Un decálogo fallido
Ideas sobre la escritura y sobre el paso del tiempo, recetas para que el camino sea menos tedioso. Los hijos, las mascotas y las redes sociales.
Desde hace tiempo que quiero hacer un decálogo. Me gusta la estructura y es algo sencillo y también un poco pretencioso (¿Quién sos para hacer un decálogo, maestro?) Pero lo quiero hacer y no veo razón para seguir postergándolo (procrastinándolo).
Esto lo escribí el 2 de octubre.
Me acordé de que lo tenía escrito y guardado porque leí un decálogo sobre la escritura y uno de los puntos habla de dejar descansar el texto. Escribir ahora y editar en seis meses.
Lo contrario a lo que hago yo todos los viernes y a lo que hice casi siempre que fui periodista. Ir a ver algo, volver en un remis y pensar en el camino de vuelta en lo que había visto, escribir. Algo así como tres actos.
A veces me dormía en el remis y me faltaba una instancia. Cuando pasaba eso me comía un tostado árabe de jamón y queso en el bar del diario, para ver si podía reemplazar ese tiempo de distancia y asentamiento de lo que había visto. No pasaba, pero qué ricos eran esos tostados. Miguel era el mozo que te los servía, hacía unos dibujos increíbles en su tiempo libre (que era poco). El bar daba a la calle Tacuarí, en el otro extremo, sobre la calle Piedras, tenía su oficina Hermenegildo Sábat, una leyenda del periodismo gráfico.
Esto que acabo de escribir tendría que estar en mi decálogo. La deriva de las ideas. Escribir es un camino que va abriendo otros caminos. Escribir no es la Ruta 2 de Buenos Aires a Mar del Plata.
Bienvenidos al Diario de la Procrastinación.
Sajjad HUSSAIN AFP
Un decálogo me ayudaría a resolver un problema que vengo teniendo con la duración del newsletter. Nunca sé si escribo mucho o escribo poco. Nunca sé si la primera parte es demasiado larga y la segunda demasiado corta. La respuesta es “no importa, el próximo veo”.
Un decálogo soluciona eso: en el punto 5 sé que estoy por la mitad, en el punto 8 sé que tengo que empezar a achicar las ideas, en el punto 9 me tengo que ir despidiendo y en el punto 10 no debería tener más nada para decir.
Pero por definición creo que este diario funciona al revés. En el punto 1 no tengo nada para decir, en el punto 3 empezó a andar la rueda de la deriva, en el punto 5 mi algoritmo mental ya me llevó a imaginar el discurso que voy a dar cuando me gane un Oscar (o un Martín Fierro), en el punto 7 transito el camino de la depresión y el hartazgo. Puntos 8 y 9 se escriben mientras veo los mejores goles del Burrito Ortega y el anuncio de la renuncia de Cavallo narrado por Daniel Hadad (atentos al aporte del maltratador Anthony Lija a los 40 segundos)
La lección sería: escribir ayuda a escribir. Por ejemplo, cuando empecé, la idea de Mar del Plata y la Ruta 2 no la tenía, solo apareció con el desarrollo. No digo que sea una gran idea, pero es algo.
Benito dice 25 veces por día: “¿Te pido un Cabify?”
Benito dice 25 veces por día: “Me quiero ir a mi casa” (y está en casa).
Benito pregunta por la muerte, por la tumba, por el cielo de los niños, por el cielo de los perros. Hablando de esto, los que tienen una mascota y la comparan con un hijo: ¿Acaso el perro les pregunta por su propia muerte? ¿Les pregunta por la oscuridad de la tumba? ¿El perro les pide un Cabify?
Un decálogo podría ser un compendio de diez buenos decálogos.
Por ejemplo, del famoso decálogo de Horacio Quiroga me gusta este punto.
“Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia”.
O este de Joyce Carol Oates
“Mantenga el corazón alegre, esperanzado. Pero espere lo peor”.
Este otro de Julio Ramón Ribeyro me gusta por la eficacia, aunque no sé si estoy de acuerdo.
“La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada, y si es inventada, real”.
Una idea de Andres Neumann, concreta y sin muchas vueltas.
“Corregir: reducir”.
La última, de Augusto Monterroso
“Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor”. (yo creo que se puede aplicar a cualquier cosa, un herrero o un presidente)
Una enumeración también es en cierta forma un decálogo. Me gusta esta que hace Fito Páez en la canción “Al lado del camino”.
Los libros, las canciones y los pianos
El cine, las traiciones, los enigmas
Mi padre, la cerveza, las pastillas, los misterios
El whisky malo, los óleos, el amor, los escenarios
El hambre, el frío, el crimen, el dinero y mis diez tías
Me hicieron este hombre enreverado
Esta semana, antes de cantarla en el Movistar Arena, Fito dijo algo muy lindo. Esta era una canción que había escrito hace mucho pero que lo seguía representando y que la volvería a escribir tal cual.
En esta nota Romina Paula habla de escribir y tener hijos (con una enumeración)
“Maternar se parece bastante al ejercicio que habría que hacer para escribir, el de criar: estar receptiva, flexible, atenta, permeable, lidiar con la frustración, habitar la alegría, no ponerse ansiosa, escuchar de verdad, ser indulgente y firme al mismo tiempo, y siempre esto de intentar ver todo como si fuera la primera vez, para combatir la alienación”.
Y un ratito antes de esa respuesta hay otra cosa hermosa. “Ver a alguien vivir y tener cierta responsabilidad sobre eso es una interpelación constante”.
Benito terminó el jardín. Fue tan movilizante como pusieron cada uno de los padres y madres que inundaron las redes sociales en esta semana. En nombre de todos ellos les pido perdón a los dueños de las mascotas.
Pero la pregunta que me hice todo el tiempo fue otra: ¿Por qué o por quiénes me emocionó tanto la ceremonia? ¿Por él? ¿Por mí? ¿Por los que ya no están?
Esta semana me acosté a dormir una siesta de 22 minutos, de 16 a 16.22 y en el momento de acostarme me tapé la luz de la ventana con la mano. Y en esa acción tan sencilla y primitiva reconocí un gesto de mi vieja, me vi yo mismo imitando una postura que hacía ella al dormir la siesta y no pude evitar la pregunta que me aparece cada tanto: ¿Cómo puede ser que ya no esté en este mundo? Así de sencillo e inexplicable. ¿Cómo puede ser que ya no esté en este mundo?
Y yo sé que de algún modo está, sé también que la presencia física se convierte en otra cosa, sé también que está en el corazón de muchas personas. Pero igual reclamo, una vez más, lo dicho: ¿Cómo puede ser que ya no esté en este mundo?
Igual la pregunta vino sin angustia. Pude cubrir la luz, pude dormir la siesta, algo así como de 16.06 a 16.22.
Cuando llegué al café me pedí un tostado.
Dejamos acá.
Seguramente este que pasó es el último de 2021. No voy a escribir el viernes 24 ni mucho menos el viernes 31, aunque algo va a aparecer en sus correos al día siguiente. Un decálogo podría ser, porque al final tampoco estuvo en este. Este también es el Diario de la Improvisación.
Gracias por acompañar con la lectura cada semana. Gracias por las recomendaciones en redes sociales (soy @diegogeddes en TW y en Instagram). Gracias por los cafecitos, (si quieren pueden cliquear en la palabra “cafecito” para hacer un aporte simbólico de $$$ para el newsletter).
Les dejo un gran abrazo y espero que tengan una buena semana.