Voz vegetal
¿Los recuerdos surgen de la soledad? Pienso en esta pregunta mientras escribo algunos párrafos sin mucho convencimiento de lo que estoy queriendo decir pero que me sirven para iniciar el mecanismo, soltar un poco la mano. No me gusta esa metáfora porque soltar la mano sería si uno escribiera en papel, manuscrito. También admite alguna interpretación por el lado del boxeo, soltar las manos contra el rival, abrir el round, iniciar la pelea.
Esto que está sucediendo ahora, que es un poco el método de César Aira, escribir para adelante, corregirse mientras escribe. Por ejemplo, hablar de un auto azul, pero que en realidad no es azul sino celeste. Entonces Aira no tacha el azul de la primera frase y lo cambia por celeste, sino que incluye todo el procedimiento, la parte en la que se desdice y habla de los motivos que lo llevaron a la confusión, que pensó que era azul pero en realidad siempre tuvo problemas para identificar el color, o que le recordaba a algún tono de la infancia. Ahí ya está en el cuento.
A mi a veces me resulta escuchar música, o tomar unas copas de vino o un whisky mojado con soda, ver algunos videos random en Youtube (ya pagué la suscripción Premium!, Procrastinación mis bolas), y en ese caos enganchar algo que toque una fibra emotiva. Por ejemplo ahora aparece un recital de Gustavo Cerati en San Juan.
Le doy click porque en la lista de temas veo una canción no tan conocida que me gusta mucho. Se llama Planta y me lleva directo a la adolescencia, más concretamente a ir caminando desde mi casa hasta la escuela secundaria, unos diez minutos en los que escuchaba siempre las mismas dos canciones: Crema de Estrellas y Planta, tracks 9 y 10 de Sueño Stereo. Ahora que fui a buscar en qué orden estaban en el disco descubro que las dos canciones duran 4.37 y 4.53, es decir casi exactamente los diez minutos que puse arriba medio de memoria, calculando lo que podría tardar para caminar esas tres cuadras desde mi casa hasta la escuela.
Esos 10 minutos, esa soledad: 7.25 AM en la ciudad de Bahía Blanca, un frío total, seguramente viento, de noche, escarcha en la esquina, acurrucado en la campera, pero más que todo eso la adolescencia, el tiempo hasta llegar al futuro. ¿Qué buscaba y qué encontraba en esas dos canciones un poco nostálgicas que quedaron grabadas para siempre? Son preguntas y respuestas que ya no están a mi alcance.
Algunos años después, de vacaciones en el norte, mirando el cielo caí en la cuenta de lo que podría llegar a ser una crema de estrellas, como dice la canción. En aquél cielo de Amaicha lo vi. Habíamos fumado un poco de porro prensado, una de esas primeras caladas inolvidables, y allí estábamos, un grupo de chicos bahienses y otro grupo de chicas porteñas que se estaban conociendo, amores de verano, pero aun así en ese espíritu grupal yo hice la conexión personal con esa metáfora, con ese otro tiempo que había quedado atrás: una crema de estrellas parece cubrirlo todo, canta Gustavo Cerati. Primero el mundo interior, no hay que temerle a eso. Incluso puede ser un arma de seducción, aunque parezca todo lo contrario.
Sobre “Planta” siempre me gustó la intro que tiene una tensión que luego desemboca en el estribillo que es como un estallido armónico, y la letra que dice “necesito tener amarrados los pies, en el aire sé que soy nada más que menos de lo que podría ser, me resisto a empujarte a otro juego de azar, en el aire reverbera el ansiar de mi voz vegetal”.
Es decir, así escrito no encuentro nada, sabido es que las letras que escribía Cerati podían ser escritas unos minutos antes de grabar, y también está la famosa anécdota que contó Benito, el hijo de Gustavo, cuando un fan le mandó una explicación mega elaborada sobre una letra y Benito le dijo que nada que ver, que el 99% de las letras de su papá hablaban de coger. Y también está el solo de guitarra, corto, sutil, no demasiado complejo.
Así me gustan los solos de guitarra. Como el de Something.
Esta versión de Planta, que voy a poner ahora y no al final, para que no quede tan lejos, es algo diferente a la versión original y me gusta muchísimo. Creo que hoy podría terminar acá. Si quieren colaborar con el newsletter pueden hacer un aporte económico, con un cafecito. Entran a este link y se hace una donación con la que puedo, por ejemplo, pagar la suscripción a YouTube Premium que alimenta mis horas de desvaríos y visualización de entrevistas aleatorias.
Estoy escuchando un podcast muy bueno sobre los 30 años de la reforma de la Constitución en Argentina.
Lo hizo el periodista Rodis Recalt y tiene entrevistas a Carlos Pagni, por entonces cronista de Ambito Financiero, y quien dio la primicia del Pacto de Olivos, y también a Coti Nosiglia, un personaje enigmático de la política argentina, que casi nunca da entrevistas a pesar de su enorme relevancia política.
Es un podcast para nostálgicos, del periodismo de aquellos años y también de la política. Pagni cuenta que Julio Ramos le alquiló una quinta para los 3 meses que estuvo en Santa Fe, un auto de lujo y un local en una galería, en donde se había montado una pequeña redacción. Como la quinta le quedaba muy lejos, él se alquiló una pieza en una pensión. Frente a la galería en donde estaba su mini redacción estaba el hotel en donde se alojaban algunos constituyentes, entre ellos Néstor y Cristina Kirchner.
Muchos años antes de las famosas editoriales de Pagni, y muchos años antes de las presidencia de Néstor y Cristina, hubo cenas de trasnoche entre ellos tres.
Pagni también da detalles de la reunión previa al Pacto de Olivos, un encuentro secreto en la casa de Dante Caputo. Ese hecho también lo cuenta Coti Nosiglia, clases magistrales de rosca y negociación.
Dicho todo lo bueno del podcast, voy a hablar mal de los podcasts en general. Tengo la sensación de que hay una especie de imperativo sobre todos los consumos culturales, cada minuto libre hay que aprovecharlo escuchando algo que te informe, te alumbre sobre algún tema que no conocías, te deje algo. No hay instancia de relajación, como si ir escuchando solo música fuera una pérdida de tiempo. Es un poco agotador.
Ahora estoy escuchando otro recital de Cerati, un inédito de la presentación de Siempre es hoy en Córdoba, año 2003.
No me voy a achicar: estoy en condiciones de hacer pública la más controvertida y contracultural de mis convicciones, que de algún modo se relaciona con lo anterior, con el tiempo, con los imperativos culturales.
Estoy harto de las series. Por ejemplo, estoy viendo Better Call Saul y no aguanto más tener que seguir. Yo miro las cosas con un espíritu recreativo, de entretenimiento, casi sin pasión. Hay momentos en los que miro un capítulo por día con cierta constancia, hay veces que pasan un mes o dos meses sin avanzar. Ahora retomé, estoy promediando la cuarta temporada, y me pregunto qué hago viendo esta serie, que no avanza, que está detenida en la suspensión laboral del encantador Saul Goodman, más o menos por el período en que no puede ejercer como abogado.
Siento que cada capítulo son películas que no veo, y también siento que hay un imperativo sobre el diagnóstico final de las series, cada historia tiene que ser determinante y decisiva. Y eso que estoy hablando sobre una serie que tiene un consenso mayoritario, de muy buena a excelente. Sin embargo la pregunta me viene todo el tiempo: ¿Tengo que seguir viendo la serie?
Hay reuniones sociales en las que miento, digo que sí, que vi tal serie, que me pareció extraordinaria, porque por otra parte no hace falta haberla visto para cumplir con ese ritual, la información anda dando vuelta en las redes como para quedar bien con los interlocutores de turno. Prefiero eso a bancarme el “Cómo que no viste tal cosa?”.
Cuando la semana pasada escribí sobre los temas que me interesan y las cosas que se conectan me refería a esto. En mi cabeza apareció la letra de una canción de Alejandro Lerner: Testigo del Sol. Dice así: “Nuestro amor / Testigo del Sol / que se parece tanto a la libertad”. Busco la canción y descubro que es del año 1994, el mismo en el que se reformó la Constitución.
¿El tipo siempre salía de día con la mujer? ¿De noche tenía otra? ¿Qué es lo que se parece tanto a la libertad?
Lerner me cae 10 puntos, es un tipo que parece haberse amigado con lo que le vino de fábrica, es decir un talento extraordinario para componer canciones, un virtuosismo total en el piano, pero con un espíritu menos rockero del que él hubiera soñado. Luchó contra eso hasta que logró aceptarlo. Todo esto, desde luego, pura observación y prejuicio. Ahora mismo estuve viendo algunas entrevistas que hizo (lo más famoso de todo es la secuencia en la que le muestra “Dame” a Luis Miguel; vean este video con Lalo Mir) y ratifico las sensaciones.
¿Los recuerdos surgen de la soledad? Son preguntas, dice Carlos Pagni cuando tiene que cerrar una idea. Yo diría que sí, todo surge de lo que llevamos dentro. Cerati, el que escribe las letras casi sin darse cuenta, dice esto que ahora me sirve: “Tanto irme por las ramas, ahora recorro las heridas”.
Dejamos acá.