Me encontré con mi amigo El Sabio en el barrio. El salía de un edificio que yo miro todos los días cada vez que paso, porque hace un par de meses sufrió un incendio. El que no me crea puede comprobarlo, esquina de Independencia y Piedras, el segundo piso, todavía se ve la huella que dejó el humo.
Desde entonces, yo cada vez que paso miro y busco alguna pista de lo que pasó, trato de ver cómo se recupera un lugar así. Las ventanas están siempre abiertas, cuando pasa el fuego los miedos a que te roben o entre alguien pasan a un segundo plano.
Esto habrá sido en julio, hacía mucho frío, yo había salido a hacer un mandado de último momento, tipo 9 de la noche, mi familia me esperaba para cenar y a media cuadra del supermercado veo que estaba pasando algo, entendí que el olor a humo no venía de una quema de pastizales. Es raro haber pensado así, naturalizar el olor a humo que llega desde 200 kilómetros.
El incendio recién se había desatado, todavía no habían llegado los bomberos, pero los vecinos ya estaban todos ahí en la calle. Yo me sumé y me quedé viendo el espectáculo con fascinación. Eramos un montón, una pequeña revolución barrial.
Quedé magnetizado. Volví a mi casa y les conté, ellos ya habían cenado, no entendieron muy bien lo que pasó (sí el incendio pero no mi demora con el tema).
Y sigo atrapado con el asunto, sospecho que la gente que estuvo esa noche ya soltó, como dicen ahora, pero yo paso y veo las ventanas abiertas, me desespero por entrar a ver cómo quedó todo. Creo que eso es lo que más me interpela, la devastación que dejó el fuego. El olor. El desastre.
Esto queda en la esquina del jardín al que va mi hija, esa disociación de pensamiento me destruye también, ir hablando con ella de algún tema, me cuenta pequeñas ideas dispersas, sus juegos, sus descubrimientos, y yo le respondo y registro lo que me dice, estoy atento a los detalles, las palabras que usa, sus avances, pero también por dentro estoy pensando en un departamento incendiado.
Que maravilla el cerebro, las capas de pensamiento, del inconsciente, que capo Freud, que maestro Lacan.
Hablando del asunto, mi psicóloga sigue de vacaciones y en nuestra primera sesión le voy a decir que la pasé fantástico sin ir a análisis, que si bien es cierto que todavía quedan muchos cabos sueltos por seguir tratando siento que perfectamente podría dejar de ir… básicamente me hinché los huevos, toda la rutina de pensar algo para empezar la sesión, o anotar algún sueño, o lo de siempre, Bahía, los amigos, Sol… la presión por ser el mejor paciente de todos, o al menos del día, gastar 25 lucas por una hora, cuanto está hoy una hora de masajista, o un buen libro, un turno de barbería y peluquería con un Negroni bien helado. Cuanto más lo pienso más me embalo.
Obvio que no me voy a animar a decirle todo eso. Una maravilla el inconsciente y los niveles de pensamiento, escritura y coraje. Lo que pueden algunos.
No me acuerdo quién fue que me respondió así una vez… “Lo que pueden algunos”. Solo recuerdo que era alguien que yo admiraba mucho, algún famoso de la tele, de la radio, algún escritor. Lo tenía que convencer para hacer algo en Clarín, cuantos baches en la memoria. Supongo que también quería ponerme a su altura, todos necesitamos cariño dijo Diego. Tenía que ver con la fama, con tener gente a disposición, la buena vida, los viajes. Su respuesta fue lacónica, cuatro palabras nomás… “lo que pueden algunos”. No sé qué me quiso decir pero estuvo excelente.
Me encantó esta nota que escribió Samanta Schweblin para el New York Times (acá la versión original en inglés, acá la traducción que publicó La Nación; para ambas hay que estar suscripto, qué decirles, el que quiere, puede; ojalá encuentren la manera de poder leerla).
Es un texto muy preciso y difícil de armar a partir de una consigna sencilla, que es la de recomendar libros para un turista que esté por llegar a la Argentina y pueda tener un pantallazo de lo que hay. En 15 libros (novelas y algunos), Schweblin arma un canon bastante preciso, entre clásicos y autores más jóvenes (con la salvedad de que solo puede incluir autores que hayan sido traducidos al inglés). Creo que es una lista que todos deberíamos leer. Yo estoy por la mitad o quizás un poco más, podría ser un objetivo interesante cumplir con todos
La lista de lecturas de Samantha Schweblin sobre Buenos Aires
El matadero, de Esteban Echeverría, traducido por Norman Thomas di Giovanni
“El Aleph”, de Jorge Luis Borges, traducido por Anthony Bonner
“Casa tomada”, de Julio Cortázar, traducido por Paul Blackburn
“White Glory”, de Sara Gallardo, traducido por Jessica Sequeira
Hoy temprano, de Pedro Mairal, traducido por Kit Maude
Nervio óptico, María Gainza, traducido por Thomas Bunstead
Los fantasmas, César Aira, traducida por Chris Andrews
Ciencias morales, de Martín Kohan, traducida por Nick Caistor
Los peligros de fumar en la cama, de Mariana Enriquez, traducido por Megan McDowell
Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara, traducido por Iona Macintyre y Fiona Mackintosh
El viento que arrasa, de Selva Almada, traducida por Chris Andrews
Cuestión de pertenecer, de Hebe Uhart, traducido por Anna Vilner
Un cementerio perfecto, de Federico Falco, traducido por Jennifer Croft
Las malas, de Camila Sosa Villada, traducida por Kit Maude
Zama y Nido en los huesos, de Antonio di Benedetto, traducidos por Esther Allen y Martina Broner
El testigo, de Juan José Saer, traducida por Margaret Jull Costa
La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares, traducida por Ruth L.S. Sims
Los chinos están construyendo el puente más alto del mundo, por sobre el gran cañón de Huajiang, a 625 metros del suelo. Esto es en la provincia de Guizhou, suroeste de China. Lo inauguran en 2025.
¿Qué hacía mi amigo El Sabio saliendo del departamento incendiado? Todavía no lo sé y no entiendo cómo es que no le pregunté. Yo tenía la vista clavada en el edificio y de repente me lo encuentro, esto es la mejor manera de describirlo, porque quiero decir “Me lo encuentro (con la mirada)”. El salía con ese andar, los rulos medio rebotando en la cabeza, esta frase que acabo de escribir me hizo acordar a la bronca que me da el verso de Divididos en Pepe Lui, una canción que me parece malísima de una banda que me parece buenísima, que bronca cuando pasa eso.
Entré entonces en el mecanismo de engaño del Sabio, sus temas, sus reflexiones, sus geniales derivas mentales, una reflexión sobre las verdulerías y otra sobre Milei, así, pum pum, te deja nocaut, (“yo no vi venir la mano del nocaut”, ese verso sí que me gusta, de Ella es tan Cargosa).
Lo que quiero decir, lo veo irse al Sabio y digo, cómo fue que este tipo apareció acá, qué me quiso decir su aparición. Volví a pasar por la casa del incendio, este viernes por primera vez vi que había gente trabajando adentro. Parecían unos tipos bastante serios, dispuestos a arreglar todo el asunto en el menor tiempo posible.
Dejamos acá
Parroquiales:
El sitio/newsletter “Bibliofilia” me hizo una nota buenísima, incluso parezco inteligente (y justo postea un fragmento cuyo subtítulo es “La clase de información que le oculto a mi psicóloga”. La pueden leer acá y de paso se suscriben al newsletter de Jessie.
Las fotos de hoy forman parte de la preselección de fotos para el concurso Wildlife Photographer of the Year 2024.
Donaciones por única vez, vía cafecito, de a 2000 pesitos (pueden ser $2000, pero también $4000 o lo que quieran).
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Los que quieran seguir la conversación responden este mismo mail y me comprometo a la respuesta, como mucho dentro de la misma semana y antes de la salida de un nuevo newsletter (garantía 100%, si no respondí alguna vez se pueden quejar y serán retribuidos). Gracias a los que escriben mandando aliento, recomendado películas, desarrollando alguna idea que yo dejo por la mitad por pereza o incapacidad o pura procrastinación.
La canción de hoy es una joya total. Un cover de Los Beatles interpretado por Esperanza Spalding y Milton Nascimento, una dupla improbable que hizo un disco hermoso.
Nos vemos la próxima
Me encanta todo lo que escribes, Diego. No sé porque nunca te lo dije. Pero estoy poniendo en practica exteriorizar mi agrado por las cosas que disfruto consumir. Más allá de solo pulsar un ícono de corazón. Supongo que las Redes Sociales nos han vuelto perezosos. ¡Saludos! Y gracias por todo lo que compartes.
Hace varios sábados que leo tus textos y me gustan. Gracias. Hay miradas originales, semblanzas, fotografías o canciones que llegan. Gracias.