Escobas infinitas
Limpieza y barrido, una forma de orden y de memoria. Canciones escuchadas y robadas. Coldplay, Camila Sosa Villada, Los Beatles y Fat Boy Slim.
No sé bien cuánto dura el momento. Tres o cuatro segundos entre que abro la canilla y el agua está en el punto justo, ni tan caliente ni tan fría. Primero me quemo y después está demasiado fría, o al revés. Pero llega un momento que se acomoda sola. Yo me quedo mirando el chorro de agua que cae, pero no es un chorro a borbotones sino una columna de agua como si estuviera envuelta en un plástico invisible. Veo que pega contra el acero inoxidable del fondo mientras acomodo los platos, trato de dejar lo más sucio, asaderas o sartenes, para el final. Vasos primero, después sí platos y cubierto.
La casa ya está apagada, así le digo internamente a ese momento en el que los hijos ya están durmiendo, sol fuma un pucho en el patio o trabaja un rato más en la compu, pero la cosa está casi resuelta, bajaron los decibeles, le queda poco al día y le queda poca energía al cuerpo. Y eso último que queda pasa por el ritual de lavar los platos. Son ocho o diez minutos en los que miro ese punto de contacto del agua con el fondo y quizás por primera vez en el día no tengo el celular en la mano. Tengo las manos ocupadas, tengo una tarea por delante. Voy a lavar los platos y mientras hago eso, mi cabeza pone primera hacia los temas de siempre: la adultez, la paternidad, mi trabajo, lo que podría ser y no es. Estoy lavando los platos y estoy haciendo un balance de lo que fue le día, de lo rápido que pasó todo. Lo rápido que pasó el día de hoy pero también los últimos años, dos, tres, cinco, veinte años, yo ya estoy en el lado de los que aconsejan así sobre el tiempo. Ojo que todo pasa muy rápido. Voy al pasado no con nostalgia sino a buscar una especie de orden interno. Como lo de las asaderas con aceite, los vasos y los platos.
Una simple tarea doméstica. Ocho o diez minutos con la casa en silencio.
Bienvenidos al Diario de la Procrastinación.
Una postal de las inundaciones en Burlington, Washington. JOE NICHOLSON / AFP.
Una regla básica del tenis, casi lo primero que te enseñan, es que hay que mirar la pelota. Al principio uno aplica ese primer dogma de un modo completo, sigue la pelota como un zombie, casi hasta el momento justo en que la pelota impacta en las cuerdas. Hace varias clases que vengo pensando en eso y ahora el profe me da una especie de miniraqueta de madera. Para reforzar este aprendizaje. Me habla de las zonas calientes del encordado, la parte central Creo que dice el “sweet spot”. Parece mucho para esta cancha casi abandonada de Barracas, pero acá estamos. Y vuelvo a ese movimiento primitivo, mirar la pelota hasta el final, todo el recorrido. A veces se siente bien volver a lo esencial.
Me volví un fanático de la clínica Mater Dei. En los últimos dos o tres meses estuve yendo casi semanalmente. El motivo de mi fanatismo fue casual, no me queda cerca de mi casa pero a principio de año me tuve que hacer una ergometría y el único centro médico que no me ofrecía turnos insólitos (como febrero de 2022) era la Mater Dei. Así que para ese estudio corrí en la cinta mientras miraba los crucifijos en las paredes y ya me pareció simpático esa idea de que están los médicos y sino la religión. NO hay mucho más que eso.
Ahora me resulta fascinante caminar por sus pasillos, lo heterogéneo de su público: parejas con bebitos de dos días y viejos viejísimos que casi no pueden caminar. Los viejos son los que más se quejan, la última vez que fui una señora hablaba a los gritos y decía que su yerno era el jefe de no sé qué división. La señora enfrentaba el dilema de tener que mostrarse enojada y al mismo tiempo no forzar ese enojo para no morir.
A mi me gusta ese clima de recién nacidos y de religiosos dando vueltas, imágenes de Dios por todas las paredes, incluso monjas que dan vueltas por los pasillos. Me gusta agradecerles a todos, no están acostumbrados a la cortesía así que mi estadía ahí es pura ganancia. Me ofrecieron los resultados de un estudio por mail y yo les dije que no, de ninguna manera. No me pienso perder la oportunidad de volver.
¿Cuánto tiempo estuve para escribir todo eso de lavar los platos? ¿Por qué salió recién ahora? ¿Lo escribí mientras lavaba otros platos?
Mi amigo Gerardo dijo que le gustó lo que escribí de Benito: “Esa escena en el café en silencio me pareció un momento hermosísimo”. Dice que escribo bien sobre la paternidad porque cuento cosas que no cuenta nadie, el lado B de la paternidad que después se convierte en frases hechas que van a cuadros o almohadones.
Esta semana también me dijeron algo parecido: “Yo leería ese libro que ibas a escribir sobre paternidad”. Yo no recuerdo haber prometido nada, pero voy a destruir esos elogios con escatología y algo de información para padres futuros. No sé porque se habla tanto de cambiar los pañales como algo terrible. Creo que de chico ya me amenazaban con eso como la tarea más tortuosa que te puede tocar: “Ya vas a ver, ya vas a tener que cambiar pañales”, decían los viejos.
Cambiar los pañales es una estupidez. Lo realmente horrible es lidiar todo el tiempo con vómito. Quizás tu hijo terminó de tomar la mamadera y no pasó ni un segundo, el líquido ni llegó al pequeño estómago de bebé de algodón pero ese líquido vuelve en forma de vómito y con ese olor ácido de resaca: tu hijo de catálogo vomita como si hubiera tomado nueve litros de vodka y tu ropa pasa a estar sucia casi siempre.
En la clase de tenis del otro día le pregunté al profe por qué había tantas chicas travestis trabajando en el club. El me contó que hacían probation, es decir trabajo comunitario por algún delito menor. Las chicas están todo el día barriendo. Hay unos eucaliptos gigantes que no paran de largar hojas. Es como si te mandaran a barrer en la galería del buffet del Sahara. Después observé con más atención y vi que usan unas escobas infinitas. El club es un escenario extraño. Están las chicas travestis, los que vamos a jugar al tenis, los profes, los chicos de la escuela primaria. Por momentos parecemos una serie mala de Pol-ka.
El club está a una cuadra de donde mataron al chico Lucas González, paso todos los jueves por la calle dónde le dispararon.
Todo es muy extraño, lo cotidiano y lo trágico está muy cerca.
Vi en el newsletter de Imanol Subiela una entrevista a Camila Sosa Villada. Me gusta una enumeración que hace Camila.
“Soy bastante solemne, me tomo las cosas muy en serio. Cuando estoy haciendo una obra de teatro ensayo todos los días. Para escribir soy igual de metódica. Soy muy buena alumna, muy disciplinada Entreno todos los días, salgo a correr todos los días. Le presto atención mi alimentación, me tomo muy en serio la tristeza, el sufrimiento. Respeto mucho el sufrimiento. Pero no me sale fingir algunas cosas.
Lo que me gusta de esa enumeración es que aparece la tristeza y el sufrimiento de un modo sorpresivo. Uno no esperaría que dijera eso luego de que habla de su disciplina para escribir, para entrenar y para alimentarse. Bueno, así es toda la entrevista. Lucidez, sensibilidad (cuando habla de un boliche de Córdoba es un momento hermoso) y una especie de nostalgia de los malos tiempos.
Cuando estoy vago de escribir los mando a ver videos. Acá Chris Martin de Coldplay cuenta cómo compuso Yellow. Y la conclusión es que se inspiró en Neil Young, quiso imitar a Neil Young, quiso sonar como Neil Young. Y que uno es la suma de todos sus robos (el video también cuenta un poco la prehistoria de la banda).
El último video es este: un pequeño trailer del documental que estrena Disney sobre Los Beatles. Me gusta que están ahí todos juntitos, mirándose las caras. En realidad Ringo está un poco alejado pero los mira hipnotizado y George un poco lo mismo, lo mira a Paul y lo mira a John.
Bueno, dejamos acá. Parece que se los digo a ustedes pero en realidad me lo digo a mí mismo. Este es un ejercicio de escritura contra la procrastinación. Hacía mucho que no ponía esta pavada.
Estoy viendo que quedan solo ediciones antes de fin de año. No pienso escribir el sábado 25 ni el sábado 1° de enero. Esto es un ejercicio de escritura pero tampoco voy a andar ejercitando tanto. Ya veremos. Por lo pronto, gracias por el apoyo de cada semana, los cafecitos y las recomendaciones en redes (recuerden, soy @diegogeddes en Twitter y en Instagram).
Bueno, ahora sí. Un cover para cerrar y chau (llegué a ellos porque busqué un cover de los Beatles pero me terminó gustando más este. Hay miles de versiones geniales en esa esa cuenta de YouTube de Reina del Cid)