La teoría del tanque
Una nueva obsesión: mirar los tanques de agua de los edificios. En principio la tarea es simplemente esa, detectarlos arriba, descubrirlo.
Pero luego la escena de contemplación se compone de una segunda instancia que consiste en imaginar cómo baja el agua por múltiples cañitos, ramificaciones, canillas y cómo toca manos y cuerpos y al final toda esa agua se vuelve a encontrar en un caño maestro subterráneo.
Y cuando abro el plano es como si estuviera mirando el esqueleto de un edificio, el corazón son los tanques de la terraza y cada cañito es un hueso, y las personas que están en el edificio unas hormigas pequeñas que reciben el agua sin advertir que es una proeza absoluta, no solo girar una canilla y recibir agua sino que el tiempo transcurra en el piso 28 de una oficina, o en el consultorio de un piso 15 mientras un aparato mide el paso del tiempo en nuestros ojos, es decir la miopía, o directamente el milagro más concreto y directo: el paso del tiempo.
Bienvenidos al Diario de la Procrastinación.
Me encontré con un grupo de amigos que no veía hace mucho tiempo. Durante la reunión aproveché para usar mis teorías más célebres, como la Teoría de los 5 minutos, que dice que toda pareja o matrimonio está a cinco minutos de la separación.
La aplicación es obvia para las parejas que están en crisis, pero funciona también para las que están en su mejor momento.
Toda pareja está a cinco minutos del divorcio, aun cuando haya pasado el mejor domingo de su vida, el lunes puede aparecer una grieta y el martes la catástrofe. Y entonces uno se pregunta cómo puede ser que haya sucedido eso y es entonces cuando aparece la frase, que debería estar ploteada en los colectivos urbanos e interurbanos, o en los almohadones sobre los cuales la gente hace el amor, lo cual es un decir, porque el amor ya estaba hecho desde antes.
Como siempre, la teoría tuvo una aprobación masiva, pero lo que me pasa cada vez más seguido es que yo digo la teoría y cada vez creo menos en ella, como si la enunciación y el hecho de escucharla en mi propia voz atenuara sus poderes, así como pasa en terapia, el decir es una instancia anulatoria de la sensación de angustia.
Y me pregunto ahora si no existe esto a muchos niveles, algo que te consagra o te hace famoso termina siendo una paradoja.
(Las fotos que ilustran esta edición del newsletter fueron tomadas de la cuenta @ImagesAlbum, imágenes que podrían ser tapas de discos)
Básicamente mi vida está regida por las buenas y las malas decisiones, algo que parece obvio pero que no lo es tanto. Por ejemplo, un día que arranca más o menos bien pero después se desvía por decisiones estúpidas, como por ejemplo entrar a un café de franquicia para trabajar un rato y el Wi-Fi no funciona y el café es muy malo y la pregunta es tan obvia como evidente: ¿Para qué me metí en este café?
Curiosamente, mañana domingo salen unas respuestas en el cuestionario que hace Carlos Cantini para su Café Contado. Creo que dije que bajo ningún punto de vista entraba a los cafés de franquicia (como Havanna, o Martínez), lo cual invalida toda respuesta que haya entregado. Igual lean y festejen, que me esforcé un poco.
Estoy leyendo un libro y marco una frase.
“A los diez años, igual que a los veinte, igual que a los treinta, el miedo no está hecho de miedo sino de pensar. Alcanza con ubicar un deseo, ponerse un objetivo o encarar una tarea y preguntarse si uno puede, si no va a salir lastimado: la pregunta ya es el miedo”.
Más tarde descubro que esa misma frase está en una solapa del libro. Claro, es unánime.
Está en “Hasta que no haya nada”, de José Santamarina.
Yo pienso en qué es lo que une todo esto, si son las teorías o los tanques, el miedo, los cañitos de un edificio. Si la pregunta ya es el miedo, si pensar pensar pensar no es demasiado. Y a la vez no poder dejar de hacerlo. Como si fuera un método, algo inevitable, una forma de estar en el mundo.
Dejamos acá.
Nos vemos la semana que viene.
Gracias por leer cada semana. Por cafecitos, suscripciones y demás, ya saben como. Y por las recomendaciones en redes sociales, siempre.
Nos vemos la próxima.