¿Esto va a seguir así para siempre?
Desierto, inmadurez y residuos. Pensar en escribir y escribir. La memoria y una advertencia para los que se borran.
Para escribir este correo tardo siempre lo mismo: una semana de escribir en la cabeza y dos horas de escribir en el teclado.
En junio compré un montón de bolsas de basura que estaban en promoción. Me equivoqué el tamaño: eran bolsas más chicas que nuestro tacho. Calculé que para principios de septiembre se iban a terminar, en su momento me pareció un montón de tiempo. Pero pasó: hoy usé la última bolsa de basura de tamaño mediano, un tamaño inadecuado para el tacho. Meses de tolerancia frente a ese fracaso cotidiano.
Fue un hecho de enorme trascendencia. No sé por qué. Pensé durante toda la semana en estas líneas y en este hecho, aunque durante la semana pensé en bolsas de residuos y ahora escribí, en estas dos horas de la escritura, bolsas de basura. Pensé residuos y escribí basura. Esa es la diferencia entre pensar en escribir y escribir.
Bienvenidos al Diario de la Procrastinación.
En agosto del año pasado anoté cuatro libros que quería leer.
· El trabajo de los ojos – Mercedes Halfon
· Desarticulaciones – Sylvia Molloy
· El año del pensamiento mágico – Joan di Dion
· Inundación – Eugenia Almeida
Esta semana leí “Desarticulaciones”, ya había leído “Inundación” y “El trabajo de los ojos”. Solo me queda el Año del Pensamiento Mágico.
“Desarticulaciones” es el retrato de una relación entre dos personas: una que sufre Alzehimer y otra que la visita y narra esos huecos de la memoria. (esta frase la tenía en la cabeza, pero ahora que la escribo pienso en otra cosa: ¿Quién sufre con el Alzehimer, el que lo tiene o el interlocutor).
Ahora que repaso esa lista de libros pendientes me doy cuenta de que no recuerdo casi nada de Inundación y casi nada de El trabajo de los ojos, apenas algunas generalidades (Inundación está ordenado como un abecedario, “El trabajo de los ojos” se me mezcla también con El Nervio Optico).
Leo como si tuviera Alzehimer, para la memoria inmediata. Marco los libros pero nunca vuelvo a esas marcas.
Las marcas no son subrayados, sino una especie de juego de la memoria. Doblo la esquina inferior de la hoja si lo que me gusta está abajo escrito de la mitad para abajo, o la esquina superior si lo que me gusta estaba arriba de la mitad para arriba.
Cuando agarro un libro y voy a una marca siempre encuentro lo que me gustó, aunque no lo hago casi nunca.
El año del pensamiento mágico lo venden en una librería que descubrí en el barrio que ahora visito como un turista, el barrio de mi psicóloga. Tengo varios planes para ese barrio: comprar ese libro, visitar el cementerio de la recoleta.
Como si juntara material para la sesiones. El año del pensamiento mágico es un libro de despedida que la autora Joan Didion le escribió a su marido, el también escritor John Gregory Dunne.
Pero ya no pienso tanto en el duelo.
“La procrastinación es la postergación del goce, también la postergación del deseo. Hay un pasaje de un goce al otro goce. ¿Hay goce en el duelo, yo venía a tramitar el duelo?, pregunté. No, hay duelo cuando pasas de un goce a otro”.
Todo esto anotado de memoria, ahora que voy a las sesiones presenciales. Antes anotaba todo en el whatsapp, en un chat que tengo conmigo mismo y que se llama Grupo de yo.
Ahí anoto cosas importantes: turnos, charlas con la psicóloga, compras del supermercado. Y listo, solo anoto eso.
Un corte de luz es como un corte en la memoria, pero al revés. Cuando no tengo Internet me vuelvo más productivo. Cuando se corta la luz en casa todos nos miramos las caras. No sigo porque para eso está Claudio María Domínguez o Ivana Nadal.
Las canciones que cantamos con Benito se repiten casi hasta el hartazgo. Escuchamos mucho a Calamaro, ahora repeticiones infinitas de Hong Kong
Acá un muchachito con mucho talento y un helecho desarma y arma la canción.
La canción se hizo más o menos famosa porque Calamaro repite un verso histórico de su repertorio: “Tengo un cohete en el pantalón” (Dos horas, mil horas).
“Aquello fue peor que Puerto Hurraco” es otro verso de “Hong Kong”. Cada vez que la escucho me pregunto que habrá pasado en puerto Hurraco (confieso que lo pensaba como Urraco, aunque ahora que la lo googlié sé que es Hurraco).
Acá hay una nota genial de El País sobre la masacre de Puerto Hurraco.
Hoy voy a escribir poco, me duele la cabeza, me tendría que hisopar. Pero realmente qué importa, escribir mucho, escribir poco. La misión es escribir. Siempre estoy pensando en escribir (una semana) y nunca estoy escribiendo (salvo en estas dos horas).
Cuando se desuscribe alguien lo puteo, una escena absurda, ahora que lo pongo en palabras: chau forro matildo24@hotmail.com.
Cuando alguien se suscribe no digo nada: solo pienso en que tengo que escribir bien el próximo sábado. Y cuando estoy escribiendo digo “pobre pibe el que llega esta semana, el garrón que se viene a comer. ‘¿Esto era el Diario de la Procrastinación?’, debe decir”. Otra mochila absurda.
La misión de este newsletter sigue siendo la misma: un ejercicio de escritura contra la procrastinación. No es un diario íntimo, pero se le parece bastante. Por ejemplo, no existe matildo24, aunque si puteo al que se va.
“Sos muy inmaduro para tu edad, Diego”, me dice un amigo. Yo hace años que pienso lo mismo. Es decir, lo pienso desde que tenía edad para ser inmaduro. Esta semana, por ejemplo, después de dormir a Beni fui hasta el espejo del baño y mandé alguna monería, un baile o una canción, ya no lo recuerdo. También tiro a un aro de básquet imaginario. Es un momento absurdo que después siempre tiene la misma inquietud. ¿Esto va a seguir así para siempre? ¿Mi abuelo Arturo haría monerías frente al espejo cuando no estaba frente a mi viejo?
Es una mezcla de inmadurez y de pensamientos absurdos, lo de las bolsas de basura (o de residuos). O los partidos de tenis en mi cabeza. O lo de los lavaderos de autos (esto todavía no lo escribí pero está en mi cabeza hace varios meses: lavaderos de autos, libros y Alcira Argumedo: cómo puede salir algo coherente de todo eso?).
Pero la escritura para mi tiene una instancia de salvación, esto de Alcira Argumedo, de los lavaderos de autos, de los libros pendientes puede empezar a salir si se escribe, solo si se escribe, aunque sea un ratito. Dos horas. Mil horas.
Dejamos acá. Parece que se los digo a ustedes pero es para mí. Recuerden que este es un ejercicio terapéutico contra la procrastinación (y todo eso que digo siempre).
Nos vemos la semana que viene. Gracias a todos los que colaboran con un cafecito, pero también con la recomendación a otros lectores o los mensajes en redes sociales.
Un abrazo grande.
Cómo siempre Dieguito me llegaste. Hoy más desequilibrio que nunca, o desarticulación? A mis 72 encuentro a otro escritor procastinante como yo, pero que me supera porque escribe. Gracias Diego.