Qué difícil es escribir sobre la pavada semanal cuando la atención esta tan tomada por la coyuntura. Envidio a los que tienen la virtud de poner el foco en otro lado y pueden separar los tantos, cada tanto un flashecito a las noticias mientras deambulan por el resto. Yo trato de hacerlo aunque me resulta complicado. Creo que lo disimulo bien. Todo este párrafo para llegar al principio: qué difícil es escribir sobre la pavada semanal cuando la atención está tan tomada.
La pavada semanal dicho con el mayor de los respetos; acaso mi obra -qué osadía hablar de obra, pará flaco- digamos mejor mis textos, se nutren casi exclusivamente de la pavada semanal, el afiche despegado en la calle que deja ver otro afiche detrás y arma una imagen nueva.
A esta altura del año yo quisiera estar hablando sobre el trascendental asunto de tener a las criaturas en casa, ser su esclavo full time, serviles soda, atender las demandas en espejo, ese fenómeno por el cual el más grande te pide algo y la chiquita lo imita.
O ese subgénero hermoso de la paternidad que es llevarlos al trabajo, que vean al papá rodeado de otros adultos, el papá incluso siendo más gracioso que en casa, o también más opa que en casa, eso dependerá de la mirada del hijo y ahí no podemos meter ninguna ficha. Lo concreto es ofrecer un registro diferente para el pibe, sacarlo un poco del papá superhéroe, en este caso con el super poder de servir 378 vasos de soda sin emitir queja alguna.
Pero las cosas no están como para hablar de eso, así que voy a hablar de lo otro.
Siento que hay una nueva grieta, o en realidad una reversión de la misma de siempre:
Por un lado un grupo representado por la política tradicional, el progresismo, la izquierda, los medios (o la mayoría de ellos salvo Rivadavia y La Nación+) y por el otro los libertarios, una porción del gorila más classic, muchos jóvenes fuera del sistema, muchos iluminados por esta era celestial, un nuevo grupo social que discute y que le dice a la otra: ¿Cómo es que no ven lo evidente?
Básicamente de eso se trata. Un grupo que le dice al otro “¿Acaso no ven lo evidente?”. Y viceversa. Dogmatismo y fe.
En casa hay veces que tengo la sensación de que no me entra una sola línea de diálogo más que emiten mis hijos.
Miren tele que papá está trabajando.
Está bien que la criatura lobotomice un poco su bonete, el tema es que hay que generar más tarde una tanda de desgaste físico, porque sino llega la noche y están frescos como una lechuga, todo lo contrario al padre que no tuvo espacio para airear el coco, tomar un café mirando una ventana, a ver la gente pasar, como dice Andrés de Pueyrredón y Santa Fé.
Por ejemplo ahora, que me vine a un café a escribir mientras los niños están al cuidado de lachicaquetrabajaencasa, y a pesar de haber querido experimentar y meterme en un café nuevo, acaso la peor decisión que he tomado en el último trimestre del 2023, escribí un montón y ordené mi cabeza. Una hora brillante.
No obstante, a esta altura del año los papas somos zombies, dormimos mal, nos alimentamos mal, casi siempre un derivado de las harinas con queso. Lo único que cambia es la forma.
Y vamos por la vida con la ilusión de que algo va a cambiar el 1ro de enero aunque seguiremos igual de cansados. Es un reseteo que oxigena, ver el calendario indemne. El otro día jugué a ese jueguito de ver el 2024, explorar qué día caen los cumpleaños, y reparé en el dato de que ya viví más en este siglo que en el anterior. Me resultó impresionante aunque no supe entender por qué.
Ahora ya casi sin ideas abrí el anotador de cositas que tengo y recordé algo.
Caminando por la 9 de Julio, más específicamente por Bernardo de Irigoyen, casi llegando a Belgrano, antes del nuevo mural de Messi, se me cruzó un gatito y lo pisé sin querer. Fue una sensación física muy fuerte, sentí los huesos del gato bajo mi pie, sentí también el temor de reventarle la manito y al mismo tiempo advertir que era como pisar una materia cartilaginosa, algo como de goma que se expandía para soportar mis 70 kilos.
Fue una sensación extraña también porque por lo general el gato es intrépido, no se deja pisar, escurridizo, no es boludón el gato, y acá sentí que algo había fallado en la matriz genética de este bichito zonzo.
Un par de días después, una paloma sobrevolaba a media altura y rozó mi cara. Sentí también un estremecimiento parecido, la secreta convicción de que algo había fallado en el vuelo de ese animal, que por lo general te esquiva como Tom Cruise a los torpedos. Pero acá venía también con el instinto averiado, un error de cálculo. Y la secreta conexión de las cosas: ahora estaba caminando por Lima, algo así como la vereda de enfrente del episodio anterior, a la misma altura.
A partir de ahora, la zona de los animales fallados.
Ultimo contacto animal: llegando a casa una madrugada sentí que algo caía sobre mi mano. Sentí solo el peso de la materia sin advertir que eso que hacía contacto con mi piel era una rata. Y, en retrospectiva, ese contacto Diego-rata se resignificó por completo, una sensación de asco insuperable que no tuve en un primer momento, pero ver el bichito escabullirse me hizo sentir cosas hacia el pasado, y también hacia el futuro, incluso activó el botón de la paranoia por las altas probabilidades de tener una enfermedad viral. Un momento primitivo de las cosas.
No tengo definido qué voy a hacer con el newsletter durante el verano, muchos de mis colegas cortan hasta febrero, yo creo que voy a seguir unas fechas más de enero porque no me voy a ningún lado, aunque también me da fiaca, porque imagino a la gente en la playa y no sé si van a estar para leer nada. Básicamente, me da bronca escribir y que nadie lo lea, o que se lea menos. Pero son rayes sin sentido. Es un ejercicio de escritura y estar solo en enero en Buenos Aires siempre es tierra fértil.
Por lo pronto, aseguro un newsletter más para el 30 de diciembre, último del año. Y después iremos viendo qué depara el destino, a contramano de lo que dicen los manuales del éxito, menos planificación y más instinto (que no será un manual de nada pero bien puede estar impreso en un almohadón en una casa de decoración que se llame Full Life Deco).
Los fotos de los animalitos que decoran esta edición son las mejores fotos de ciencia de 2023 vaya a saber según quién. Pero son.
Dejamos acá.
Rompo las bolas por última vez con el asunto monetario, acaso más justificado que nunca por el asunto de Papá Noel
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Nos vemos la próxima.
¿Quién será y cómo estará la niña Chipi Chipi? Son preguntas, diría Pagni.
Hermoso Diego, es un diciembre dificil. Suerte con los cachorros y feliz año nuevo ❤️