Estoy en el Easy. Tengo que comprar un pegamento para el piso que están instalando en mi casa. Hago preguntas, desconfío de las respuestas. Me siento ajeno entre todos los que compran. Lo que compran y las que compran también, no son mayoría pero hay varias mujeres que deambulan por los pasillos y van resueltas a conseguir el producto que necesitan. Acabo de llegar, soy un extraño.
Y de repente presto atención a la música que rebota en el tinglado gigante del Easy de Barracas, en medio de una soledad absoluta y protocolizada y suena “Aprendizaje”, de Sui Generis. No sé quién elige la playlist que se escucha en el Easy pero tiene un efecto de sedación total. No digo la obviedad de pensar que salgo con un aprendizaje del negocio, sigo siendo el mismo burro absoluto para las tareas domésticas, no entiendo de las pinturas ni los adhesivos, no conozco de las pulgadas de los tornillos ni la polaridad de los apliques. Pero la canción tiene un efecto hipnótico, hago mis compras y vuelvo a casa.
Me espera Juan y su ayudante, les cargo las bolsas de 30 kilos en los hombros y hasta ahí llega mi ayuda. Tengo gente trabajando en casa. Así lo digo por teléfono y suena extraña esa forma de escribirlo. Tengo gente en casa a comer, tengo gente en casa trabajando.
En estos días subyace una idea: Juan y su compañero hacen cosas reales, sacan un piso, ponen otro, se cargan dos bolsas de treinta kilos en la espalda. Yo los miro mientras le doy a las teclitas de la computadora y pienso en que lo de ellos es verdad y lo mío es mentira. O no mentira pero una cosa menor, catártica, intrascendente. Mi trabajo de la semana y también este asunto de la procrastinación. Una cosa demasiado elaborada, demasiado enroscada. Cuando termina mi jornada laboral qué hay, que hice? Juan puso baldosas de granito de 30 por 30, lo escuché hacer la mezcla y lo escuché martillar mientras apoyaba las baldosas sobre el pegamento. Taca taca taca, un ritmo de tres golpes por cada baldosa. Mi trabajo de hoy consiste en escuchar lo que hace Juan y adivinar su ritmo. Tengo muchos colegas periodistas que en sus ratos libres hacen cerámica, como si tuvieran la necesidad de armar un producto real al final de la jornada. Una taza equivale a ocho horas de escribir noticias
Juan me llama y me dice que ya terminó por hoy. Que lo espera su señora con tortas fritas en la casa, vaya uno a saber dónde pero supongo que es lejos. Yo me quedo en la obra, que es mi casa. Sol y Beni y la hermana se fueron, soy el sereno de la obra, no hay tele para ver, no hay sillones, no hay nada. Como en silencio unos ravioles, tomo un vaso de vino y pienso en lo que está pasando en estos días. Estoy solo y en silencio y escribo algo en el instagram para recopilar unos likes, mientras Juan se lleva 10 lucas que se lleva en el bolso, lo más real que vi en mucho tiempo, tan real como el dolor de espalda que me empieza a comer desde el hombro derecho, la postal exacta del momento en que le puse la bolsa de 30 kilos a Juan en la espalda.
En la noche solitaria sin televisión ni nada boludeo con el celular y me aparece una notificación. Hay un show de Divididos por Instagram. Entro y es una especie de número calculado con uno de la platea que pide un tema. Resulta que tocan “Zombie” y a la mitad del tema hay un solo de batería infernal. La transmisión se corta pero en un solo de batería no importa demasiado. El solo de batería es una especie de demostración fálica de virtuosismo, no hay ritmo ni nada, solo golpes a los tachos con cierta destreza y coordinación pero no mucho más que eso. En los comentarios alguien pone “Vestite Catriel” y esa frase hecha que escuché muchas veces como un elogio ahora me hace ruido. Es una especie de halago, el que va desnudo por la vida es como un padrillo cogedor. “Vestite” como contraposición de estar desnudo. Pienso en los brasileros y en los nórdicos y sé claramente de qué lado elijo estar.
Unos días antes había escuchado a Mollo hablar con Matías Martin, me llama la atención el discurso de Mollo, por momento sus ideas sobre el mérito parecen escritas por el manual del macrismo y lo que dice sobre el porvenir lo podría tirar Ivana Nadal en cualquiera de sus stories taquilleras. Pero en el discurso de Mollo suenan con otra armonía. Me quedo con sensaciones encontradas. Me gusta esa frase y también la detesto, pero es una herramienta de evasión que todos deberíamos tener en esta era de las opiniones totales. Qué opinás de tal cosa; tengo sensaciones encontradas.
No sé bien quiénes son estas chicas pero transmiten una paz increíble desde bien lejos
Acá otro video espectacular de estas niñas Hanson de Medio Oriente. ¿Quiénes son estas chicas que cantan en las montañas, mientras arrean unos burros? ¿Qué es esa vida rural con música?
En los medios se reproduce hasta el hartazgo la nota de algún argentino que se fue a vivir afuera y es feliz. Casi siempre es la más leída de los sitios de noticias, y eso redunda en que cada día hay otra historia parecida a la anterior: alguien que se fue afuera y es feliz. Afuera es mejor, acá no queda nada.
Entiendo que estas notas conviven con una sensación de agobio que tenemos algunos, perdón si generalizo. Pero básicamente tengo la sensación de que entre cierto desencanto con la política y la pandemia se ha desencadenado una idea que podría resumirse en que hay otra generación perdida. Los que tenemos entre 25 y 45 sentimos que ya pasó, que el país no va a poder ser lo que soñamos (y esto es problemáticamente amplio porque “lo que soñamos” no es una idea conjunta sino que son muchas ideas individuales distintas, muchas maneras de pensar ese “lo que soñamos”). No hay progreso posible.
Entonces vivimos una especie de decepción permanente que quizás se traduce en esas notas que vemos en los portales, como quien ve un auto importado en una vidriera (o no hay que ir tan al extremo, como quien ve una campera de 20 lucas en la vidriera). Yo no quiero irme a ningún lado, a mi me gusta acá, diría Federico Peralta Ramos. Y es verdad, yo no quiero irme, no podría aguantar el desarraigo, pero al mismo tiempo convivo con el desencanto de ver que no hay demasiada esperanza.
Me identifico con una generación que decide no irse afuera porque extrañaría a mi familia y extrañaría ir a comer a una parrilla con amigos, o ir a la cancha a ver a River. Puede ser una una estupidez pero eso es lo que me ata a este país. La identidad es también eso.
Y al mismo tiempo me quedo en un letargo, soy espectador de otros que sí pueden avanzar. A veces pienso que solo me ilusiona ver cómo los venezolanos son los únicos que transcurren en esta vida porteña con algo de esperanza. La única imagen real de progreso la veo en ellos, arman negocitos, llevan sus hijos a la escuela pública. Los veo trabajar al borde de la esclavitud, pedalear bicicletas hasta el cansancio, pero aferrados a cierta idea de progreso, una idea mínima e insignificante de progreso pero de real progreso, estar mejor de lo que estaban antes, el bendito ascenso social que hizo grande a este país, con la compañía de los que están en la misma que vos, una comunidad que te ayuda.
Y acá encuentro la paradoja, porque es como si estuviera presenciando todas esas notas que detesto leer desde el otro lado, soy el neocelandés que ve llegar a los argentinos a ser felices allá. Y eso me hace pensar que la felicidad no está en ningún lado.
Es una idea que me acompaña hace mucho pero que no termino de redondear, un poco porque tengo miedo de ser injusto con los inmigrantes, mis vecinos, los papás de algunos amigos de Benito. Tengo miedo de ser injusto y tengo miedo de sentir algo así como resentimiento porque ellos pueden crecer, ellos tienen esperanza. Y pienso si este país tiene esperanza o algo así, no quiero ser Diego Torres o Coti Sorokin, pero, otra vez vale decirlo: ¿Hay esperanza?
Hace varios días que el disco de C-Tangana se convirtió en el más escuchado en nuestra vida cotidiana. Me gusta la idea de los discos familiares, los que escuchamos todos en el auto. Yo estoy particularmente enganchado con el tema que canta Calamaro, la letra es un gancho también para Benito porque le permite decir “culo”, una frase que está en el estribillo. En realidad no la dice porque es una palabra prohibida, pero la línea que baja es que en las canciones, así como en el fútbol, se pueden decir malas palabras. El legado es ese, en la música se puede todo, es una transgresión posible. Qué gran canción es Hong Kong, si ese es el futuro de la música yo quiero subirme a ese tren.
En la radio pasan una versión increíble del tango Uno. Yo manejo por Constitución yendo al Easy de Barracas (otra vez) y me emociona la letra, uno busca lleno de esperanzas, el camino que los sueños prometieron a sus ansias. Me emociona toda la primera parte pero sobre todo me alucina la segunda parte de la canción, cuando se abre nuevamente y el intérprete canta “si yo tuviera el corazón…”. Es una letra sencilla, casi cualquier compositor podría armar ese verso. Cualquier compositor o cualquiera que quiera armar una canción.
Sin embargo, Discépolo estuvo tres años hasta que lo escribió, tres años pasaron entre que Mariano Mores le trajo la melodía y Discépolo armó una letra. Es conmovedor escuchar esa letra, no hay otra manera de verlo. Es una conjunción perfecta entre la melodía y la letra: si yo tuviera el corazón acompaña una melodía luminosa. Es justo que ponga acá la versión que inspiró esta líneas.
Me siento tironeado entre la música del futuro y la del pasado. Escucho tango o escucho trap. El tango habla de las cosas que están siempre. Si yo pudiera como ayer, creer sin presentir.
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Hola Diego
Estaba por dormir
Y boludeando por Google, decidí googlearme. 1 o 2 veces al año lo hago. Más que nada por temas de CV y esas cosas.
Encontré esto:
Miércoles: Soñé con un compañero de los años 2000, Raimundo Correa Monterrubio, un personaje que podría ir derechito al Atlas Universal de los Recuerdos. Raimundo: ingeniero en aviación, le hacíamos bullying. Pertenezco a la generación de los abogados, contadores, periodistas y demás carreras mediocres que le hizo bullying a los ingenieros y a los nerds de sistemas. Las noticias que recibo de ellos son siempre así: cambian de trabajo cada vez que quieren, trabajan desde la casa, algunos se presentan en sus bios como “cofounder” de compañías de no sé qué. La coraza que forjas a los 18 te puede salvar la vida. Nuestra coraza, la de los vivos, tuvo la fragilidad de un suetercito en los hombros.
Gracias por ponerme en el Atlas. Muchas personas piensan como vos y se los agradezco.
Algunos detalles. Soy ingeniero mecánico, especializado en turbinas de de generación termoeléctrica. Cómo la de Piedra Buena en B Bca, o la Alte Brown.
Y si. La corpo me pagó para que viaje por el mundo reparando las centrales y echando las máquinas a andar de nuevo.
He perdido la cuenta de los lugares donde estuve y de la gente que conocí.
Tampoco llevo cuenta de las millas acumuladas de vuelo, ni los puntos de hotel. Aunque la última vez que me fijé, hace como 4 años, tenía como para irme de vacaciones por medio mundo 3 o 4 meses.
Bueno
Te dejo
Pero antes te felicito. Escribís lindo.
Un abrazo.
Ray.
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El Murci es una leyenda de la música bahiense. Tenía una banda que se llamaba Bob y la Aspirineta´s Band. Por supuesto que nunca lo vi en vivo, yo en esa época era un adolescente con miedo que no salía a la noche, no iba a recitales ni a boliches. Me daba terror y entonces me quedaba puertas adentro, en la frontera interior que había armado mi vieja. Pero a la vez eso no hacía más que agigantar la leyenda del Murci, más famoso se hacía en Bahía y más quería verlo.
Pero la lección es que el tiempo pasa y las cosas se acomodan, y te volvés a cruzar con los artistas y sus bandas. Yo me vine a vivir a Buenos Aires, el Murci armó algunas otras bandas acá, incluso con gente amiga. Hoy cierro con un tema del Murci (MGO, de Murciélago), cantado y escrito por Valeria Tentoni, otra bahiense que escribe y produce obra y canta. Si le dan click aguanten hasta un momento en que la melodía se despoja del tono más eléctrico y trance y se queda con el piano solo. Valeria canta hermoso y cuenta la trastienda de la idea de cuando el Murci le propuso cantar: “Casi digo que no, pero cuando escuché la de Sirio me dieron más ganas que vergüenza y dije que sí”.
Dejamos acá. Gracias por la lectura y los cafecitos, los comentarios, likes, recomendaciones y todo ese bombo y autobombo. Estoy armando algo para retribuir la ayuda de cada semana. En abril deberíamos salir adelante con eso (lo pongo en plural para sacarle exigencia). Me quedaron varias ideas pendientes pero estoy como sereno de mi propia casa. Demasiado por esta vez. Nos vemos la próxima.
Que bueno es leerte !