Un método propio
Lo que enseña la paternidad y lo que se aprende en el camino. Dos naranjas y un limón, la fórmula del pesimismo. Auriculares sin cable y recorridos sin destino.
Benito tiene una técnica para dar vuelta las medias: cuando están al revés se las pone igual y se las saca y dice “mirá, ya están al revés”. Yo lo miro y en lugar de corregirlo lo dejo hacer, porque me parece que ha dado un paso fundamental en su vida: encontrar una manera de resolver los problemas, que quizás no es la más eficiente pero es la suya. Un problema y una solución. Un método propio
Con la psicóloga hablamos de la procrastinación y yo entiendo cuando ella tiene que descargar su manual de palabras sobre el deseo reprimido y demás, para eso estudió seis años y para eso acordamos vernos toda la semana. Yo la dejo seguir pero a veces intervengo. No quiero que me gane todos los partidos. A veces quiero empatar. Entonces arranco con que también la procrastinación es un método, mi método, y que en esa paja abulia mental se cocina también las ideas, toman forma, fracasan y vuelven a aparecer, las ideas buenas se consolidan y algunas hasta mejoran, que la paciencia también es importante, es prima hermana de la Procrastinación, la prima buena, la que te mejora. Y a veces, solo a veces, entiendo yo mismo en el monologo de defensa que yo también tengo un método, quizás no el mas eficiente, pero es el mío.
Bienvenidos al Diario de la Procrastinación.
Sam Yeh / AFP
Hace dos meses que desayuno cada día dos naranjas y un limón y me gustaría ver los resultados. Los resultados suena muy ambicioso. Algún resultado. Algo. Pero nada, no hay satisfacción en absoluto. Hay migrañas y alergia como siempre. Mocos y dolor de garganta. Los chicos me contagian los mocos y su estado gripal que es apenas menor, no me tumba, sino que convive conmigo hace dos meses, un malestar constante como si fuera un peaje de la paternidad.
Me cago en la naturaleza y en la vida sana, me cago en el día nacional de los cítricos y en el desayuno saludable. La vida sigue siendo una mierda por más que te alimentes bien. Mil días de salir sin desayunar, o de salir con una galletita de agua para sentirme igual a como me siento ahora, desayunado con la potencia de la vitamina C.
Mi sobrino me pregunta si Benito ya lee y yo le digo que todavía no, que junta las letras y a veces reconoce las palabras, pero que las reconoce más por la forma de las letras que por la idea de la continuidad. Ni siquiera entiendo bien qué es lo que le quise decir pero si me acuerdo la respuesta de mi sobrino. Bueno, eso es leer.
Estoy en contra de Walt Disney y muy a favor de las farmacias.
Larga vida a la química y a la venlafaxina. Larga vida a los polvos blancos que nos alegran la existencia, al ibuprofeno que en ocasiones me salva de una ciática horrorosa. A la pasiflora en extracto seco, me da igual. Estoy más cerca que nunca de esas pastillas, me las tomo sin pensar y sin ningún miedo. . Antes les tenía respeto. Ahora me he dado cuenta de que no pasa nada, de que solo la mejoran a una. Cuatro, cinco, seis comprimidos al día. Parezco una mujer vieja cuando hablo de sustancias analgésicas o que tienen que ver con la serotonina. Lo sé. Sin embargo mi aspecto es joven. En eso me parezco mucho a mi madre, para que negarlo.
Soy una niña por dentro: parloteo, me divierto en el parque con otros niños, me cuelgo de un columpio como un mono involucionado. Nunca dejaré de hacer esas tonterías, total, no me ve nadie.
Fármaco, de Almudena Sánchez. Un libro sobre la depresión.
Una cosa buena de exprimir naranjas cada mañana. Me di cuenta de que el ruido que hace la juguera es parecido a la intro de La Fox. Estoy tratando de componerla. Desayuno con jugo de naranja y juego a sacar la canción.
Estoy leyendo también “Cuadernos”, de Andrés Di Tella. Es un libro sobre el cine, sobre los documentales y sobre la idea de la participación en el proceso, algo así como la primera persona en la escritura. Por momentos tedioso pero necesario también para entender porque todo lo que leo viene por ese camino.
Estuve buscando un texto interesante sobre la primera persona, la necesidad de lo autobiográfico, pero no lo encontré. Un newsletter fallido. En realidad, un newsletter que se va haciendo, cada semana. Lo que viene siempre es lo mejor.
Me regalaron unos auriculares sin cable. Los primeros días en que los uso estoy maravillado con el aislamiento, siento mis pasos como si fuera un astronauta. Camino por la calle escuchando en podcast de Fierita. Me resulta increíble como no llegué a este podcast antes, ya va por el capítulo 270 y yo recién llegado. Me identifico con lo que me pasa en este newsletter, a veces escribo agotado y sin demasiadas respuesta y hay gente que acaba de llegar. Advierto que Fierita está en el límite, agotado, deprimido, y sin embargo sigue.
Me gustaría hacer algo parecido a lo que hace Fierita, un podcast diario de 10/15 minutos. Una pequeña epopeya diaria. Camino aislado de todo con mis nuevos auriculares, pienso en la artística, en la idea de empezar algo. en el medio me aparecen escenas de mi hijo escribiendo letras, nombres de futbolistas de la Copa América. Llegar cansado y escribir “Alexander Dominguez” o “Fabinho” o “Cacu Romero Gamarra”. Todavía manda algo del azar de los nombres, una cosa lúdica más que fanática.
Hay sido un largo día, una semana intensa, pero llego con lo último a escribir lo que me queda. Una prueba de vida, como dice Fierita. Pero en este caso, una prueba de vida personal: empecé a entender de qué se trata el conurbano, esos pequeños pueblos que tienen cerca una autopista para llegar al Obelisco.
Dejamos acá. Nos vemos la semana que viene. El que quiera colaborar con un cafecito me ayuda un montón, yo a veces me compro algún libro que cito acá, o a veces ayudo a algún otro newsletter copado, aunque también puedo pasa que compro pan para ir a un asado, aunque a la vuelta de ese asado empiezo a cocinar eso que puse del conurbano.
Nos vemos la semana que viene.