Los primeros pasos
“Papá, qué es creer en ti mismo”, me pregunta Beni. La respuesta, como casi siempre, no está la altura de lo que quiero decir. Sobre todo porque es como si me hubiera leído la mente. Hace minutos le dije a un amigo: “Necesito alguien que crea en mi mismo más que yo”.
Entonces mi respuesta va por dos niveles: algo que trato de decirle en la apariencia, en la vida real, mientras pienso en un segundo plano pero en verdadera importancia si su pregunta tiene que ver con mi estado de ánimo. ¿El pregunta porque vio algo en mí?
La idea también me sobrevuela desde hace algunos días pero en formato canción. Se me pegó una en la que Enrique Bunbury canta “Tu sabes más de mí, que yo de mí”.
Mi hija empezó a caminar. Estaba cerca de poder lograrlo, se paraba con suficiente estabilidad como para arrancar pero cuando se decidía a avanzar se tiraba al piso. Todavía era más eficaz arrastrarse.
Pero de repente dio un paso y otro más y rompió la quietud. No lo vi entonces pero ahora lo traduzco así: creyó en sí misma, en una especie de futuro optimista. Arrastrarse le funcionaba pero había algo mejor a otro nivel.
Desde entonces lleva una sonrisa de satisfacción por el logro y mientras la veo me pregunto cómo es que una persona de un año pasa por las mismas situaciones de un adulto: la frustración frente a la imposiblidad, que todos te digan “dale que podés, dale animate, vos podés”, la angustia del mensaje “vos decís que podés pero yo realmente no puedo”, un desafío de heroísmo desde la más tierna edad. Pero se ve que funciona así, hasta que uno no se anima a dar el primer paso, no pasa nada. Al final quizás todo sea una cuestión de instinto.
Mucha gente se sumó esta semana al newsletter por este tuit: no sé si debería explicar de qué se trata esto, porque ni siquiera yo lo tengo muy claro.
Un ejercicio de escritura contra la procrastinación: es decir, un impulso para contrarrestar el tedio de la semana, para contar todas las cosas que no hice, todos los proyectos que se van acumulando, todas las series que no vi. Los libros que no leo, eso también. Pero la escritura es el camino para llenar todos esos casilleros. Casi como una terapia, escribo para amigarme con la falta.
Y también, la escritura deriva en hechos que me atraviesan a diario: la adultez, la paternidad, los duelos.
Una especie de diario íntimo, con algo de ficción.
Bienvenidos al Diario de la procrastinación.
Esta semana tuve una epifanía. Un concepto que me vino de la nada y que me sacó de encima cierta angustia existencial. En unos días cumplo 42 pero lo que me pasa hasta ahora es que no me animé con la década, no supe cómo llevar el asunto de la adultez, la carga de los hijos, la responsabilidad. No me amigué con la década, no sé si antes puso lo mismo pero no quiero corregirlo, no me animé y no me amigué, es lo mismo.
No me acuerdo si me pasó a los 30, pero entonces creo que todo era más sencillo, la complejidad iba por menos carriles.
En los cuarenta retumban otras inquietudes mucho más fuertes: ¿Qué pasaría ahora si las cosas empezaran a andar mal, si me quedara sin trabajo, si la puesta en escena de la vida cotidiana se cayera? En el fondo voy por la vida como si fuera un impostor, disimulando algo que no sé muy bien qué es. Yo juego un papel para muchas vidas pero en el fondo no hay mucho, no se compran la historia del vendedor de crónicas.
De todas maneras, la súbita aparición de esa idea me tranquilizó: me tengo que amigar con la década, quizás confiar en el instinto, dar el primer paso.
Me compré un almanaque pequeño, de esos clásicos. Desde mediados de enero que pasaba por un kiosco y lo veía, pero no lo hacía. Al final pagué 250 pesos y está en casa. No creo que me sirva mucho, por ahora anoto algunas cosas, ya conté que me costaba confiar en mi memoria.
Leí tres libros seguidos que usan el mismo recurso: darle voz e imaginar la vida de personajes históricos. En “Tengo miedo torero”, de Pedro Lemebel, aparece Augusto Pinochet y su mujer Lucía Hiriart. En Thatcher, de Carolina Cobelo, hay más personajes: obviamente Margaret Thatcher pero también Ronald Reagan, su mujer Nancy, y por último “Harvey”, de Emma Cline (cuyo protagonista es Harvey Weinstein).
El cruce de monólogo interior, de verdadero sentir más allá de las apariencias (la de un dictador lleno de poder pero al mismo tiempo cansado e inseguro, la de un productor exitoso que está por enfrentar un juicio definitivo) me resultó siempre fascinante. Es decir, qué es lo que realmente pasa. Qué hay atrás de toda la apariencia, de nuestros éxitos y nuestra impostura social. Qué hay en esos cinco minutos antes de dormir, la cabeza en la almohada, la pastilla que todavía no hizo efecto.
Un casamiento en una zona de combate, en las afueras de Kiev. Se llaman Valery y Lesya. Foto de Agencia AFP.
Un paso a la vez, en el sentido que sea.
Este viernes se reportaron 14 mil casos de coronavirus, una cifra mucho más alta de la que se venía informando en los reportes diarios.
Después de unas horas se supo la razón del aumento: Un laboratorio privado cargó 9 mil casos que tenía pendientes. Bienvenido al Diario de la Procrastinación.
En mi casa hay varias toneladas de juguetes, pero mi hija quiere jugar únicamente con el control remoto de DirecTV. Llamé para denunciar que se me había roto y que me mandaran otro: uno para usar, otro para jugar.
Pero nunca me llegó y a veces pienso que el operador me puede haber escuchado, que quedó una conexión abierta de mi computadora y en los cuarteles centrales del call center se enteraron del engaño.
Esta semana también me llegó un aviso del Banco Ciudad, para informarme sobre el vencimiento de la cuota del crédito. El tema es que el aviso llegó cuatro días tarde. Cada país tiene los algoritmos que se merece.
También, como una voz fantasmal de la semana, tuve la palabra olvido en la cabeza, por el asunto del juicio de Natalia Denegri contra google. Pero el reclamo de la ex chica del caso Coppola “derecho al olvido” me hizo acordar a una canción de “la Peña Pop” que dice lo contrario: “tu miedo al olvido”. Lo curioso es que ese verso lo canta Palo Pandolfo, invitado para la canción.
Dejamos acá…
Nos vemos la semana que viene. Gracias por las recomendaciones y los comentarios, también por los cafecitos. La semana pasada no lo puse porque me dio culpa no haber mandado el newsletter a tiempo (por primera vez, salió el domingo y no el sábado).