Gracias Carlitos Vecino
Una vida, muchas vidas. Biden y los mexicanos. Unos capítulos más para el Atlas Universal de los Recuerdos y la pregunta de siempre: ¿Qué pasó con toda esta gente?
Una forma de escribir una biografía: agrupar a todas las personas que pasaron por la vida de esa persona. Escribir la vida propia a través de las vidas de los otros. Es una autobiografía basada en biografías. Una red de biografías.
Esta semana pensé en Daniel, el primer profesor que tuve en un gimnasio. Yo tendría 16 y decidí ir al gimnasio sin demasiada pretensión, con la idea de tener un poco más de músculos, o más seguridad en mi mismo. O algo así.
Ni siquiera sé de dónde salía esa idea, pero ahí estaba, en el gimnasio del club Bahiense del Norte.
Daniel, que era parecido a Schumacher, un día me preguntó qué edad tenía. Yo creo que le dije 16 y me dijo “yo empecé a la misma edad que vos”, frase que inequívocamente yo leí como “no te preocupes por ser esta cagada de ser humano sin músculo, podés llegar a lo que soy yo ahora”.
Pero yo ya sabía que eso no iba a pasar, porque sabía que mi pereza era absoluta y sobre todo porque no confiaba en ese proyecto que tenía como destino final convertirme en un clon de Daniel el Schumacher. Yo no era el Daniel San que quería este Miyagi.
Por el gimnasio andaba también Emanuel Ginóbili, por entonces apenas el hermano menor de dos jugadores famosos de básquet. Manu no era ni siquiera un proyecto de estrella, como mucho podía aspirar a ser un buen jugador de la liga local.
Pero hacía un ejercicio que me quedó grabado que consistía en repetir infinitos saltos y tocar una especie de barrera que estaba a dos metros y medio, como si en cada uno de esos saltos lograra crecer los centímetros que quería crecer. Un ejercicio que era un acto de fe.
Emanuel entrenaba con la disciplina que lo llevó a ser una superestrella, yo me negaba a agregar una tablita más al ejercicio porque creía que así estaba bien, nunca estuve de acuerdo con la idea de hacer fuerza. Pero estaba ahí para verlo y estaba ahí para preguntarme si Daniel el Schumacher se sentía identificado conmigo, si me tenía fe, si lo hizo para ayudarme.
Yo practicaba el ejercicio de la introspección y no llegué a la NBA de casi nada, pero todavía tengo el disco lleno con la información y puedo ir soltando las pequeñas biografías.
Bienvenidos al Diario de la Procrastinación.
Los que siguen este newsletter desde hace mucho saben de mi obsesión por las fotos de los corresponsales de la Casa Blanca, algo que con Trump se potenció muchísimo. Hoy vuelvo a poner una foto desde Washington, en este caso de Brendan Smialowski de la agencia AFP.
Creo que no hace falta explicar las fotos, es casi como explicar un chiste. Pero en este caso no está de más darle contexto. En la imagen, Joe Biden está subiendo al avión presidencial con rumbo a Italia, a la cumbre del G20 y a la COP26 de cambio climático en Glasgow.
Me gustó esto que dice Samanta Schweblin en este reportaje sobre la escritura
(si no quieren dar play dice más o menos esto, aunque es lindo escucharla).
Para mí escribir es como un ejercicio casi actoral. Es como practicar como te saldría la vida si todo sale mal. Es como probarte a vos mismo en los terrenos que más te aterran, que te dan miedo. Entonces no tendría ningún sentido ir hacía un lugar luminoso. Busco ese espacio luminoso, pero cómo llego a ese espacio enfrentando las cosas que más miedo y angustia me dan. Más angustia que miedo.
Creo que uno de una manera muy abstracta o muy simbólica uno sale con información vital de ese recorrido. Como lector incluso. Estás leyendo y estás pensando: ¿Sobreviriría a esto? ¿Podría hacer esto? ¿Entiendo esta situación?
Casi al mismo tiempo me crucé con otro tuit de otra escritora, la bahiense Valeria Tentoni, que hablaba de algo más o menos parecido. Otras vidas además de esta vida.
Y vuelvo a citar a Angeles Salvador. En una entrevista le preguntaron si se identifica con algo de sus personajes (tanto en su primera novela como en esta las narradoras son dos mujeres) y ella dice: “Bueno sí, que me gustaría ser como ellas”.
Ahora tengo dudas. Cómo organizar el texto de los nombres. Porque una entrada podría ser “Daniel el Schumacher” pero en esa entrada aparecería “Emanuel Ginóbili el obstinado”, pero “Emanuel Ginóbili el obstinado” debería tener una entrada propia?
En las notas que escribimos para Google hay que lograr una especie de sostén invisible a través del interlinkeo. Un sitio de noticias se construye a través de un entramado invisible de autoridad. Notas que se ayudan entre sí, como una red de confianza.
La idea es mucho más esperanzadora y luminosa de lo que realmente se termina viendo en el periodismo actual. Pero quizás es bueno pensar que Google está copiando algo que ya hacíamos naturalmente antes. El algoritmo no anticipa al humano, sino que lo copia para después anticiparlo. Sigo sin encontrar la esperanza.
Todos los profesores de los gimnasios a los que fui. Todos los psicólogos.
Va la lista:
Daniel El Schumacher
El insignificante pero flexible de Paraguay y Armenia
Flavio King, tenista
El Rosarino de Flavio King, runner
Tutankamón, el acuático
El desganado de GEBA (también conocido como “El espejo”).
Ahora que pienso podría agregar también a profes de educación física de la Secundaria. Empiezo a notar que la cosa funciona como los libros tipo “Me acuerdo”.
Quique Gandalph el delegado sindical clon de Conrado Estol (hay nombres que no tendrían mayor desarrollo más que su presentación).
Ricky Romero
Psicólogos
Adriana: iba en bici, en Bahía, también tenía 16. ¿Habrá sido contemporánea de Daniel el Schumacher? En la primera sesión le dije que venía porque me habían mandado, y eso estaba bien. “Lo que no mata, fortalece”, creo que le dije. O “lo que no mata engorda”. O “no hay mal que por bien no venga”. Pero creo que fue la primera de las tres versiones: lo que no mata, fortalece. Ella abrió los ojos y yo empecé a entender de qué se trataba esta cosa de hacer terapia.
El segundo fue “Carlitos Vecino”. Yo vivía en Armenia 2411 y él tenía el consultorio en Armenia 2432. La sesión arrancaba 8.30 y yo me despertaba 8.15, me lavaba los dientes y salía. Le contaba los sueños fresquitos, recién soñados. Pero colgaba mucho Carlitos, se me quedaba mirando. Después de él decidí que quería psicólogas mujeres (si esto último lo hubiera dicho me salía psicólogas madres, pero en la escritura el fallido se puede corregir).
Carlitos Vecino me rescató de los ataques de pánico, del ahogo en el subte entre Pueyrredón y Facultad de Medicina. De las noches de insomnio. Carlitos me dijo “creo que tenés que venir dos veces por semana” y yo le dije que sí. Se asustó cuando le conté lo del vacío en la habitación, sentir que las paredes se me venían encima.
Después vino Myriam, la flaca altillo. Fue una sorpresa grande un día que no pudo venir, me dejó plantado. Nunca lo explicó mucho, creo que le pasó algo. Desde entonces quedé con la sensación de que la frágil era ella y no yo.
¿Qué será de la vida de toda esta gente? Es la pregunta central, la que tengo desde siempre. ¿Y toda esta gente? ¿Qué hace? ¿Qué piensa?
La otra foto que voy a usar hoy es de Isaac Guzman, de AFP. Podría ser un maratón pero es una fila de migrantes esperando para entrar a los Estados Unidos, en el estado mexicano de Chiapas. Y ya que hoy explico las fotos, voy a decir que me gustó el contraste entre la de Biden (solitario) y esta de miles de mexicanos llegando al país de Biden.
Y listo, dejamos acá…
Nos vemos la semana que viene. Lo que digo siempre, pero no puedo dejar de hacerlo. Gracias totales por los comentarios, recomendaciones en redes y los cafecitos. Mucha gente que admiro y respeto, muchos amigos de la profesión, dicen cosas increíbles y sería un choto si no lo agradeciera acá, una vez más. Así que, de nuevo, gracias.
Y para cerrar: escribir es como vivir en otra casa.