas diversas (?) y la absurda relación entre las estaciones de peaje y las farmacias de turno. También le pueden dar like a este posteo, dejar un comentario en esta entrada, responder este mismo mail con alguna idea o sugerencia, o colaborar con un cafecito, con el que yo podría costear los Ibupiracs del 2021.
de los mejores