Una mirada sobre el amor
Tengo una llaga en la boca, juego con la punta de la lengua hacia la zona de erupción, una especie de adicción que no puedo controlar. Me hace mal pero me gusta. Es una cuestión de días, pienso el lunes. Pero ahora es jueves y sigue ahí, la cosa no ha mejorado (y quizás es mi culpa). Lo mismo el viernes, el juego histérico de mi lengua ahí.
Es cuestión de días.
Bienvenidos al Diario de la Procrastinación.
En la puerta del jardín de infantes en donde mi hija da la batalla de la Independencia escroleo un texto en el celular que escribió Nacho Pereyra en su newsletter que trata, entre muchas otras cosas, sobre la paternidad.
Pienso en mí y en las explicaciones que doy sobre el Diario de la Procrastinación. De qué se trata. No lo sé, un diario sobre la nada, sobre la paternidad (igual que el de Nacho) pero también sobre el duelo (el de mi madre, el de la juventud), un montón de cosas inconexas que surgen a partir de la escritura.
Creo que pasa lo mismo con Nacho. Escribimos sobre vivir.
Pero no es lo importante.
Nacho cuenta de un viaje a Napoles para tramitar unos papeles y advierte que por primera vez en unos cuantos años va a estar solo, va a ser turista, va a deambular sin tiempo ni requerimientos.
Me provoca una extrañeza leer esto en la calle, frente a otras madres y padre sque también esperan a sus hijos mientras dan la batalla contra la Independencia, dos horas con una desconocida, el primer lazo con la escolaridad y el juego con desconocidos.
Pero Nacho escribe y con él me voy de viaje a otro territorio y a otro tiempo. Hace rato que veo fotos de mis treinta y no me gusta lo que devuelve ese espejo. La nostalgia de esos días prefiero descartarla. No es nostalgia en realidad, sino un tiempo en el que las cosas no estaban bien.
Quiero irme pero también quiero quedarme en casa con mi familia, dice Nacho.
También deambula sobre la idea del tercer hijo (él también tiene dos) y una frase me hace alejarme del teléfono y del texto, me hace pensar.
Ahora somos cuatro y llevamos más de dos años viviendo en Grecia, adonde llegamos en medio de la pandemia, que dejó una huella en nuestras vidas, como en la de la mayoría de la gente que conozco.
Yo pienso que la pandemia no dejó huella en mi vida, al menos no en la dimensión personal. Por supuesto sería un necio si no viera lo que generó a nivel colectivo, la cantidad de locos, zombies, empastillados, por definirlo de una manera poco profesional pero cercana a las verdades de quincho.
La batalla de todos los días por pensar que las cosas van a estar mejor contra lo que vemos en la calle. Una obstinación que nos hace permanecer acá. A mi me gusta acá, dice Federico Peralta Ramos.
Yo busco la huella (que dejó la pandemia) y no la encuentro. Diría que la vida me quedó suspendida por un rato. Ese espejo no me termina de gustar. Pero fue un tiempo necesario que también me hizo bien.
Cambio de texto y de plataforma. Me pongo a ver en Instagram y me aparece un viejo recuerdo. La trampa de la nostalgia otra vez.
El newsletter en 2019 (apenas el N°22) y yo escribía esto.
Lunes
En el cementerio: dos hijos despiden a su madre. Abrazo a uno de ellos, le digo que lo lamento. Nunca uso esa palabra salvo para estas ocasiones. Después veo a los hijos en una escena muy tierna, consolando y conteniendo a sus propios hijos (que lloran a su abuela muerta).
Pienso que eso y no otra cosa es el paso del tiempo.
Una llaga en la boca. Juego con la punta de la lengua, la busco aunque sé que duele. Pienso que en dos o tres días ya no va a estar ahí. Otro reloj de arena.
Más adelante, ese mismo texto tiene esta otra línea
Miércoles
Benito empieza la sala de tres. Formas más convencionales de medir el tiempo.
A veces me vuelve loco estar escribiendo y sentir que me falta algo, que me olvidé de algo. Carteles que vi en la calle, sensaciones que le dicté al teléfono y ahora no las encuentro. Trato de que salgan con la propia escritura. Es decir, sensaciones parecidas a esa primera idea. A veces funciona.
Por ejemplo, ahora abro un archivo de notas y dice
Extraño mucho a mi vieja y a una masa de aire frio.
La receta siempre es la misma, una verdad personal y una colectiva. Vivir en dos dimensiones, por decirlo de una manera humilde. Porque son muchas otras dimensiones: el mundo privado, el mundo prohibido, el dialogo interior, las apariencias, las obsesiones. También eso es el Diario de la Procrastinación.
Por supuesto que la experiencia cotidiana: la que es enunciativa y que no tiene mucho misterio, la gracia aparece con la propia escritura.
Una prueba.
En 2022 me compré un almanaque chiquito para organizarme las actividades y las tareas. Casi no lo usé, aunque me gustó tenerlo por ahí dando vueltas en el escritorio.
Ahora me compré uno parecido, más chiquito aún. Me gustó que tiene unas frases en el dorso de cada mes. Por ejemplo, en marzo “El Universo está hecho de historias, no de átomos” (Muriel Rukeyser).
El almanaque lo llevo conmigo desde los primeros días de febrero. Me gusta comprar cosas chiquitas cuando cobro el sueldo. La primera semana acumulo estupideces, a partir de la segunda acumulo deudas.
No me gusta que el mundo esté regulado por algunas normas básicas. A veces me planteo: ¿Trabajo una hora o leo una hora? Yo mismo me hago las emboscadas para salir airoso. Llevo el partido a penales sabiendo que lo voy a ganar.
Repaso una vez más los lugares en donde guardo cosas que me pueden servir para escribir: son muchas y algunas no las entiendo, son metáforas de algo que no logro descifrar o son demasiado berretas o no son nada pero las quiero conservar y listo

O este hilo de retratos que fotógrafos famosos han hecho de sus parejas.
Una mirada sobre el amor y sus formas.
(algunas de estas imágenes ya las usé más arriba).
Dejamos acá.
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Nos vemos la semana que viene. Y el que quiera escuchar le puede dar play a esta versión de Arctic Monkeys