A Benito le vivo nombrando personajes de ficción, futbolistas, gente de la tele. Tiene cuatro años pero en su lenguaje cotidiano aparece Carlitos Pagni, Diego Sehinkman, Guido Kaczka, Hernán Drago y otras figuras estelares con las que lenta pero paulatinamente voy cargando y horadando su cerebro.
Gracias a Masterchef amplió el horizonte, se movió de la frecuencia canal 13/TN y llegó a conocer a Claudia, al “Turquito García”, Analia, a Boy Olmi, al mono de Kapanga y otros que ni yo me acuerdo. Me rio con los padres que le enseñan personajes solemnes a sus hijos o les hacen poner los dedos en V. Me rio de mi mismo, porque yo intenté con John Lennon y Paul McCartney pero ahora Kapanga. Estamos criando a un futuro panelista de Intrusos, a mucha honra, aunque creo que no va a existir más el panelismo en el futuro, con lo cual la estupidez es doblemente reprochable.
Cuando se pone medio pesado con algo le digo que es Denso Pérez, una adaptación futbolera de Enzo Pérez. Cuando no escucha algo es el Sordo Gancé, un personaje que tenía Dolina para la parte musical de su programa de radio.
Quiero que sea un niño, dice Benito, con el asunto ya encaminado para otro lado. Algunas horas después me quedo tranquilo con algo. Benito busca otro niño, a mi me identifica en el rol de padre a pesar de las payasadas que hago con él.
Todo eso me hace acordar a las frases que yo repetía de mi viejo, refranes como “Asco le tengo al frasco” o “Ventajas que da el querer, cuando el cristiano es bueno mozo”, o “más fácil que robarle los chorizos a Ricci”. Todo un léxico aprendido y extraño que a la vez me suena familiar.
Estoy nadando cada vez más y siento que estoy nadando cada vez menos. Cuanto más avanzo más quiero abandonar. Pero sigo. La extraña paradoja de lo que tenés adelante y lo que dejaste atrás. Me refiero a la paternidad, por supuesto. La natación es una excusa.
(Esta foto es en los “Ice Castles” de North Woodstock. La hizo Joseph Prezioso de AFP. Después vean lo que es ese lugar)
Un clásico de mi cerebro: gasto demasiado tiempo pensando cuánto falta para que sucedan algunas cosas: cuántos triples le faltan a Curry para ser el mejor triplero de la historia. Cuántos puntos a Lebron para pasar a Kareem y Karl Malone. Cuándo llegaremos a los dos millones de contagiados, cuando a las 50 mil muertes.
Un sueño de manual para la primera semana de terapia post vacaciones, con protagonistas esenciales como mi madre, Sol embarazada y los hijos. En la sesión le digo que me da un poco de bronca haber soñado algo tan básico y ella responde “vos lo hacés básico”. Ahora es una bronca al cuadrado.
Soñé con unos compañeros de trabajo con los que tenemos un grupo de whatsapp, pero a uno de ellos lo reemplacé por otra persona. En el sueño también aparecía un fotógrafo que venía a cubrir un incidente en una farmacia. Algunas horas después entiendo que el sueño está intervenido por lo que vi en Instagram unas horas antes, las personas aparecen con ese exacto registro visual con el que los vi. El intruso aparece con un filtro rojo. El fotógrafo está como en un segundo plano, tal como lo había descubierto en una historia (esto que escribo me genera dudas, no estoy de acuerdo con la traducción. Una “story” no es una “historia”).
En el verano un tornado pasó por Pinamar. En ese momento le preguntamos a unos conocidos si les había pasado algo pero ni se habían enterado. Mi vieja me solía escribir cuando había algún quilombo en el Obelisco o frente al Ministerio De Acción Social. Yo vivo muy cerca de ahí pero la mayoría de las veces ni me enteraba. La tele como una instancia de realidad
Pensé otras cosas también entre el sueño y la realidad, pero no las podría escribir ahora, me falta una instancia más de redes, ensoñación y realidad.
Pero me gusta la idea de que metemos a Instagram en los sueños. No sé para qué sirve pero lo voy a seguir intentando.