Lo que dejan ver los espejos
El catálogo total de Maradona, un sueño con Mauro Viale y Pallares, la foto de un hijo, la canción de un padre ¿Por qué agarramos el celular en la madrugada?
Abro los ojos -o algo parecido a eso- mientras apago la alarma del celular. El primer síntoma de lucidez es ver el 7.56 y pensar en los números pares. No es lucidez, sino un reflejo que me permite conectar con la realidad: ese número par es un modo de reconocerme.
Me duele la cara, me lloran los ojos pero igual abro Twitter y veo algunas alertas que me llegan vía whatsapp. Funcionarios que hablan en los programas de radio de la primera mañana, tuits que no dicen nada pero corren como catarata de algo.
Nada es importante pero no puedo dejar de hacerlo. Mi abuelo Arturo se ponía el despertador para fumar en la madrugada. Si hubiera que filmar esa escena habría que mostrar un vicio puramente sensorial: en la noche el sonido chick chick de la piedra del encendedor, la luz de la llama primero y del cigarro después. Y el olor del tabaco. Eso, fumar en la cama a la madrugada debe ser menos nocivo que agarrar el celular antes de lavarte la cara.
Prometí comprarme un despertador y dejar el celular en otro lado, pero no lo hice. Por eso escribo el Diario de la Procrastinación.
También prometí dejar de ver el celular a la noche, antes de irme a dormir. Así empieza todo: pongo la alarma para el otro día y me quedo con el celular en la mano, mirando la nada, diez o quince minutos, o media hora o una hora. Pero esto sí pude cambiarlo y ahora dejo el celular y leo 10 o 15 minutos o media hora o una hora. Y después sí, agarro el celular de nuevo, un poquito más, y leo algunos eslóganes sobre la felicidad o los femicidios, así de random y de poco productivo.
Hola, soy Diego, soy adicto al celular y este es el Diario de la Procrastinación. Bienvenidos.
La foto de esta semana es en Moscú, en el parque Kolomenskoye. Salvando las distancias y las temperaturas, es como si hubiera un tipo pescando en los lagos nevados de Palermo. El autor de la foto es Yuri Kadobnov para AFP. Esta y más fotos en su perfil de Instagram (no se pierdan una de Putin con tres soldados).
Justo estoy leyendo Limónov, de Emmanuel Carrere. Una biografía increíble, una vida que ya no se vive así.
Soñé que estaba en un estudio de televisión y el conductor era un tipo parecido a Mauro Viale pero también a Adrián Pallares. No es que fuera una mezcla de los dos, sino que era parecido a los dos y parecido a ninguno. Era pero no era. La cuestión es que el conductor me daba pie para hablar. Yo esperaba unos segundos, sonreía un poco y arrancaba con mi intervención: “Yo creo que acá hay charlatanes en los dos bandos. Si miramos los números se puede ver claramente que el pico de los contagios dura más o menos seis semanas. No importa demasiado si los bares están abiertos hasta las 12 o hasta las 2 de la mañana, si metemos preso a uno que sale a correr o si abrimos o cerramos las escuelas. Esta enfermedad es medio imparable y es así: sigamos con la distancia y todo eso pero sepamos que es así. Nadie tiene los huevos de decirlo pero tengo que venir yo a poner la cara mientras estoy soñando”.
Me despierto y pienso: es un metasueño, me refiero a que estoy soñando durante la intervención. Es soñar para animarse a decir algo. En el sueño hay libertad. Tanta que a veces asusta y el sueño se queda con uno.
Benito repite la propaganda sobre el coronavirus. “No te automediques y acudí al médico”, dice. Yo pienso en las veces que me automediqué durante todos estos meses. Pienso en que la frase “acudí al médico” está vacía desde el mismo uso del verbo. Nadie acude a ningún lado, y mucho menos, existe tal vínculo con el médico personal, como si viviéramos en Jacinto Arauz y atendiera Favaloro. No hay más médicos, hay burocracia hasta que te atiende alguien, tengas la mejor prepaga o vayas a una salita en el conurbano. Cambian los modos y el confort, pero la distancia es la misma.
Pero así son las campañas en la televisión. No hay avisos que le recomienden a los jóvenes no compartir el porro, ni siquiera tengo claro si compartir el porro contagia, pero asumo que debe ser como con el mate. ¿Los jóvenes en la Costa comparten en porro? ¿Alguien lo sabe?
Muchas veces sueño que estoy cubriendo la temporada en Pinamar y se cae el avión de acrobacias que maneja el loco Jorge Malatini. Todavía no soñé nada sobre qué decir de los jóvenes y el porro, no hay conductor Mauro Pallares que me dé el pie, pero en el sueño sí veo algo claro. Mientras cae el avión de Malatini se le caen las cartas de un mazo que tiene su cara. Y yo digo “se te caen las cartas, Malatini, se te caen las cartas”.
Cuando me despierto el reloj marca las 4.24, agarro el celular y lo desbloqueo con la clave (no me reconoce la cara, porque mi cara no debe ser mi cara; un espejo en el que no estoy yo) y escribo en las notas unas palabras que ahora leo: “Malatini se te caen las cartas”.
Un ejercicio de tolerancia: retuitear la idea de alguien que te cae mal, pésimo, en las antípodas de todo lo que pensas, pero que justo escribió algo que está bien. Hay que hacerlo. Nada es importante.
Leo en Twitter (estoy despierto): “Un hombre mató a su padre y fue detenido. Pasó en Billinghurst”. Veo la foto del hombre, vestido con una chomba roja Nike y un short marca Puma con el logo de Ferrari. Tiene una cara mansa, la remera manchada con sangre y desbocada, como si hubiera forcejeado. ¿Quién será este hombre? No sabremos nada de él ni de su historia, demasiado poco para los medios, pero habría que escucharlo.
Proyecto Pelusa es una idea buenísima. Fotos de Maradona con gente random, una especie de galería complementaria de las fotos que fueron publicadas en medios. El Maradona cotidiano, posando con cualquiera que le haya pedido una foto. Hasta el momento en que escribo esto hay 86 fotos, pero me gusta pensar que se van a subir cientos, miles de fotos. Y que alguien las va a ordenar cronológicamente. Una especie de catálogo total.
(acá Diego con un joven Esteban Feune de Colombi, periodista y escritor, y autor de un libro buenísimo sobre Federico Peralta Ramos. No sé para dónde estaba mirando Esteban, pero Diego parece feliz).
Habría que terminar con la farsa de tomar la temperatura antes de entrar a un negocio, porque de lo contrario estamos convalidando que todos estamos en 34 grados. ¿Nadie dice nada? ¿Cómo es que lo dejamos pasar? ¿O estaremos todos muertos? Yo estoy al derecho, bajo cero estás vos.
Siempre cierro el newsletter con una canción, aunque desde hace tiempo que no estoy cumpliendo la idea inicial. Lo que me gusta es elegir un cover de alguna canción que me guste mucho, pero interpretada por alguien anónimo, filmada así nomás en su casa. En lo posible tiene que ser una versión que me guste tanto o más que la original, y al mismo tiempo que la escucho me pongo a ver las paredes descascaradas de la casa, la cama sin hacer, cuadros y adornos de cualquier cosa. Imagino esas habitaciones, lo que no se ve, lo que dejan ver los espejos. ¿Quiénes son esos hombres y mujeres que le dan play a la cámara y deciden filmarse para el mundo? ¿Qué esperan ellos de nosotros?
Esta vez logré dar con un video que cumple todos los objetivos. Una versión hermosa de “No Surprises”, de Radiohead, que canta un tal Frank Watkinson. No sé bien donde vive pero por la extensión de su radioador intuyo que es británico de bien al norte.
En su biografía se describe así:
“Simplemente interpretando canciones a mi manera, nada demasiado serio, no todos podemos ser profesionales pulidos, pero esa no debería ser una razón para no cantar. Si realmente desea donar, aquí hay un enlace de PayPal, estoy bastante feliz de cualquier manera”.
Gracias por la lectura y por haber llegado hasta acá. Gracias por compartir el newsletter de cualquier manera, en redes sociales, con gente que le podría interesar recibirlo, por cada comentario y por cada like. Los leo ni bien me levanto.
No me queda mucho más para decir más que copiar al amigo Watkinson. Escribiendo a mi manera, nada demasiado serio, no todos podemos ser profesionales pulidos pero no por eso deberíamos dejar de intentar. Si quieren donar un cafecito pueden hacerlo acá, pero estoy bastante feliz de cualquier manera. Porque recuerden que esto es un ejercicio de escritura contra la procrastinación. No es un diario íntimo, pero se le parece bastante. Hay ficción y también hay voluntad, como si fuera un terapia. Dejamos acá. Hasta la semana que viene.
me encantó
genial. saludos desde tabasco, mexico