Una de caballos
Cumplió años mi viejo, este va para él y también para nuestra vida junto a los caballos.
Cuando era chico el mayor peligro era que un caballo te diera una patada. Crecí con esa máxima en la cabeza, no pasar por detrás de un caballo porque te la podía dar. Yo no entendía bien la lógica de la advertencia, porque asociaba la palabra “patada” al fútbol, la patada de los humanos es para adelante.
Quizás ahora los chicos buscan en YouTube “patadas de caballo” y ya lo entienden, pero en mi época la experiencia era todo. Lo terminé de entender cuando vi al viejo Dominella acomodar la manta de un caballo y chau. Se confió el viejo Dominella, esto lo escribo yo pero es la voz de mi viejo diciéndolo, el viejo Dominella se confió y el caballo le dio tremenda patada que además de reventarle un par de costillas le hizo volar la gorra verde. Yo no solo me acuerdo del color de la gorra sino que podría decir también que la gorra tenía letras blancas y amarillas y la leyenda “Fosfamisol”, una marca de productos veterinarios.
Estoy hablando de esto mientras mi viejo le muestra videos de caballos a Clementina para que se entretenga mientras festejamos el cumpleaños de mi padre. Ya tenía pensado escribir sobre los caballos antes de esta escena. No hacía falta este refuerzo para la idea, pero a la vez confirma lo que venía a decir. Es un eslabón más de una historia que se repite.
Bienvenidos al Diario de la Procrastinación.
REUTERS/Adrees Latif
Cumplió 79 años mi viejo. En el Facebook me aparecen algunas fotos en las que estamos juntos. Casi siempre hay un caballo cerca. Las fotos son de la época en que se saludaba por Facebook, yo usaba esas fotos viejas para escribirle algo y decirle Feliz Cumpleaños con algún mensaje cariñoso o divertido. Siempre trato de hacerme el inteligente en los mensajes, ahora lo veo más claro. Supongo que está en el manual de los clásicos de la psicología, un hijo tratando de escribir y superar al padre.
Ahora pasó la era de Facebook pero igual los caballos están presentes. Quería regalarle una foto de Gardel o de Goyeneche, pero en el mercado de San Telmo encontré unas postales con unos caballos de carrera muy lindas. Como me parecía poco, apareció también un poster hermoso que en realidad tenía adentro la partitura de un tango. El doblete, de Miguel Padula. El tango prácticamente no existe, al menos no en las plataformas en las que escuchamos música ahora. Es como si hubiera trascendido por la belleza de la portada. Nada nuevo, pasa también con los discos y con los libros. Una gran portada
En la imagen el jockey va al paso. Podría ser la escena previa a la carrera, recién entra a la pista y se pasea ante el público para mostrar sus condiciones (y para que apuesten por él). O puede ser también la caminata posterior al triunfo, o la vuelta del caballo después de la derrota. Es un andar manso.
Todo esto lo sé porque de chico mi viejo anduvo a caballo, en casi todas sus variantes. Hizo marcha, equitación, jugó al polo y finalmente tuvo caballos de carrera.
Mis amigos me escriben para desearle feliz cumpleaños a mi viejo. Una vez le preguntaron a Fontanarrosa "¿Que deseas para tu hijo?". Y él respondió: "Deseo que los amigos se pongan felices cuando lo vean venir". Esto es como la frase de Fontanarrosa pero al revés.
Hace unos cuantos años yo ya boludeaba en YouTube, aunque trabajaba en otro medio. Pero el resultado es el mismo. Encontré un video viejo de una carrera de caballos en Tornquist, una joya en VHS que alguien subió a YouTube.
De las 3 mil reproducciones que tiene el video, 2500 debe ser mías.
Cuando encontré ese video escribí este texto que comparto acá. No tengo mucho más para decir. Un dato me sorprende. Lo publiqué en un blog que escribía entre el 2008 y el 2010. Este texto es del 21 de agosto de 2010, al principio me impresionó la casualidad pero después esntendí la lógica. Seguro estaba buscando cosas de caballos porque había sido la fecha de cumpleaños de mi papá. Solo que en el 2010 cumplía 67, y en el video este que posteo tenía 45. Casi la edad que tengo yo ahora.
Se llama “Sarlanga”
No sé por donde empezar a contar esta historia. Quería arrancar por lo increíble que es YouYube pero ahora, con el correr de las horas, me doy cuenta de que eso es apenas un detalle.
Empezó el jueves a la tarde. Estaba en el diario y de repente se me vino la palabra Ferragosto a la cabeza. El Ferragosto, así creo que me vino, con el artículo y todo. A veces me pasa, que me levanto con una frase o una palabra. Son esas cosas que uno no las dice nunca y piensa que son únicas, pero quizás nos pasen a todos. Que arrancas la mañana con “colchoneta verde”, o que te estás tomando un café y de repente te aparece “Medina Bello”. Yo vivo mucho con eso. A mi me pasan cosas adentro del cuerpo que no sé si les pasan a todos, ruidos raros, suspiros, pensamientos, asociaciones, delirios, cosas que me asustan y cosas que me emocionan y que no las sabe nadie. Se quedan conmigo la mayoría de las veces. Pero a veces aparece Ferragosto y me conmueve de tal manera que necesito venir a contarlo acá, después de mucho tiempo en que no escribía nada.
Ferragosto era el nombre de un padrillo que competía con los caballos que tenía mi papá, a finales de los 80. Y como boludear en Internet es mejor que trabajar, empecé a buscar los nombres de caballos que me acordaba: Americana Neo, Utrero (que era otro de los caballos del viejo), El Golpe, Pitufina (una yegua muy mala del escribano Galmarini; los hijos del escribano le daban esas pastillas blancas de menta y después la yegua salía siempre última).
Después busqué jockeys, aunque solo me acordaba de dos: Juan Zarrazábal y el corchito Zaicovsky. Creía recordar que el corchito era en realidad Cochito, y que Zaicovsky era Jarcovsky. Lo único que tengo claro es que era petiso y ruso. Y que yo aprendí (o perfeccioné) la lectura y la memoria leyendo el programa con las carreras de caballos del Hipódromo del Club Argentino. Mi viejo estaba en la comisión directiva de carreras y entonces yo tenía free pass para todo. Entraba y salía de cualquier lugar como si tuviera las pulseras de plástico que te dan ahora para ser vip. Veía las carreras desde el lugar en donde las relataban. Creo que al relator le decían Virola, o Bedoya, o algo así. Pero arrancaba con B y tenía seis letras, tres pares de consonante-vocal.
A ver, decime las chaquetillas, me decía Virola, o Bedoya o Varela. Y yo arrancaba. Uno, blanca, dos colorada, tres negra, cuatro, verde, cinco, azul. En los hipódromos más grandes, cada stud tiene sus colores y los usa para correr, como si fuera un club de fútbol y su camiseta. Pero en las carreras de Bahía Blanca y la zona, las chaquetillas eran fijas. Si corrías con el número uno te tocaba blanca, dos colorada, tres negra… y así Virola chequeaba la memoria de un nene de ocho años, rubio corte taza, poca calle y mucho interés por las cuestiones ajenas a mi clase, a pesar de lo que dijera (y aún dice) mi mamá.
Pero el nombre que tenía que buscar era Sarlanga. Mi papá una vez se compró una yegua a la que bautizaron Sarlanga, como el jugador de Boca de los años 40, Jaime Sarlanga. Incluso mi viejo ha comentado acá con ese seudónimo, porque en realidad, La Sarlanga, así con artículo femenino, es el amor de la vida de mi padre. Y gracias a Google, a Youtube, y a la gente que pasa videos de VHS a digital, y que los sube a Internet no entiendo muy bien porqué, encontré este.
“hijo de p … de donde lo sacaste, dice mi viejo. Y arranca el relato. “Vos sabés que alegría ese día. Dios mio cuanta felicidad. Ese día y el de la carrera de Santa Rosa. Qué gloria”. Gloria dice mi viejo. Ustedes ven lo que es ese hipódromo, en Tornquist. Una carrera de caballos en la que corren tres y gana uno, 33% de chances para cada uno. Y mi viejo dice Gloria. Y yo le creo. Imaginate el que gana el Pellegrini le digo. Y después me corrijo y le digo que quizás que el que gana el Pellegrini no está tan feliz como estaba él ese día.
Retomo lo que me cuenta, vía messenger. Son frases de cuatro o cinco palabras, que aparecen una atrás de otra, a un ritmo desaforado, como si hubiera tomado cocaína. “Cuando entran a la gatera, el corazón me empieza a latir cada vez mas rápido, yo decía que larguen de una vez porque me voy a quedar acá seco, las manos me transpiraban, no quería que me hablaran ni que me tocaran, ese medio minuto debe haber sido el mas largo de la historia, cuando pasan delante mío, el caballo va adelante, pero la yegua venia con todo el tuco, las orejas paraditas, sin pegar, el otro jockey mirando al costado, es todo eso que te hace pensar, sumando datos, que lo tapaste, el fallo tardó como 15 minutos, casi empiezo a fumar otra vez, cuanto más tarda más posibilidades, porque el fallo era ventaja mínima, para uno o para otro, cuando sale el chico a poner el nro del ganador, escucho que le dice a Mario, esta es para vos marito, y volcó el nro 4 en el tablero, vos no te imaginas el griterío, los abrazos las risas los whiskys, que felicidad…”
Marito es Mario Otero, el cuidador de la yegua, de bigotes que aparece por ahí en los festejos. Mi viejo es el de boina, con pañuelo colorado. Por ahí también está Raúl Vicente Galmarini, el mejor amigo de mi viejo, allá en el 89 y también ahora, en el 2010. Al final levantan una copa, y parece que han ganado la Champions League. A mi viejo le organizan el protocolo para la foto, igual que pasa acá en Buenos Aires, cuando los fotógrafos le indican a un diputado o a un senador, mirame, agarrala, ahí, saludalo, para acá, eso. Y dicen al final: “Buena, Geddes, buena”.
Me acuerdo esa semana, de andar con mi viejo en el auto y él parando cada dos minutos a la conocidos que veía por la calle (en Bahía uno puede estar todo el día dando vueltas en el auto y encontrándose conocidos) y les decía. “vos que sabés de caballos, quién gana acá” Y le mostraba la primera foto, a cinco metros del disco, y la Sarlanga perdiendo por un pescuezo. Y en la foto siguiente, la Sarlanga adelante, por el hocico, como el Diego metiendo el puño y ganándole en el salto a Shilton. Y así una y otra vez. Mi viejo arriba de un Renault 11 azul y las fotos ahí adelante, para cualquiera, para el que las quisiera ver o para el que no, mi viejo en la cima del mundo, recién divorciado eso sí, pero con la Sarlanga adelante, arriba, ganando, campeona, en la gloria de todos los pueblos de la zona: Tornquist, Santa Rosa, Macachín, Bahía, volteándose a todos los padrillos que se le pusieran adelante, la Sarlanga, zaina hermosa, trenzas en las crines como el negro Tévez, goleadora, campeona, reina de los corazones de todos sus dueños, amor eterno a ese apellido vasco que todavía se me viene a la cabeza para decirme que en la vida hay que hacer lo que uno siente que tiene que hacer, como tener caballos de carrera y correr en cualquier lugar del mundo, para sentir la gloria, aunque sean dos o tres momentos en toda la vida, pero decir la gloria y sentir que sí, que uno la tuvo dos veces en la vida.
Después se llevaron a la Sarlanga a correr a Buenos Aires, que es como cuando un futbolista se va a Europa. Y ganó tres carreras, acá en Palermo, entre todos los caballos más grandes y mejor entrenados, hasta que el hijo de puta del gringo Bortulé, Elvio Bortulé, el rey de la recta, y el rey de los hijos de puta, la mandó al bombo en una carrera y la trajeron de vuelta para el campo, en San Blas, al sur de la provincia de Buenos Aires.
Un día lo llamaron a mi viejo y le dijeron que la Sarlanga se había matado. Así se lo dijeron. Que se había matado, como si la yegua hubiera agarrado un revolver y se hubiera pegado un balazo en la sien. Se había disparado, dijeron, así le dicen cuando un caballo se escapa. Y que en una maniobra que todavía nadie podía creer, la yegua se pisó la rienda y se desnucó. A mi viejo le dijeron de todo. No seas boludo Ruso, es mentira que la yegua se mató. Le dijeron que se la había afanado Mario Otero y que la hacía correr con otro nombre y seguía ganando guita en la zona. Mi viejo siempre tuvo dudas, pero decidió creer la versión de la Sarlanga muerta.
Ahora me sigue chateando. “La verdad fueron dos años inolvidables. Por eso yo siempre digo que los caballos me dieron más felicidad que las mujeres, y menos hinchadero de pelotas. Bueno, te dejo, la abuela está deshidratada y con muchos globulos blancos (tiene 99 años). A la noche te llamo. Beso y gracias por los recuerdos. Es como si lo hubiera vuelto a vivir. Te quiero mucho”. Yo también.
Dejamos acá. Cierro con este video de una canción que me gusta mucho. Este canal se hizo conocido por una canción de Foo Fighters, pero hay varias muy buenas. La idea es juntar a 1000 personas tocando la misma canción. Muestran la experiencia colectiva, no hace falta tocar muy bien ni ser virtuoso o hermoso. Es tocar entre muchos otros una canción, y divertirse. No hace falta más. La gloria.
Gracias a todos los que respondieron este mail la semana pasada, fueron más que lo habitual, supongo que porque abrí la puerta a la conversación.
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Nos vemos la semana que viene.
Tu viejo es ÚNICO ✊♥️