El colchón anímico
Las palabras que intento yo, las letras que escribe Benito. ¿Cómo hacemos para que Messi gane hoy la Copa? Los libros que te dejan cosas y los libros que se compran de casualidad.
Algo que me gusta del fútbol es que hoy seremos cientos de miles de hinchas deseando que Argentina gane el título. Esto es obvio, pero no se trata solo eso. El tema es que Messi gane el título. Somos el colchón anímico de un tipo que gana 15 millones de dólares por año. Es decir que con lo que gana le podría pagar la terapia todos los meses a 100 mil personas y sin embargo somos nosotros los que estamos pendientes de que el tipo se saque la mufa.
Por supuesto que hay excepciones: hay algunos hinchas que inexplicablemente quieren que Argentina pierda para que pierda Messi. Y si eso sucede aparecerán en pantalla para esgrimir algunos argumentos y exageraciones al respecto. Hay una práctica periodística de tener una voz a favor y una voz en contra de lo que sea, yo también he jugado ese juego. Pero me animo a extrapolar que la mayoría de nosotros quiere que gane Argentina para que sea feliz Messi, más que para ser felices nosotros mismos. En todo caso nos dará alegría su felicidad, pero no el título por sí mismo.
Este textito vence en un par de horas, casi una reflexión inédita en contra de la procrastinación. Pero no vence algo que siempre me acompaña, el asombro por ver que la vida es extraña para todos. Y entonces sí puedo empezar a decir lo de siempre. Lo del diario íntimo, lo de escribir hacia adelante, contra la abulia y pereza, las trampas de la exigencia y del discurso de cada semana. Entonces vamos otra vez.
Bienvenidos al Diario de la Procrastinación.
Veo sin parar el relato de Viviana Canosa. Me resulta fascinante y por eso lo transcribí, en un formato medio poesía.
Voy a relatar el gol de la Argentina decadente en la que vivimos cada día.
Poneme música de cancha
Estamos en la cancha, estamos en la cancha. Segundo tiempo.
Últimos cinco minutos del partido.
La lleva hambre, toca con pobreza, desocupación gambetea a trabajo, y juega corto con narcotráfico, sigue narcotráfico. Se la pasa a inflación, abre para corrupción.
Habilita impunidad, centro, centro para inseguridad, cabecea, van por la justicia, van por la justicia, van por la justicia.
Goooooollll
Gooooollll carajo gooooooolll
Goooooll gooooollll gooooool
Del país que no queremooooos.
Mi parte favorita es la repetición del “van por la justicia” que antecede al gol. La pregunta es: “¿Quién hizo el gol?” No queda claro, pareciera que cabecea inseguridad y es el último que la toca.
Pero el VAR no revisa estas cosas, está para las jugadas importantes.
Me levanté y me quedé un rato parada junto a la cama, quieta. Los sonidos se detuvieron, o creí que se detuvieron. Sentía la sangre agitada. Me acerqué a la ventana. La mano me temblaba al correr la cortina e inclinarme para ver. Nadie me estaba mirando. Presioné la frente contra el vidrio, frío. No había nadie contra la pared de la casa. Pero entonces una sombra se deslizó por el patio de atrás, tan veloz que me sorprendió al mismo tiempo que desapareció en la oscuridad de los árboles.
La cita está en un libro que leí esta semana. Se llama “Klickitat” y no me gustó demasiado, pero cuando leí ese párrafo me acordé de una escena de mi infancia. Estoy en la noche, las luces están apagadas, yo siento ruidos en el living y pienso que esta vez sí, que entraron ladrones, que hay alguien en la casa. Y entonces yo decido dejar de pensar en eso, la certeza de que hay alguien recorriendo la casa me tranquiliza. Esta vez sí hay ladrones. Y me duerno y nunca más vuelvo a pensar en eso.
La cita queda marcada en el libro, no sé si volveré a leerla alguna vez.
En la tele escucho algo del Martín Fierro y automáticamente se me viene el verso ese de que “un padre que da consejos, más que un padre es un amigo”. Pero el verso se me transforma enseguida en uno más trivial: “un padre que come sobras, más que un padre es un bandido”. ¿Y entonces con esto qué? Se lo voy a contar a la psicóloga, pienso. Pero no se lo cuento porque me olvido, porque hablo de otras cosas. Lo puedo escribir acá. Decir que en realidad me lo contó un amigo. O que lo escuché en la radio.
Me compré un libro por su título: “Todas las noches escribo algo”. Son textos reunidos del periodista y escritor Carlos Correas. No llego a terminarlo aún, pero me sorprende la historia del autor, que no conocía. Contemporáneo de Oscar Masotta, Juan José Sebreli, los hermanos Viñas, Correas escribió en 1959 un cuento que se llama “La narración de la historia”, en el que cuenta la historia de un tipo y sus levantes callejeros en el cine Colonial de Avellaneda o en los baldíos de Constitución. Prohibieron la revista, prohibieron a Correas, le dieron seis meses de cárcel porque el cuento tenía “escenas obscenas”. Por ejemplo: “el gusto de su boca, su olor era el mismo olor de otros muchachitos de su edad que Ernesto había logrado conseguir: un olor rudo, fresco, árabe”.
Después de eso Correas no publicó más ficción durante 20 años, pero siguió escribiendo ensayos sobre Borges, Arlt, Kafka, Perón y también hechos de la cultura cotidiana, como Mariano Grondona y Pergolini (los 90s) y Maradona. Un protagonista de las redacciones y de la cultura como los que ya no existen.
Casi al revés del otro libro, todavía no encuentro la cita por la que compré el libro: “Todas las noches escribo algo”.
Benito abre documentos en Word y escribe letras. ¿Qué palabra armé? Esas no son palabras, le digo. Pero va por la calle identificando letras, escribiendo en el pizarrón, borrando incluso este mismo documento en el que escribo. Benito reescribe y edita el Diario de la Procrastinación. Esas no son palabras, debe pensar.
Dejamos acá. Nos vemos la semana que viene. Dejo esta canción que escuchamos mucho en casa. La original es de Harry Styles y suena en todas las radios, pero dejo este cover que me gustó mucho, en particular a los 45 segundos cuando a la chica se le escapa una risita de satisfacción, timidez y sensualidad. Como si se le pasara el miedo después de la inseguridad inicial.
Gracias a todos los que leen cada semana, a los que llegan hasta acá después de tanto desvarío y pavadas. ¿Cómo alguien puede leer un newsletter que transcribe el relato de Viviana Canosa? ¿Cómo alguien puede convencer a algún otro de sumarse a esto? Sin embargo pasa más de lo que yo mismo creería. Notable. Así que gracias de nuevo. Incluso algunos delirantes apoyan esto con un cafecito. Messi debería pagarnos la terapia. Ojalá gane así le alcanza para todos.