Por primera vez en mucho tiempo estoy mirando una serie que está bien arriba, Severance, la serie que está mirando todo el mundo. Esto es desde luego una exageración, debería decir que es la serie que tiene mejores críticas, la que todos consideran obligatoria. Y además la serie que está mirando todo el mundo también es Adolescencia. No importa.
Yo voy un poco a contramano con la rutina de ver series, un poco por pereza y otro poco por falta de tiempo.
Para que tengan una idea: hace un par de semanas terminé de ver “Better call Saul”. La había empezado luego de leer esta nota de Fabián Casas en El DiarioAr, de agosto de 2023. Tenía una línea muy interesante: “Better Call Saul es una serie que trabaja en contra de la idea del spoiler. Todos sabemos cuál es nuestro spoiler, pero lo que no sabemos es cómo y cuándo se va a dar”.
Sobre las series con muchas temporadas, llega un momento en el que no sé si me gusta o simplemente la quiero terminar. Creo que es un momento de la historia un poco absurdo. O en todo caso podría decir que no estoy del todo de acuerdo con la manera en la que hoy vemos televisión.
A veces siento que sería mejor ver 10 o 15 películas, aun cuando entre ellas haya alguna no tan buena, que meterme con una serie.
Severance tiene una idea interesante: un grupo de personas acepta trabajar en una empresa que interviene sobre los recuerdos. Es decir, estas personas tienen una separación entre la vida laboral y la vida fuera de la empresa. Cuando están trabajando no saben ni recuerdan nada de sus vidas afuera, cuando están afuera no saben nada de lo que hacen adentro.
Vi poco y me gusta bastante. Son solo dos temporadas por ahora (este fin de semana se estrenó el último capítulo), así que estimo que voy a tardar menos de dos años en terminarla.
Voy a usar la serie para explicar algo que me pasa cuando me junto con mis amigos. Es como si ocurriera esa Separación: Sol me pregunta de qué hablamos, cómo la pasé, y no logro explicar cómo fue que llenamos esas tres o cuatro horas. Su pregunta no tiene fines persecutorios, ni siquiera cercanos a los celos. Simplemente quiere hablar, que yo le comparta. Y a mi me asombra que no pueda desarrollar, sobre todo porque mi primera respuesta al “cómo la pasaron anoche?” siempre es “buenísimo”, “genial” , “me cagué de risa”.
Es como un título pero sin explicación.
A veces, en secreto, hago un pequeño punteo, en mi propio grupo de Whatsapp, sobre lo que va sucediendo en la noche. Tampoco funciona a la hora de evocar, pero se arma un sistema de relato interesante. Lo que estaba sintiendo.
Me gusta caminar por el microcentro, la plaza de mayo, las cuadras en las que la ciudad bancaria se funde con San Telmo. Ayer me crucé a 5 granaderos que iban de la Catedral a la Casa Rosada, un ritual inadvertido mientras todo seguía como si nada. Yo puse el foco ahí, sus caras, su ropa, sus gestos. ¿Quiénes son esos 5 muchachos en trance? Un rato después, un tipo en la plaza iba con un cartel que decía que lo habían echado de la Fuerza Aérea para ocultar un fraude. No parecía un loco desquiciado, su historia también se diluía en la mañana húmeda de Buenos Aires. Más adelante, un pibe de unos 25 hablando por celular, dice “si me descontas el arreglo que hay que hacerle te lo compro hoy mismo”. Supongo que hablaba de un auto. Le admiré la decisión, el impulso, ¿tendría ahí mismo 7 u 8 mil dólares como para cerrar una operación?
A veces pienso que soy un periodista en pausa, que mira pero no hace nada con lo que ve. Si no escribiera estas líneas todo lo que veo no existiría para nadie.
Pero también pienso que alguien vio a los granaderos, o al loco de la Fuerza Aérea, o alguien escucha también las conversaciones ajenas, se imagina las vidas, envidia las fortalezas ajenas.
La muerte de Gasalla me generó evocaciones primitivas muy potentes: mi casa un poco de luto, mis viejos recién separados, Gasalla era una especie de recreo semanal de humor. También
, una ventana a lo desconocido. Recuerdo mirar con fascinación esos sketchs medio thrash con Urdapilleta y Tortonese. Sentía que estaba viendo algo extraño, potente, prohibido, hipnótico. Algo verdaderamente artístico.
Me quedé viendo todos los videos que pude del terremoto de Tailanda, las aguas cayendo desde los rascacielos. Algo extraño que tenemos normalizado: que haya una pileta en el piso 25 o en el piso 50. Miles de litros que caen como una lluvia artificial, tsunamis que espantan a la gente. Una verdadera pesadilla, capitalismo versus naturaleza, aunque tampoco quiero ponerme demasiado solemne porque creo que en mi ranking personal creo que capitalismo le gana a naturaleza.
Sin embargo a veces viene bien ver cuando la propia corrección del sistema, volver un poco a la normalidad, en los términos en los que vengo hablando sería que los arquitectos digan “che todo bien con la pileta en el piso 38 pero a partir de ahora las volvemos a hacer abajo”. Un arquitecto tailandes, así medio en lunfardo, diciendo “puta madre, la cagamos”. Se juntó con los amigos después de la tragedia. Un par de cervezas y volver a casa.
Mañana empieza otro día.
Diego: El Diario de la procastinacion esta muy bueno, pero lamento pédirte por segunda vez que me des de baja como colaborador en tu cuenta de mercado pago, pues los costos de los medicamentos (y otros) me estan asfixiando. Jose Luis Hisi. DNI 11933615. Jubilado docente
"Si no escribiera estas líneas todo lo que veo no existiría para nadie".