Gracias por traernos
Benito y la inocencia, Mamá y la desconfianza. Dos lazos para una historia.
Ayer puse que el jueves era el mejor día de la semana. Hoy es el día que más me cuesta escribir, en esta cruzada semanal (que tuvo Lunes y Martes).
Voy con una cita que me mandó una lectora. Está en el libro “Nadadores lentos”, de Santiago Loza.
“(...) Cuando miro sin ser parte, cuando me repliego, escribo mentalmente. Mi memoria suprime o reelabora esa escritura mental. A veces persiste y otras veces se evapora. Pocas veces llega a fijarse en escritura material. Pero es la materia de la está hecha la escritura posterior. La escritura mental son los cimientos. Las palabras que mastican los pensamientos. Esa caótica impureza en el pensar, el revoltijo emocional. Ese mareo, esa mezcla incómoda y escurridiza es la nutriente. Si acepto el desorden de la mente, si acepto la fugacidad de las ideas, tal vez pueda sentarme a escribir”.
Richmond Park. Londres. Foto de Rick Findler/Story Picture Agency
Hoy el problema es ese. No es que lo que escribí mentalmente no logra traducirse en algo material que me conforme. Simplemente no hubo escritura mental.
O me relajé en dos o tres ideas que fueron quedando pendientes de estos días. Ideas que no cuadraban o que no terminaban de materializarse. Estaban en la fase de la escritura mental.
Una de las ideas es esta:
Cada vez que volvemos de la escuela y bajamos del colectivo, Benito repite el mismo grito, mientras el bondi acelera en medio del quilombo cotidiano rumbo a Plaza Constitución. “Gracias 100 por traernos” (el 100 es el colectivo, a veces puede ser el 70 o el 67).
Yo me lo quedo mirando cada vez que lo hace, porque me asombra su mundo inocente y me pregunto cuándo es que empieza a pudrirse todo, cuando es que perdemos esa inocencia y nos volvemos no sé si más hostiles pero sí más incrédulos o cínicos. También pienso que su saludo se pierde en ese caos de las 18 horas, que nadie más que yo o Sol lo escuchamos.
La escritura también sirve para rescatar eso y ponerlo en valor.
Me pasaron este sitio/algoritmo que te ayuda a encontrar bandas nuevas. Funciona ingresando tres bandas que te gustan y sugiere un resultado.
Yo cargué “Oasis”, “Divididos” y “The Beatles” y me recomendó a Skay primero y después a una banda que no conozco que se llama “Stone Ruin”. A cada sugerencia se puede responder con “Me gusta”, “No me gusta” o “No lo conozco”. Se supone que así vamos perfeccionando el mecanismo.
Es divertido para jugar un rato. Y es un trabajo colectivo.
Esta cuenta se llama Restaurante Bot y va publicando aleatoriamente restaurantes de todo el mundo. Llegué a ella porque mostró un restaurante de Punta alta.
Punta Alta queda cerca de Bahía, tengo dos recuerdos puntuales con esa ciudad. Uno es ir a los cabarets en la adolescencia, no sé muy bien por qué había más cabarets en Punta Alta que en Bahía, supongo que por su cercanía con el puerto. Ahora que lo veo en retrospectiva, éramos unos niños en un mundo marginal, pero no teníamos miedo.
Yo a veces pensaba que podíamos volcar en la ruta. No pensaba en un choque convencional, o incluso un choque violento, de frente contra un camión, sino que pensaba en un vuelco, las ruedas para arriba. Y pensaba en la reacción de nuestros padres, qué les íbamos a decir, qué estábamos haciendo por ahí.
Nos alejábamos de a poco, pero no tanto.
El otro recuerdo que tengo de Punta Alta es de una vez que mi mamá había perdido los documentos o le habían robado la cartera o algo así. La cuestión es que los documentos los había encontrado una persona y la habían llamado para devolvérselos.
Yo ya vivía en Buenos Aires pero cuando pasó esto estaba en Bahía, así que la acompañé. Cuando entré a la casa me encontré con una familia buena onda, que nos invitaba a pasar, pero mamá tenía miedo, no quería bajar del auto.
Yo era la confianza y ella la desconfianza. Yo ya era otro, ya no tenía miedo, estaba acostumbrado a meterme en casas ajenas porque el laburo de periodista muchas veces me hacía meterme a lugares que no conocía. Ella seguía detenida y encerrada en una historia que la hacía sospechar.
También ya sabía confiar en mi instinto, veía en esa familia a un grupo de gente que eran lo que mostraban, efectivamente habían encontrado los documentos y nos habían llamado, no era que tenían un plan de secuestro y estaban a punto de pasar a la segunda etapa.
Y ahí se termina el recuerdo, la noción clara de la distancia, de pensar que yo estaba más cerca de esa gente que de mamá, que mi vida en Buenos Aires me había hecho dar un paso más lejos de ella, y que ese paso había estado bien.
Una última cita del libro “Nadadores Lentos”, de Santiago Loza.
(...) La escritura está hecha también de lo que queda por decir. Lo que se va postergando. Lo que todavía no tiene una forma para nombrar.”
Hoy no cierro con una canción sino con este video que es una locura total: dos minutos de vértigo arriba de una bici.
Dejamos acá.
Gracias por la lectura de estos días y también por las cosas que me mandaron en las respuestas a estos mails.
Los que quieran hacer un aporte económico al newsletter pueden hacerlo a través de las suscripciones.
Hay varias opciones: $400 por mes (un cálculo de 100 x edición), $800 por mes (un cafecito por edición), $1000 por mes o sino puede ustedes elegir el valor.
Siguen los aportes ocasionales vía cafecito. Entran a este link y ahí sale la opción para colaborar.
Gracias también por las recomendaciones que hacen en redes sociales (soy @diegogeddes en Twitter e Instagram). Me ayuda mucho para que esto crezca cada semana un poquito más.
Hasta la próxima, mañana terminamos con esta entrega diaria.
Un abrazo y gracias por leer.