Diario de la Procrastinación

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Hasta que sale el sol
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Hasta que sale el sol

Hoy vuelve el newsletter pero ¿Vuelve el newsletter? Lecciones que deja un arreglo en la casa. Lo que está detrás de las canciones que repetimos sin pensar. Importa el problema o importa la solución?

Diego Geddes
Jan 22
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No, hoy tampoco vuelve el newsletter. Aunque esto sea una forma de entrega semanal, porque algo está llegando a la casilla de correo de mucha gente. Pero siento que todavía no estoy acá. Volví de las vacaciones esta semana y no hubo nada. Ni balance ni energía renovada.

Me encantaría ser esos que aprovechan las vacaciones para ser un balance, una recarga de autoestima. Yo vuelvo de las vacaciones diciendo “bueno, ahí vamos de nuevo, otro año perdido, otro año de proyectos que pateamos hasta marzo porque está todo parado, después hasta mayo porque son los meses de los cumpleaños, ya después el invierno y al final del año estás cansado”.

Escribo en el archivo de Word que quedó abierto desde la última edición del newsletter. En realidad sobreescribo: quedaron las frases de la última vez y me paro con el cursor para apropiarme de la tipografía. Es un detalle mínimo y también un ejercicio interesante. Un principio de entusiasmo. También escribo para entender que solo escribiendo se va la neurosis de lo no escrito, de la obligación.


Esta semana arreglé la cortina del baño. Había un problema con el tornillo y el tarugo, no tenía muy clara la solución pero sí sabía que el problema estaba ahí.

Durante semanas fui haciendo una especie de parche provisorio para cada vez que se caía, la solución estaba en la ferretería con tarugos y tornillos nuevos. Fue una tarea diaria de resistencia (resistencia al arreglo) y también un ejercicio tortuoso frente a la obligación incumplida.

Finalmente, encontré un tornillo que podía andar y lo solucioné en menos de dos minutos.

La solución para un problema está en intentar arreglar el problema, no en pensar en arreglar el problema.

Aún así, el hecho no me conmovió en absoluto, a pesar de que me dejó una especie de enseñanza.   

Durante noviembre y diciembre me dedique a repudiar en silencio a los que hicieron un balance, a los que planificaron, a los que saludaron con optimismo lo que pasó y abrieron la ventana al 2022 con alegría.

He aquí un pesimista.

Estoy harto de la pandemia, de contar los contagios, de los que te mandan a cuidarte. No hay andar hablando de cuidarse, hay que cuidarse y vivir. Yo no ando por la vida diciéndole a la gente que se haga una colonoscopia porque mi vieja se murió de cáncer de colon. Me hago la colonoscopia y ya.

Cada vez que salgo a la ruta pienso en la posibilidad concreta de un accidente, pienso en qué canción estará sonando cuando se termine el ruido de los fierros retorcidos. En qué canción suena cuando lleguen las primeras personas a ayudar. Casi como si fuera un gesto de cortesía.

Nunca pienso en disfrutar de la ruta y el camino. Lo que sucede cuando llego es replantearme ese pánico inicial. Pero no cambia nada al viaje siguiente.

Hay que cambiar el paradigma. Eso me dije el otro día mientras caminaba por la 9 de julio. Me gusta ir hablando solo abajo del barbijo, a veces me lo dejo puesto. Porque me olvido y porque soy contradictorio.

Me sentí seguro, sonaba una canción que me llena de alegría. Calamaro cantaba ese verso que dice “soy el que lo piensa por los dos” y yo lo llevé a mi pareja, y creo que a las parejas en general. Siempre hay uno que piensa que hace las cosas por los dos. Y sentí que puedo trasladarlo a muchas otras cosas, a dejar que alguien repose y se sienta contenido. Yo puedo con eso, no te preocupes. Soy el que lo piensa por los dos.

Dejamos acá…

Nos vemos la semana que viene, supongo que con un texto más armado. O no, ya saben cómo es esto, para que les voy a mentir.

Les dejo el link para comprar un cafecito (le metí una actualización al importe, sabrán comprender).

Un abrazo (un poco extrañé, pero tampoco tanto).

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Marlene
Jan 22

Me sentí muy identificada!

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Monin
Jan 22

Amo este diario ✊

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