No tenía algo para escribir y sucedió algo maravilloso, espontáneo, inédito. Esto bien podría ser la consigna de un taller de escritura, o el comienzo de casi cualquier texto: describa algo maravilloso, espontáneo, inédito que le haya ocurrido en las últimas horas.
O no.
Porque tampoco es que uno anda todo el tiempo recibiendo sucesos de esa categoría. De hecho, la pura verdad es que estuve toda la semana sin nada, en otra sintonía, alejado de lo maravilloso, lo espontáneo, lo inédito. Y llegó esta escena para salvarme.
Empiezo.
Viernes, 12.10 del mediodía. Camino por la 9 de Julio, sentido al Sur. Sería más preciso decir que voy por la calle Lima pero queda más lindo decir que iba por la 9 de Julio, le da más amplitud a la historia.
Veo a dos chicas que salen de un hotel, están vestidas como para ir a un recital, intuyo que podrían ir al Lollapalooza (tengo un don: sé escribir eso sin googlear; tengo también un defecto: soy inseguro así que lo fui a chequear para no quedar como un boludo luego de ufanarme del don).
Todo es una construcción: están vestidas del modo en que se va ahora a ese tipo de Festivales. Con cierto grado de producción, son dos pero yo solo reparo en una de ellas, un vestido largo color crema y una vincha blanca.
Viernes, 17.45, Palermo. Estoy llegando tarde a la radio, manejo al límite de la infracción, mientras miro el celular, chateo con el productor general y también sigo las indicaciones del Waze. Doblo en Thames y la veo a esta chica, la del recital, entregándole unas monedas a un muchacho paralítico.
¿Qué chances hay de que esto que acaba de ocurrir no sea un milagro?
Retomo: ahora que lo escribí no siento que la escena sea maravillosa, espontánea o inédita. No están bien elegidos los adjetivos de arriba, pero si los cambiara debería suprimir también toda esta línea.
Con la escritura la fuga es siempre para adelante. Ni siquiera me parece importante pero acá me tenés, algunas cuantas líneas después, con entusiasmo.
Un modo de pensar: este pequeño milagro representa un porcentaje mínimo de una totalidad conformada por la suma de todos los encuentros casuales que no se produjeron.
Me explico:
La suma total de todos los encuentros que no se produjeron está compuesta por los encuentros que casi se producen y los que estuvieron lejísimos de producirse, un universo bastante amplio, por no decir infinito. Por ejemplo, si me hubiera demorado en un semáforo y la turista a instantes de cruzarse conmigo. Un milagro cercano.
Pero también ese universo de posibilidades no concretadas se hubieran dado si yo iba a la radio en subte.
O si la turista efectivamente estaba en el Lollapalooza (¿Lo escribí bien?).
O si la turista tomaba un avión que la llevaba a Mendoza. Yo doblando para llegar temprano a la radio y la mina tomando un Malbec en lo del Colo Vigil.
O si la cruzaba pero no la veía.
O si alguno de los moría entre el primer encuentro y el segundo.
Etcétera.
Estoy leyendo La Llamada, el último libro de Leila Guerriero. Es un retrato de Silvia Labayru, militante montonera que estuvo detenida en la ESMA. En los agradecimientos, aparece una mención a una residencia literaria en la que pudo transcribir las entrevistas que hizo para el libro (cerca de 100). Lo mismo destacan en esta primer párrafo de una nota de la revista Ñ.
Estamos hablando de una escritora de primer nivel, que publica en España y en Argentina, cuyos libros se venden como pan caliente. Quiero decir: podría contratar a un ejército de desgrabadores para una tarea que tiene mala prensa.
Le pregunté por el tema, para sumar apuntes de un ensayo que no escribiré nunca: “Elogio de la desgrabación”.
Dijo esto
“Para mi volver a escuchar las voces de todos los entrevistados es como volver a estar con ellos en cada una de las instancias en que los entrevisté. Empieza a funcionar como un renacimiento de las emociones y las sensaciones, escuchar las carcajadas, los gestos… que la luz era de tal manera, ese día, en ese bar…”
Me gustó pensar la desgrabación en dos dimensiones. Por un lado, la referencia evocativa que hace Leila, pero también percibo cierta instancia casi psicoanalítica de la desgrabación, escuchar nuestras propias voces, el entrevistado y el entrevistador, escuchar los silencios, las pausas, las dudas… Escuchar incluso algo que no se tuvo en cuenta inicialmente. Escuchar el énfasis. También sonidos ajenos a la conversación, un color, un matiz.
Me gustó este diario pequeño, primero porque me gustan los diarios y segundo porque el estilo enumerativo, como si fuera una lista, también es de mis favoritos. Una tercera cosa: cuando lo leí también estaba luchando contra un par de goteras en mi casa (llovió de lunes a jueves en Buenos Aires, cada día llovió más fuerte que el anterior, pareció infinito).
En mi caso, la paradoja más increíble del asunto de las goteras tiene que ver con que no hay agua en mi casa. Se rompió una bomba que va en el tanque y que manda el agua hacia la casa (lo estoy explicando de un modo sencillo y grotesco pero es básicamente eso).
Cuando se rompe algo en la casa se rompe mucho más que ese algo en la casa. Una pieza en la Dinámica Cotidiana de Gestión (DiCoGe) de esa pyme que es la familia empieza a fallar (lo estoy explicando de un modo sencillo y grotesco pero es básicamente eso).
“Abordar la procrastinación requiere un compromiso consciente con el cambio personal y la adopción de estrategias efectivas para gestionar el tiempo y las emociones. Reconocer la procrastinación como un problema real y buscar activamente soluciones es el primer paso hacia una mayor productividad y bienestar. En un mundo donde el tiempo es un recurso valioso, combatir este enemigo silencioso puede marcar la diferencia entre el éxito y el estancamiento”.
(dicho acá).
Nunca sé si explicar esta cosas, pero las canciones que elijo siempre tienen algún guiño interno, una razón de ser. En este caso es demasiado encriptado entonces lo voy a exponer. Esta canción de Spinetta tiene una frase muy hermosa y por cierto bastante usada los días de lluvia por la colectividad progre que integro con dosis parejas de orgullo y pudor: “La lluvia borra la maldad y lava todas las heridas de tu alma”).
Siempre trato de encontrar alguna versión linda, un cover, ir un paso más allá de la versión original. En este caso encontré esta que canta Vera Spinetta, la hija de Luis. Y recordé que la hija de Silvia Labayru, la que nació en la ESMA, también se llama Vera.
Así que la historia de hoy termina acá.
Las fotos que ilustran esta edición son del Monte Fuji, en Japón.
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Está bueno el nuevo libro de Guerreiro?
Es muy bello lo que escribes, tan cierto que cuando nada nos pasa por la cabeza para comenzar a mover la pluma solo hay que poner atención a lo que nos pasa en la vida, dejar de ir en pilóto automático y ver tantos milagros que pasan por ahí. Gracias.