Nunca pido los tres deseos cuando cumplo años. Hay una sensación en ese momento que me paraliza, no es exactamente vergüenza sino algo más parecido a la incomodidad por no poder definirlo y que todos se queden esperando. Entonces soplo las velitas y chau, ahí se fueron otros tres deseos sin pedir hasta el año que viene.
Haciendo un cálculo no muy exhaustivo, porque tampoco tengo claro si esto de los tres deseos estuvo siempre presente, diría que si arrancamos con cierta conciencia vital a los 5 años, y el ritual se mantuvo estable cada año, tengo 40 años de no pedir deseos, es decir unos 120 por pedir.
Me gusta el número, la deuda que el universo tiene conmigo: el 12 es un gran número y el 120 es casi lo mismo, un cero más que es la forma que tienen ahora los chicos de multiplicar. Una forma distinta, le suman cero, suman multiplicando, seguro es mejor pero quizás después lo reviertan.
120 deseos: podría escribir ahora una lista casi sin problemas, pero no lo puedo resolver cuando me toca en vivo, bajo presión. Más fácil escribir que resolver, otra vez.
A veces pido un solo deseo como para salir del paso: “que siga todo igual de bien”. Es un deseo honesto y conservador, no ambicioso. Un deseo que me define. Que tengamos como hasta ahora, salud, trabajo, amor. El plural de “tengamos” incluye a cuatro personas: Sol, Benito, Clementina y yo. Para el resto no hay. En ese instante se me vienen a la cabeza solo ellos, por más que en el ritual del cumpleaños, ahí nomás en la torta, los que me están pidiendo que me apure, familia y amigos, gente muy querida, pero yo no. Solo pido para los míos. As así y no tengo porque disculparme. Tampoco soy ambicioso en ese sentido. Se pide para el núcleo duro.
Los deseos están a tono con mi personalidad: no hay ambición, no hay proyectos, no hay extravagancias. Que siga todo igual (de bien).
Deseos y objetivos no son lo mismo. Eso también me confunde.
1) Ganar un Oscar.
(pero no sé si es un deseo o un objetivo, porque a pesar de mi poca ambición creo que no es algo imposible. La vida es rara, podría suceder algo extraño en los próximos 4 o 5 años, una pirueta del destino. Desde luego, no como protagonista, no dirigir la película ganadora, pero quizás una contribución menor, un aporte a algún guion, contribuir al talento de muchos otros. El deseo esconde también un objetivo poco ambicioso: ganar un Oscar no como la coronación de la gloria sino por la revelación de que al final no es para tanto, una ceremonia de cartón con gente falsa, rota, quebrada, una ficción de la ficción).
Hay raíz común entre el deseo y el ocio.
Todo esto de los deseos me vino porque en las últimas semanas estuve anhelando con todas mis fuerzas que mi hijo Benito hiciera un gol en sus partidos de fútbol. Lo que más deseo en la vida hoy es eso, que meta un gol. Lo veo más entusiasmado con el fútbol y lo escucho desde afuera cómo grita los goles de sus compañeros, una explosión de su cuerpo que sale por su boca, manifestación de la alegría y la justicia. La voz cómo no le escucho casi nunca, libre, desatada. Y quisiera con todo mi ser que fuera él, alguna vez, el que hiciera un gol. Todavía veo sus miedos, desde afuera, al choque, a la violencia, al contacto físico, todos impedimentos que obstruyen su deseo (¿o mi deseo?) , y veo también cierta astucia e inteligencia táctica, todo en dosis microscópicas, desde ya, siempre analizado con un ojo absolutamente imparcial.
Van cuatro o cinco sábados, los sábados de la no escritura, que me los paso deseando un gol de mi hijo en una cancha olvidada de la ciudad de Buenos Aires. Cambiaría mis 120 deseos pendientes por un gol. Desear para otros es también una forma extraña de ambición.
Antes de ponerme a escribir este texto estuve haciendo la letra para una canción que me pasó un amigo. Ese sí que es un deseo: escribir una canción. Me entretuve mucho, aunque mi amigo me pasó la canción casi hecha y terminada, con pasajes muy bellos, letra inspirada y emocionante. Vuelo poético.
Le devolví algunas opciones, agregados a lo que ya había hecho, algunos giros a la historia. Repasé viejas conversaciones, viejas canciones que había escuchado y me parecía que podían seguir el estilo.
Escribir una canción, hacer un gol, tachar pendientes. No es poco para esta altura de los acontecimientos.
Seguimos.
Nos vemos la próxima.
EL TEXTO DE LA SEMANA ANTERIOR (a mí me gustó)
Y HACE UN AÑO ESCRIBÍA ESTE (con guiños al texto de hoy y una canción hermosa en el final)
Llegar hasta Gascón
Lunes Feriado: trabajo mientras mi hija come frutillas. Mi cerebro funciona en tres planos: uno enfocado en el laburo, otro en la custodia de mi hija, y eso incluye, en orden aleatorio y no de prioridades, que no se caiga del sillón, que no manche el sillón, que no se atragante, y un tercer plano que me dice que hay que comprar frutillas, otro medio kil…
Bellísimo texto!