Pienso en escribir un diario con sean tres diarios a la vez, con tres niveles de honestidad. Un diario que sé que va a ser publicado. Hay otro diario más honesto, con más riesgo y concesiones: sé que eventualmente podría ser publicado pero igual escribo con un grado de franqueza aceptable. Hay un tercer diario que nadie ve, el diario verdadero, crudo, imposible de publicar. ¿Cuál es el verdadero?
Beni me acompaña a la radio. Durante dos horas yo estoy al aire y él está jugando por ahí con otros niños.
A la salida, me dice de ir a un bar a almorzar. Digo que sí inmediatamente, no se me ocurre una idea mejor, y él mismo sugiere ir al bar Dado, en Sarmiento y Paraná, al que ya fuimos una vez también después de la radio. “Qué buen bar este”, dice, aferrado a una convicción que no sé bien cuál es pero que comparto.
Almorzamos un tostado de miga y queso solo sin tostar (él) y un árabe de jamón, queso y tomate (yo), con un vaso de soda (él) y una coca Zero (yo). Nos sentamos en la barra -porque el bar es básicamente una gran barra, no hay mesas-, y leemos: Mafalda (él), los diarios (yo). Todo sale estupendamente bien. Así da gusto empezar la semana.
A veces pienso que voy a escribir una cosa extraordinaria y a veces pienso que voy a escribir una mierda total. El consuelo es que quizás no haya tanta diferencia entre una cosa y la otra.
A la vuelta, en el subte, yo le miro un tatuaje a un muchacho muy grandote. En el antebrazo tiene una fecha, entre muchos otros dibujos. Me gusta mirar tatuajes, como cuando miras las tapas de los libros, para adivinar cómo será la persona que lo está leyendo. Con los tatuajes pasa lo mismo, le adivinas la vida. Escudos de fútbol, bandas de rock, dibujos tribales, nombres de personas y fechas. Básicamente la gente se tatúa eso. Cuando es una fecha ahí le adivinas lo obvio: este tipo tuvo un hijo. Las fechas se suelen tatuar en los antebrazos. Los nombres de los hijos también.
¿El día más feliz de tu vida es el día en el que nacen tus hijos? Es la respuesta más obvia de todas pero no sé si la más sincera. Sí es la manera más fácil de responder esa pregunta tan difícil. ¿Cuál fue el mejor día de tu vida? Si tuviste más de un hijo, ¿es igual de feliz el primer nacimiento que el segundo? ¿Y si tuviste cinco hijos? No hay chance de que el quinto haya sido igual que el primero.
Eso sí, presenciar un parto es la experiencia más abrumadora y fascinante que viví en mi vida. Pero felicidad es otra cosa.
En cambio, el día más triste de tu vida es más fácil de elegir. Casi siempre es la fecha en que se muere alguien que querés.
En el baño, Beni me dice “mirá papá”. Lo sorprende algo que nunca vio. Hay una letrina en lugar del inodoro. La otra opción que hay para hacer pis es el mingitorio pero por más que haga puntas de pie y se estire el pito, no llega.
Los pibes vienen sin el chip del asco, tocan el mingitorio, no sienten el olor a meo. Son grandes misterios. Al mismo tiempo, si la banana está apenas chamuscada por un golpe o te quedó una partecita negra de la papa en el puré, la separan con precisión de orfebre.
Se para sobre las huellas de la letrina y hace pis en el hoyo.
Hoy, que hicimos cosas nuevas y diferentes, es el día más feliz de la semana.
Leo una lista vieja de temas pendientes
Nadar (Nunca empecé)
Correr. Que en realidad es (volver a) correr. (Empecé!)
Leer “El año del pensamiento mágico”. (No)
Escribir unas ideas sobre el caminar como actividad universal. (¿Qué?)
Jugar al pádel. (Tampoco)
Comer en El Preferido. (Sí) (Sobrevalorado)
Leer “Poeta chileno”. (No, pero pensé dónde comprarlo y cuándo leerlo. Estoy más cerca)
Comprarme un whisky japonés. Hibiki o Nikka. (No, pero la rutina me llevó a tomar menos whisky. Igual son commodities, debería comprar).
Cambiar el auto. (Tiene 20 mil kilómetros más. Sigo siendo el dueño)
Comer los ñoquis de Caseros. (Y el postre de membrillos con mascarpone. Pendiente).
Ordenar. Que en realidad es ordenar(me). (Siempre).
Tomo el colectivo 39 en la esquina de Cabrera y Humboldt. Sube en esa misma parada un pibe que viene de jugar al fútbol. Nos bajamos juntos, en Independencia y Chile, después de 40 minutos. ¿Acaso él también se dio cuenta de que nos subimos y nos bajamos en la misma estación, que hicimos el mismo recorrido?
El viene de jugar al fútbol, tiene una campera rompevientos y un pantalón corto, los botines todavía puestos. Manda un mensaje para avisar que está llegando. Hace frío en Buenos Aires pero su cuerpo todavía conserva algo del calor. Yo vengo de la radio. Tengo que ponerme a escribir.
Una nueva sensación: descubro también que me gusta editarme, volver a escribir sobre lo que ya escribí. Volver sobre mí.
Dejamos acá.
Me olvidé de pasar esta nota que me hicieron los amigos de la revista Vida Cotidiana. Digo pavadas y cosas series en dosis parecidas, más o menos lo mismo que acá los sábados.
Gracias a todos los que leen y comentan, a los que dejan un cafecito para ayudar con unos pesos o los que se suscribieron en las últimas semanas para aportar una suma fija de dinero todos los meses.
Las fotos que ilustran esta edición, como casi siempre, son de la selección semanal que hace The Atlantic.
Ha sido una semana muy Beatle (y Alanis acaba de cumplir 50!)
Que placer ver la cotidianidad a través de tu mirada. Grandes textos.
Me encantan los finales de tus textos. Abruptos.