Los lunes y los martes son buenos días para el Diario de la Procrastinación. Ideas, oxigenación, proyectos, fluidez. Los miércoles y los jueves me dejo estar, descanso en el colchón de lucidez de los días anteriores. Los viernes son los peores días.
Es lunes: un tipo sobre la calle Arroyo le explica a otro sobre la lesión que sufrió jugador de Estudiantes, habla de una disminución de la irrigación en una zona puntual de la cabeza. Su discurso es científico y futbolero a la vez, palabras precisas y lenguaje de cancha. Lo hace mientras baja un cuadro del baúl y lo entra a una galería en dónde hay un retrato suyo.
Esto te parece bueno, Diego?
Parecía bueno, o en todo caso: fue bueno. Pero una cosa es verlo y otra cosa es escribirlo. Así, muchas veces.
Igual hay que intentarlo. Porque lo que suena bien en la cabeza no llega siempre igual al texto en blanco. No llega casi nunca. Pero a veces llega, y por eso hay que intentarlo.
En el subte, un mensaje por altavoces: “Atención por favor, Lisandro, tu mamá te espera en Constitución”.
Parece un mensaje de otro tiempo, incluso (o sobre todo) por el nombre del chico. ¿Qué edad tendrá Lisandro? ¿Y la mamá? ¿Estará desesperada? ¿Lo espera ella sola o está con sus hermanos y solo se perdió Lisandro? Y además: ¿En qué parte de Constitución te espera tu mamá, Lisandro? Son preguntas, diría Pagni mientras acomoda las hojas de su editorial.
Algún día me gustaría revisar sus apuntes, si son palabras sueltas que le hacen acordar a conceptos, o si son oraciones que le traen párrafos enteros. El mecanismo sería el mismo: de una palabra a una idea, de una oración a un párrafo entero, pero igual quisiera entender el mecanismo.
Cargo nafta en la Axion de Garay y Santiago del Estero para aprovechar un descuento. A mis hijos les encanta acompañarme, es una experiencia infalible, pero desde que cargo ahí trato de ir solo porque ocurren escenas horribles en esa zona de la ciudad. No es inseguridad, no es peligro, es algo mucho peor, zombie, terminal.
Hay un cuento maravilloso de Mariana Enríquez que cuenta el barrio de Constitución: Se llama “El chico sucio” y lo pueden leer completo en este link.
Casi al comienzo, hay una descripción fabulosa de lo que intenté contar más arriba.
Dice así:
Si uno sabe moverse, si entiende las dinámicas, los horarios, no es peligroso. O es menos peligroso. Yo sé que los viernes por la noche, si me acerco a la plaza Garay, puedo quedar atrapada en alguna pelea entre varios contrincantes posibles: los mininarcos de la calle Ceballos que defienden su territorio de otros ocupantes y persiguen a sus perpetuos deudores; los adictos que, descerebrados, se ofenden por cualquier cosa y reaccionan atacando con botellas; las travestis borrachas y cansadas que también defienden su baldosa. Sé que, si vuelvo a mi casa caminando por la avenida, estoy más expuesta a un robo que si regreso por la calle Solís, y eso a pesar de que la avenida está muy iluminada y Solís es oscura porque tiene pocas lámparas y muchas están rotas: hay que conocer el barrio para aprender estas estrategias. (…)
Es cuestión de no tener miedo, de hacerse con algunos amigos imprescindibles, de saludar a los vecinos aunque sean delincuentes —especialmente si son delincuentes—, de caminar con la cabeza alta, prestando atención.
Me gusta el barrio. Nadie entiende por qué. Yo sí: me hace sentir precisa y audaz, despierta.
No hay repelente para los mosquitos. Esperaba mucho más del futuro, de la producción, del capitalismo, año 2024 y así estamos, un ministro de salud picando hierbas como un chamán.
El futuro, a todo nivel, es una estafa
Cuando pienso en estos tiempos de malaria económica trato de ir a los 90, la hiperinflación, no tengo recuerdos de mis viejos haciendo malabares para surfear la crisis de los precios. Eramos de una clase media prototípica, pero ni siquiera guardo en el disco rígido conversaciones sobre los precios, apenas una escena menor sobre la remarcación de precios en vivo. ¿La pasamos mal? No hay recuerdos. Y entonces pienso en Benito, qué percibe de todo esto que sucede ahora.
Quizás en su memoria quede grabada esta escena: su papá en cueros, matando mosquitos a remerazos, subido a una silla o a la cama, meta viandazo del trapo contra la pared, diciendo “tomá hijo de puta” y él pensando en los tiempos en los que no había repelente, que no le cierre la cuenta de que todavía no se había inventado el aerosol para derrotar la epidemia.
Qué desafío tan grande estar como ejemplo todo el tiempo cuando uno es un completo adolescente.
Por ejemplo:
Descubrí que tengo una nueva obsesión. Trato de responder un audio con otro de la misma duración.
Acá un ejemplo (me quedé corto por 3 segundos).
Lo cierto es que lejos de celebrar este comportamiento lúdico, la actitud esconde también un desprecio absoluto por el contenido de mis respuestas, motorizadas por un único y egoísta interés de lograr que la respuesta tenga la misma duración que el audio inicial. ¿Y el contenido del mensaje?
-Diego, tu mamá te espera en Constitución.
Como toda obsesión, será efímera, quizás cuando la descubro ya me empezó a aburrir. Quizás hoy que la escribo la empiezo a dejar atrás. Quizás nunca existió del todo.
Una vez se me ocurrió un programa hecho íntegramente con audios de whatsapp, una actualización del clásico “Te escucho”, de Luisa Delfino.
Gente sola, gente triste, gente aburrida, con ganas de hablar, mandá un audio y lo pasamos. Una especie de Televisión Abierta.
La idea duró poco, creo que era lunes o martes.
Dejamos acá.
Llega el momento de pasar la gorra. Una forma de contribuir es comprar el libro que edité en noviembre, lo pueden conseguir acá. A propósito del libro, armé una playlist con todas las canciones que aparecen mencionadas. Es bastante ecléctica la lista, es algo que me gusta.
La otra forma más tradicional de contribución es un aporte con una donación por única vez, a través de los cafecitos o sino un pago mensual por el monto que ustedes quieran.
Y también vale la recomendación de este correo a un amigo, básicamente si esta cosa ha crecido es por el boca en boca, o por redes sociales (soy diegogeddes en TW e Instagram).
Nos vemos la próxima.
Hace años vi un corto en youtube que estaba filmado a partir de mensajes de una contestadora. Era genial. Así que la de los WhatsApp podría ser eh...