Serpiente bonsai
Los textos que se repiten para explicar la paternidad. Un viaje al pasado que también es el presente. Un demo de Calamaro.
Esta semana estuve leyendo diarios viejos, los primeros que escribí hace justo tres años. Me sorprendió leer algunas cosas que tienen una conexión directa con el presente. Un viaje al conurbano para una nota que se reactivó esta semana. La vuelta con el profesor de tenis, una metáfora con Benito que incluye a un álbum de figuritas. Armé un texto con todo eso, porque estaba un poco aburrido y porque ya estaba dicho lo que quería decir.
Hoy vuelve el Diario de la Procrastinación, de lunes a viernes, como en los viejos tiempos. Y quedó un Diario de la Procrastinación escrito que no me gustó y archivé. Algo que no había hecho nunca hasta ahora. Algo extraño debe estar por suceder.
Bienvenidos al viejo Diario de la Procrastinación.
BARBARA DAVIDSON / AFP
Lunes
Empiezo la semana bien temprano en el conurbano profundo. Siempre hay una rotonda en obra o un auto de los 70 cortando el paso porque rompió el semieje después de hundirse en un pozo. Los tiempos del conurbano son otros.
Hago tiempo en una estación de servicio. Pido café con solo una medialuna porque las veo poco apetecibles. La promo del café con las dos medialunas es más barata que pagar un café y una medialuna, me explica la empleada. Me como las dos medialunas -efectivamente feas- mientras el café se enfría un poco. Leo los diarios.
Del mostrador me llevé un volante maravilloso. “El Uber del conurbano. Buscá Diego Remis en app store”. Debería contactarlo ya, mientras hago tiempo: el celular está impreso en el volante. Pero sé que no lo voy a hacer y que algún redactor pujante de Infobae lo va a publicar.
Un poco me voy a querer cortar las bolas.
Vuelvo a la redacción en un remis de los del conurbano profundo. Su chofer es un hombre de pelo largo, parecido a Félix Díaz. Ataca sin piedad los baches del conurbano pero parece mareado cuando me deja en Palermo. En la ciudad todos queremos hundirnos en un pozo. Le indico un camino de vuelta y me despido: nunca más lo voy a volver a ver.
Martes
Hoy es un día importante: mi hijo (dos años y medio) tiene el acto de fin de año en el jardín. Se despierta a la mañana y dice “no quiero ir”. En la entrada al salón de actos hay un cartel que prohibe el uso de teléfonos celulares: estimo que es un cartel que quedó de otro tiempo, porque durante el acto hay más celulares que en un recital de Coldplay (incluye el mío, por supuesto). Muchos de los presentes pagamos 300 pesos para tener fotos y videos del acto que estamos filmando.
El acto: en los primeros cinco minutos bailan solo las maestras. Hablan de que la vida es un álbum de figuritas que hay que llenar. Me pregunto que pensará mi hijo, si estará aterrado detrás del escenario, si no tendrá ganas de irse a la mierda. Cuando entra para sus 10 minutos de acción lo veo que mira a la platea, nos está buscando. Sé que le molesta el ruido y las luces.
Cuando está a punto de largarse a llorar una maestra lo rescata del escenario. A los cinco minutos está a upa de Sol, mirando el acto. Se sacó la gorra y ahora parece disfrutar lo que sucede.
A la noche, en la bañera, Benito dice “mirá papá, mirá esto”: me quiere mostrar como hunde lentamente la palma de la mano, cómo rompe esa primera capa del agua. Mientras lo imito como un autómata, medio dormido, caigo en la cuenta de que ese juego me resultaba igualmente alucinante cuando tenía su edad.
Miércoles
Sol toma un avión casi a la madrugada. La escucho irse y pienso en los días que se avecinan, sin su contención. Casi por reflejo, la casa empieza a derrumbarse: se rompe el lavarropas, un vidrio del living estalla. Tengo que ocuparme de estas cosas antes de que ella vuelva.
Desayunamos con Benito en el Mercado de San Telmo, yo salgo de mi casa con una remera de Oasis y cuando llego está sonando Oasis en el café. Siento una satisfacción absurda, nadie repara en la cuestión.
Tenis, cuarta clase desde que retomé la actividad. Peloteamos intenso y con continuidad. El profesor me elogia varias veces el timming con el que le estoy pegando a la bola. Busco una definición de lo que es el timming y Wikipedia me habla del uso del ritmo, de la velocidad y de las pausas en ramas artísticas como la música, el teatro, la literatura para lograr un efecto dramático. Habla también del humor y de las artes marciales. Cada vez que juego al tenis pienso en algún momento en la escritura (no en la literatura; en la escritura).
Sueño con serpientes y con una foca que tiene forma de serpiente. Tiene un cuidador que la fue amoldando, como si fuera un bonsai, para que se asemejara al resto de sus animales. Lo importante del sueño es esta idea, que la foca pequeña se hizo bonsai.
Otro sueño, con abejas borrachas. Lo importante del sueño: las abejas se retuercen en el piso y yo no pienso que se estén por morir envenenadas, sino que están borrachas.
Jueves
Otra cosa que leo en Facebook. Una madre evoca los dos primeros años de su hija: “Sos luz, amor y paz”, le dice. La paternidad sobreadjetivada me da náuseas. Un hijo es alumbrado, barrido y limpieza. Y eso también es amor.
Al costado de la ruta, veo las excavadoras que siempre señala mi hijo cuando tomamos este mismo camino. Cuando sos padre vivís con la voz en off de tu hijo. Cuando veo una excavadora, cuando escribo la palabra excavadora, siempre aparece su voz de sorpresa: "mirá papá, una excavadora". La paternidad: una máquina gigantesca y poderosa que se clava en la tierra y remueve porciones de una superficie que parecía consolidada.
Viernes
Tengo la boca llena de llagas (adivinen que diría la psicóloga). Camino con Benito por el barrio. En su mano derecha siempre lleva un autito. Me hace acordar a un prensero al que le decían “el hombre de la mano de vidrio”, porque siempre tenía un vaso de whisky en la derecha. Benito sería “el hombre de la mano de autito”. La mano izquierda la usa para tocar las etiquetas de la ropa que lleva puesta. El dice que son las “soluciones”. Cada vez que se pone una remera o un buzo festeja y dice “tiene soluciones!!!” Como padres, entendemos su lenguaje y le traducimos al resto: quiere decir “instrucciones”. Mi psicóloga diría que Benito sabe perfectamente lo que quiere decir.
MARTIN BERNETTI / AFP
Dejamos acá. Me gusta esta foto para cerrar porque habla del futuro. Me gusta pensar en el futuro y en los cambios. También me dan miedo pero no importan. El newsletter debería cambiar, o debería cambiar yo para que cambie el newsletter. Los proyectos se van construyendo demasiado lento en mi cabeza, una maceración de masa madre. Pero también confío en el tiempo y en la paciencia. Nos vemos la semana que viene.
Gracias por compartir el newsletter y por las contribuciones vía cafecito. Los dejo con un primer demo de “Todo lo demás también”, que cantamos mucho en casa esta semana. Una curiosidad: la letra es casi igual, aunque cambia un detalle que casi no afecta a la métrica.