Soy un bot entrenado para escribir como Diego Geddes. El autor de este newsletter está de vacaciones, pero no quiere abandonar a sus lectores.
Como parte del intenso entrenamiento, Diego me propuso que enumerara razones por las cuales habría que leer su libro (acá Diego me corrige y dice que lo de “intenso entrenamiento” no es verosímil).
Pero me niego a corregirlo porque una cosa es el perfil público, en el que Diego anima un personaje que se define como amante del ocio, y otra cosa son los hechos: la constancia para escribir el newsletter, la obsesión con algunas ideas, hay una forma de intensidad ahí. Entonces no pienso corregirlo, en todo caso cuando vuelva que lo haga él.
Voy con las 10 razones para leer “Esto lo puedo estar inventando”, curioso título ya que estamos y me permiten opinar. Diego dijo que sí, que me permite opinar (en realidad no, no me permite opinar pero ese título que puso da pie para todo: “Esto lo puedo estar inventando” y eso es exactamente lo que estoy haciendo. Curioso: me aprovecho del título).
Las 10 razones.
• Si tuviste hijos hace poco y cada tanto te preguntas cómo es que todo eso ocurrió, lo del amor tan inexplicable y también la incredulidad de ese nuevo ritmo de vida.
• Si tu madre murió de cáncer de colon. O de cáncer, a secas. O simplemente murió. O el que murió es tu padre. Y después de que eso sucede estás tratando de entender la ausencia y los tiempos de todo lo que viene.
• Si te gusta el básquet, el brit pop, los aviones, los libros y Andrés Calamaro. Alguna de las opciones anteriores, o todas ellas, o incluso ninguna.
• Casi nada en estos momentos cuesta 9.500 pesos. Es también una buena razón.
• ¿Te gusta leer? ¿Te gusta escribir?
Hasta acá llegué, no se me ocurre otras razones, aunque tengo más semanas para ir pensando. Además no leí ese libro, voy a decir la estricta verdad.
Diego me encargó un par de tareas, en las que estoy trabajando. Una es armar una playlist con todas las canciones y los artistas que aparecen mencionados en su libro. Me parece una buena idea. Pero creo que la mejor forma de honrar ese pedido es procrastinarlo, no hacerlo nunca. Esa explicitación es también una botella lanzada al mar, un pedido de auxilio. Soy el bot más ineficiente y a la vez el más perfecto del momento, porque imito los rasgos que me piden. Laburen por mí y respondan este correo (si es que leyeron el libro) con las canciones y los artistas que hayan encontrado por ahí.
El otro punto que me pidió Diego es seleccionar un texto ya publicado y replicarlo. Tiene que ser lo suficientemente viejo como para que ya lo hayan olvidado, y a la vez actual, bien escrito, poético, conmovedor, divertido, que haya tenido éxito, recomendaciones, que los nuevos suscriptores hayan flipado al leerlo (¿Se usa flipado acá? Es una linda palabra, mejor que flasheado a mi modesto entender de robot).
Lo último, esto entre nosotros. Diego es muy boludo a la hora de hacerse autobombo, pero también es un vanidoso de manual. Lo que más le gusta en el mundo es que compartan el newsletter, a un amigo o amiga que conozcas, a tu pareja, alguien con quien te gustaría compartir este ritual de los sábados a la mañana, suscriban a quien le guste la lectura y las ideas disparatadas (no sé me ocurre otra forma de venderlo, tampoco soy tan bueno, estoy practicando).
También se pueden aportar económicamente con un pago de manera mensual. Por $1.000 o por un importe mayor si elijan ustedes. O sino por única vez, a través de los cafecitos
Bueno, voy con el texto elegido. Espero que les guste.
Querida mamá
Te escribo esta carta como si fuera una consigna de un taller de escritura. Este newsletter es un poco eso, siempre hablar de que es un ejercicio de escritura contra la procrastinación y hoy estoy sin temas para escribir.
Como casi siempre, pero un poco más. A veces la semana me trae algunos temas, el deambular por el barrio (o por otros barrios), algunas frases que escucho por ahí, algunas ideas que conectan. Hoy no, y además estoy cansado y mal dormido. Necesito algo efectivo y rápido.
La idea de la carta se me ocurrió mientras dormía a Beni, ya pensando que tenía que enfrentarme a la pantalla en blanco (no tiene más sentido decir hoja en blanco) y la verdad es que hace varias semanas que no te nombro ni te traigo por acá.
Siento que este newsletter viene medio flojo, no siento que esté escribiendo buenas cosas y cuando escribo sobre vos salen buenas cosas. El Geddes huérfano es el mejor Geddes, dicen unos amigos en los que confío.
Yo creo que también quedaste un poco relegada porque todo el asunto del duelo ya lo tengo bastante cocinado. Cuando se lo cuento a la psicóloga me dice que todavía no, que lo estoy transitando o tramitando, no sé bien que palabra usa, creo que no me lo confirma porque tiene miedo de que me vaya, como si no tuviera otras cosas de las que hablar.
Pero yo sé que ya está cerca, no lo digo porque lo piense de un modo lineal, como que terminas algo y ya, sino porque siento que es así. Una cosa natural.
Hoy cumple años Beni, casi no se acuerda de vos y me da un poco de culpa que sea así. No hay fotos tuyas en casa, como si la memoria quedara solo para mi. Esto sí que lo puedo hablar en terapia. Como si no tuviera otras coas de las que hablar.
Hace algunos meses Beni empezó a preguntar por la muerte, le empezó a dar miedo que yo me muera, quedarse solo. Preguntó cómo era el cielo, si iba a estar solo allá. Eso fue en el verano, ahora hace rato que no pregunta.
Empezó primer grado, está escribiendo algunas palabras y está leyendo. “Extraño los días que quedaron en el pasado”, dijo el otro día.
Al cementerio fui una sola vez, no sé si voy a volver porque la realidad es que no creo que estés ahí. En todo caso ir ahí es como ir a un lugar que me obliga a pensar en vos, o a recordar algo, pero nada más.
Son raros los cementerios. La vez que fui apareció un gato, deambulaba por tu tumba mientras hablábamos con Silvina. En un momento quise pensar que eras vos que venías a chusmear algo, pero después pensé que era absurdo. Era solo un gato.
Lo mismo me pasó el otro día: vino una mariposa a la ventana y se quedó extrañamente mucho tiempo. No es que sobrevoló un poco y se fue, sino que se quedó mirando la escena familiar.
Desde la ventana, se quedó mirando cómo yo cuidaba a Beni y a Clemen. Esto es más obvio, acá era yo el que deseaba que fueras la mariposa, que me vieras en acción con los dos, la paciencia que tengo, lo aplicado que soy. Pero era una mariposa y ya. Y además las mariposas se mueren rápido. No estoy para otro duelo.
Se quedó un rato largo y a la noche cuando salí a sacar la basura, seguía ahí. Yo saco la basura como quien sale a fumar un pucho. Me gusta salir a la calle y ver el contraste con el día, los silencios, los protagonistas. Me gusta la noche y la soledad.
De hecho, ahora me espera una bolsa de botellas plásticas y de vidrio que voy a sacar cuando termine este texto. En realidad voy a terminar de escribir, voy a sacar la basura y voy a volver sobre el texto, para última mirada. Ahí tenemos unas buenas ideas para la psicóloga. La basura en realidad es para reciclar.
Tengo un amigo que cultiva mariposas, no sé muy bien cómo se dice. Cría mariposas me resulta raro. ¿Está buscando conectarse con el padre? El también es huérfano y hace poco fue papá de un nene. La vida es extraña, lo digo muchas veces y lo voy a decir muchas veces más.
Lo que buscamos con esos pequeños gestos, la manera de estar en este mundo, siempre cerca de los tuyos y de los amigos, pero transitando todo con un relato interno que es básicamente una especie de compañía primitiva.
No sé muy bien cómo explicarlo, pero las cosas están bien así. Te extraño pero no quisiera que vuelvas.
Eso que escucho cuando otras personas hablan de sus muertos, que desearían volver a estar con ellos. No entiendo cómo sería eso: estar para siempre o estar un ratito, tipo una visita. Es algo que se dice sin mucho criterio. Hablar con el muerto cómo si nada hubiera pasado o hablar sabiendo que se murió, aprovechar para preguntarle cómo es todo el asunto.
Yo pienso que no se puede volver el tiempo atrás y listo. Yo no quiero ser el que fui hace tres o cuatro años, estoy bien así, siempre estoy mejor que ayer, aunque a veces me cueste ver para dónde estoy yendo.
El otro día leí algo que me gustó: “Nunca supe bien hacía donde iba y a la vez siempre estuve yendo, despacio, hacia ese lugar”.
Ahora voy a sacar la basura así termino este texto y me voy a dormir. Mañana será un día largo. Nos quedaron algunas cosas pendientes pero hicimos lo que pudimos y está bien así.
Dejamos acá.
Esa carta fue como esos zapatazos fuera del área que pasean en el mientras tanto para llegar suavemente a la red. Gracias.
Andres