A veces en la noche escucho a los gatos pelearse, ruedan por los techos, se maúllan con una fiereza inimaginable. No le hace justicia a lo que escucho la palabra maullar, son más bien rugidos en la noche que me paralizan.
(chequeo en el diccionario que se puede usar “rugido”).
Esos mismos gatos los veo después, durante el día, deambulan con una tranquilidad apacible. Les temo de día y los imagino de noche en esas peleas sin testigos, aunque también mi cabeza se hace preguntas: ¿Hay otros vecinos escuchando los gatos? ¿Benito, mi hijo, mi espejo insomne, estará despierto? ¿Estará asustado?
Viajo también mentalmente a mi casa natal, en Bahía Blanca, esas noches de estar despierto, como está Benito ahora, esperando en la noche que pase algo, y en esa noche los gatos, que por momento me aterran. Por entonces yo pensaba que esos ruidos extraños, esos maullidos, eran de un bebé que lloraba. Eso me da la dimensión de que era yo muy chico y ya estaba ahí, pendiente de la noche, insomne, la cabeza trabajando en una frecuencia demasiado oscura para un pensamiento infantil.
Lo que pasa a la noche: ideas, miedos, sueños. Siempre fue así y empiezo a pensar que siempre va a ser así. La tentación o lo más fácil es decir: sí, ok, pero sos más grande y tenes otros miedos, y otros sueños, por supuesto, también otras ideas. Y sin embargo no, son los mismos miedos y los mismos sueños. Y la certeza es que será así hasta el final.
Ahora, si me preguntas. ¿A qué es el miedo? No lo puedo responder.
Pero tengo algunas pistas: es el miedo a la explosión, a ser más libre, a perder el control. Capaz toda la vida sea eso, un largo camino hasta encontrar la explicación. Vivir para perder el miedo. Están también las ideas y los sueños.
Me impactó la potencia de esta historia.
El actor Juan Diego Botto cuenta que tuvo una novia estadounidense a los 17 años. Un amor fugaz pero potente. Unos años después se casa con una periodista española que se llama Olga Rodríguez. Olga también tuvo un novio americano ante de estar con Juan Diego. La historia sigue. Olga mantiene contacto con su ex y un día le pregunta a Juan Diego: “¿Cómo me dijiste que se llamaba tu novia estadounidense?” La sospecha es real. Su ex se casaba con la ex.
¿Cómo es que suceden esas cosas? La tentación es hablar del destino, pero también lo racional es decir que estas cosas no pasan nunca hasta que pasan. Una cuestión estadística.
También vale preguntarse: por qué Instagram me muestra esa historia.
El algoritmo de la procrastinación.
Voy tres ediciones de este newsletter en la temporada 2025. Escribí con ganas pero no pude tener mucho hábito, siempre a último momento. Igual a veces estoy más amigado con el método. Amigado y resignado. Siempre es así, todo para último momento.
Para los que no leyeron la primera edición, conté que estoy pensando en invitar a gente para que escriba en ediciones especiales. Ya hice una primera convocatoria y probablemente en abril empiece a publicar.
Me gusta ese rol de presentador, armar un espacio para publicar, pagarle una retribución a los autores. Nunca me imaginé en un lugar así y le temo a la constancia y a la rigurosidad que se necesita para armar un proyecto en serio. Les voy a pedir, a los que puedan hacerlo, que contribuyan vía cafecito. Con lo que recaudo hasta ahora sé que puedo pagar por los textos mucho más que lo que pagan los grandes medios. Aunque no lo crean, los grandes medios pagan cifras casi miserables. Muchos compañeros que trabajan en diarios ganan por debajo de la canasta básica. Quiero decir, no es un milagro que yo pague mejor que los grandes medios. Pero me da gusto poder lograrlo gracias al apoyo de este humilde comunidad de lectores (algo más de 5 mil suscsriptores).
(no va a ser un proyecto en serio y no va a tener rigurosidad, desde ya les aclaro a todos).
Esta semana recibí el primer texto y me generó una alegría enorme sentir que se respetó el espíritu de lo que quería (porque por supuesto fui bastante vago con las directivas). Simplemente dije: “tiene que ser un texto que haga llorar, sobre los grandes temas: el amor, el duelo, los hijos, los libros, la amistad”.
Mientras tanto voy a seguir escribiendo yo también, porque otra cosa mejor no me sale.
Hasta la próxima. Los dejo con una canción. Esta semana tuve un día horrible pero me di cuenta que todo (o casi todo) se revierte si escuchas una buena canción. Es un super poder notable. En tres minutos ya cambias la frecuencia. Viva la música!
Diana Uribe, historiadora colombiana maravillosa, tiene un programa especial sobre gatos en su podcast que escuché hace poco. Y tu carta me lo recordó. https://open.spotify.com/episode/4PWgDO3UMBBsnic6oN1Qa5
Gracias siempre por escribirnos, Diego.
Gracias por compartir tus miedos y tus sueños nocturnos. Es bueno sentirse acompañado. Seguiremos en la búsqueda.