Un bolero de soledad
Natalia Lafourcade, la detonación controlada de la calle y las reglas propias para escribir. Una idea de liderazgo, una fantasía.
Hay una carnicería nueva en el barrio, tiene buenos precios y buenos cortes. Pero sucede que no siempre la encuentro. Es una esquina que no logro identificar. Hoy vi cuando bajaban la persiana y me di cuenta de que estaba en una esquina que siempre veo con atención, porque tiene una pintada que no llego a entender. Nadie Nace Cis, dice en letras negras. Yo tengo amigos que militan esas causas, tengo también a google para preguntarle, pero algo me detiene y prefiero no saber. Esas tres palabras de la consigna quedan ahí sueltas, como una poesía cortita, un haiku, medio cacofónico. Pero es la esquina que veo siempre, cuando es carnicería y cuando es pintada. A partir de ahora “Nadie nace cis” es la carnicería, una regla mnemotécnica pero al revés, sin lógica.
O la lógica de las reglas propias. Este newsletter se trata de eso. Bienvenidos al Diario de la Procrastinación.
CHARLY TRIBALLEAU / AFP
Esta semana estuve caminando por el barrio, mientras sonaba un disco muy bonito de boleros y canciones clásicas. Pero la calle estaba detonada, miles de personas marchando por la 9 de Julio y miles de personas puteando desde sus autos.
Pero si a primera vista se veía conflicto, en realidad todo tenía una armonía medio imposible de entender, una guerra civil inminente pero contenida, un combo de tensión que vaya uno a saber para dónde se dispara.
Decidí parar en un bar de la avenida Belgrano y Lima, era la esquina más caliente del conflicto. Me di cuenta porque adentro había dos policías comiendo y mirando la marcha, esos policías de inteligencia, que tienen la particularidad de que no pueden camuflarse, a pesar de que lo único que tienen que hacer es camuflarse, para mirar y que no los vean.
Los tipos comían un filet de merluza con puré mixto y yo decidí comer lo mismo que ellos, pese a que había entrado a tomar un café. Pero algo de su plato y su postura me contagió. De hecho, me puse a sacar fotos de la marcha, cuando un camión intentó cruzar la 9 de Julio porque les explicaba a los que marchaban que tenía que ir ahí nomás, a dejar unos materiales, y los tipos no, que si te dejo pasar a vos tengo que dejar pasar a todos. Ahí pensé que se pudría, entonces agarré el teléfono y saqué unas fotos desde la ventana. Y los policías me miraron y yo pensé: ellos creerán que yo también soy un servicio. (Ahora veo las fotos que saqué entonces y no se entiende nada, no hay tensión ni conflicto. Por eso no cualquiera puede sacar una foto, por más que uno la haya visto. Una cosa es ver la foto y otra cosa es tener la foto que viste).
Para distraer a los policías mandé un audio a un redactor que me había hecho una pregunta. Me hice el serio, como si realmente fuera un jefe, dí dos o tres órdenes de cartulina y después cerré con un chiste de fútbol, supongo que eso hacen los jefes. Pero todo con criterio, porque las órdenes eran precisas y tenían sentido, y la chicana futbolera era adecuada, porque este muchacho es hincha de Banfield y hoy Banfield juega contra River.
A veces paseo por los shoppings y sueño con comprarme ropa para ser jefe, una ropa moderna, formal pero también un toque descontracturada. Dos o tres sacos, algunos pantalones coloridos, unas camisas nuevas. Gastar 200 lucas en ropa para convertirme en alguien que no soy ni quiero ser. Pero andar por el nuevo trabajo así, imponer liderazgo desde la presencia. Y que la gente hable de mi. Pero de otro.
La cuestión es que quisiera vestir así como los jefes y trabajar así como trabajan los que visten bien, hacer reuniones, proyectar cosas, flechitas para acá, flechita para allá, unas palabras en inglés para quedar como un boludo pero en otro idioma. No tener conciencia del ridículo, no pensar en el costo de las decisiones, que todo sea futuro. Atender llamados y estar estresado.
Pero pienso todo esto mientras escucho a Natalia Lafourcade cantar un bolero hermoso, que dice
Que me cante el mar
Un bolero de soledad
Que me cante el mar
Que ando sola, con soledad
Y entonces entiendo que no va a poder ser, porque las decisiones que tomo son bastante poco rigurosas, entrar a tomar café y terminar comiendo un filet de merluza con puré mixto.
Esa mañana había desayunado el jugo de dos naranjas y medio limón. Al mediodía había comido pochoclo y eran las tres de las tarde y no tenía hambre. Me dolían un poco el hombro*, me dolían las piernas, tenía sed y miraba como una marcha avanzaba por la 9 de julio.
(*había escrito esto: “Me dolía un poco el hombre”. A terapia voy los martes pero como todavía falta dejo esta aclaración como para no perderlo).
Me quedé en el bar hasta que se fueron los policías, pero se fueron demasiado rápido, quizás no eran policías. O quizás sí eran policías, policías que sabían camuflarse. El modo de desorientar era este: no actuar de acuerdo a lo esperado. Por eso pidieron filet de merluza y no milanesa napolitana. Pero la gaseosa no era light, entonces quizás sí eran policías que no sabían disimular.
Todo esto mientras suena una canción de Violeta Parra.
Una vez le encargué una nota a un redactor. Yo era joven y editor, él era experimentado y redactor. Lo más lógico hubiera sido al revés pero en los medios no siempre hay lógica. La cuestión es que tardó más de un mes en entregarla, pero me contó que su investigación le había llevado 28 días de recorrer la biblioteca nacional y la del congreso. En el día 29 alguien le explicó que había buscadores de Internet y lo resolvió enseguida. Todavía escucho su voz: “encontré una cosa fantástica, se llama google (pronunció la doble o, go-o-gle, no guguel). ¿Qué será de su vida, 20 años después? Yo hoy siento que soy como él, y no me rio. También me olvido de las cosas.
Me gustó este jueguito con este poema de Borges.
Lo estuve pensando durante mucho tiempo y creo que una cosa es que te guste una línea del poema y otra es que te guste ser alguno de esos protagonistas.
Yo sé que línea me gusta y sé quién quiero ser.
Dejamos acá.
Gracias por los comentarios que hacen en redes sociales, son muy generosos por compartir. Dejo cafecito para los que quieran aportar. Ya son más de 2 mil los que leen este newsletter un poco inclasificable. Se están cumpliendo en este mes tres años desde que lo escribo y todavía me cuesta definirlo, así como me cuesta cada viernes escribir y tratar de ser original. Pero sí trato de ser honesto, y trato también de escribir algo, aunque muchas veces digo, ya fue, hoy no escribo. De hecho hoy iba a empezar así: que tal si no escribo y lo pateo para el lunes, total es fin de semana largo.
Y siempre pasa lo mismo, termino escribiendo de más, incluso para esta despedida final. Con la lógica de las reglas propias.