El miércoles a la noche volví al edificio de Tea y Deportea para dar una charla sobre periodismo a un grupo de alumnos. La frase que debería seguir a continuación de esta primera sería “no pisaba ese edificio hace…”. Es lo primero que debería anclarse a ese primer enunciado nostálgico, pero también es cierto que a veces uno entra a escribir en piloto automático, arma un trencito de frases después de un primer vagón y termina apilando ideas que no representan exactamente lo que se quiere decir.
Me puse demasiado teórico, pero quiero decir que la frase “no pisaba el edificio” implica un peso, una impronta y una personalidad que yo nunca tuve cuando estudiaba periodismo. Yo más bien pasé por ahí casi sin darme cuenta, llegaba muy verde de Bahía Blanca, nunca conecté del todo con mis compañeros, fui tímido, me guardé cosas, no tuve el tiempo de soltarme, apenas pude trascender como para que un profesor se fijara en mi y me convocara para trabajar con él pero a nivel social dí muy poco, de hecho la revelación de la fiesta de egresados fui yo, una presentación y una despedida al mismo tiempo.
Dicho esto, la visita me movilizó, fue conmovedor porque la nostalgia es un motor para la escritura, un alimento del que muchas veces abuso.
Acá estaba justificado, ver cómo creció el edificio en el que estuve hace 20 años (con precisión, entre 1999 y 2001; no recuerdo haber vuelto una vez que terminé de estudiar). Di la charla en un aula que yo había ocupado, me acordé de algunos maestros, de que había máquinas de escribir, traje el asunto de las máquinas de escribir y una alumna, que no me tuteó, me preguntó si me sentía preparado para usar las redes sociales, Instagram, Twitter. Fue humillante y a la vez certero. Las cosas son así.
Les dije a los chicos que miren todos los detalles, todas las cosas, las más ridículas, las más profundas, que miren todo lo que puedan, con detenimiento y paciencia. No sé qué tan hondo puede calar eso. Les dí también un consejo en el que creo profundamente, que copien mucho y que confíen en su individualidad (un consejo que va a contramano de la apología de lo colectivo). Copiá todo lo que puedas, a quien admires, porque igual el producto final va a tener tu trazo (trazo, esto se lo copio a mi psicóloga). Tu individualidad va a estar en todo.
El papel higiénico del baño de la sala de profesores de Tea y Deportea es de una calidad paupérrima.
Sobre el aburrimiento, la revista de la Asociación Estadounidense de Psicología siguió a 1.200 personas durante siete experimentos en los que navegaban en redes sociales de manera libre, avanzando dentro de un vídeo y rebotando a otros. En estos casos de consumo indiscriminado, los participantes reportaron niveles más altos de aburrimiento que cuando se les dijo que solo podían mirar un único video de 10 minutos. También indicaron sentir menos satisfacción y se redujo su capacidad de atención.
Me vino un recuerdo esencial de aquellos años en la escuela de periodismo: un compañero me pidió plata a mi para ir al telo con una empleada administrativa. Fue raro el pedido, ¿por qué a mi si no éramos amigos y apenas teníamos confianza? Supongo que confiaba en mi discreción y en esa seriedad y responsabilidad que conté antes. También pienso ahora en la personalidad de mi compañero, me parecía sobrenatural su tamaño y que tomara cama solar.
Yo internamente pensaba en su look ridículo, por qué tenes 20 años y tomás cama solar, que pensas en ese momento, cuando estás metido en esa especie de tomógrafo de luces celestes. Siempre me pareció una máquina fascinante. Por supuesto que mi compañero la ponía seguido y yo, como el personaje de Capusotto, no la ponía nunca. No había mucho que pensar pero bueno, cada uno es como es. Lo cierto es que le presté la plata pero también traté de buscar en sus ojos el motor de todo lo que hacía. No encontré nada.
El problema no es tener la bragueta abierta, sino el hecho de no saber exactamente hace cuántas horas está así.
La semana pasada se cumplieron 50 años de la muerte de Mario del Tránsito Cocomarola, conocido directamente como Tránsito Cocomarola, una de las personas con el nombre más espectacular de la argentina. Su nombre aparece con frecuencia en mi cabeza mientras camino, yo lo escribo también acá para que todos sepamos quién es este prócer de la música popular argentina. Si pensamos en un chamamé, así sin buscar mucho en nuestro cerebro (porque digamos la verdad, nadie conoce más que dos o tres chamamés), bueno, ese primero que tiene viene a la cabeza es Kilómetro 11 y esa música increíble nació de Tránsito Cocomarola.
Imaginen desde luego la que le entra por Sadaic a los familiares de Tránsito, debe mover medio PBI de la provincia de Corrientes, incluso creo que el puente Corrientes Chaco debería llamarse Tránsito Cocomarola (en lugar de Manuel Belgrano, acabo de googlear) y con la guita que genera el tema se podría financiar su mantenimiento para toda la posteridad.
El otro día escuché en la radio un concepto fabuloso: esta es la primera guerra del mundo kinético.
A mi me impresiona la idea de estar deslizando imágenes dentro de una pantalla táctil. Te sentís que sos un Rey haciendo decretos, pero en realidad sos esclavo de eso. Hoy hay más esclavos que nunca y gente desclasada en todo el planeta, y luego estamos todos con aparatitos que se hacen en base al trabajo esclavo. Así vivimos… Todos los tiempos que he vivido me parecieron una porquería. Lo que me ha preservado es saber construir un pequeño universo en donde existe afecto y sustraerte de algunas lógicas que te alienan. Eso tiene también un feedback muy extraño en mucha gente que no tenga cerca, porque si vos no aparecés, no existís, y a mi me parece que las cosas que más existen son las que no aparecen.
Dice Daniel Melero en esta entrevista.
El filósofo Hans Blumenberg hablaba del aburrimiento en nuestros ancestros, en la prehistoria, como una fuerza motriz que impulsa a hacer cosas nuevas. A veces de esa fuerza pueden salir resultados maravillosos, como la invención de los mitos o la religión.
Parroquiales:
Las fotos que ilustran esta edición fueron tomadas por Enrique Piñeyro desde su avión.
Los fragmentos sobre el aburrimiento fueron extraídos de esta nota del diario El País. “El ‘escroleo’ infinito en redes sociales aumenta el aburrimiento”.
Los que quieran seguir la conversación responden este mismo mail y me comprometo a la respuesta, como mucho dentro de la misma semana y antes de la salida de un nuevo newsletter (garantía 100%, si no respondí alguna vez se pueden quejar y serán retribuidos).
Gracias a los que comparten en redes (soy @diegogeddes en X y en Instagram) y a los que escriben mandando aliento, recomendado películas, desarrollando alguna idea que yo dejo por la mitad por pereza o incapacidad o pura procrastinación.
Donaciones por única vez, vía cafecito, de a 2000 pesitos (pueden ser $2000, pero también $4000 o lo que quieran).
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¿Acaso es un problema que todo se haga vía Mercado Pago? ¿Les gustaría alguna otra forma de aporte? Me parece un poco grasa dejar mi CBU.
Dejé algunos ejemplares de mi libro en un café/galería de La Plata, el hermoso Pivot Café (diagonal 77, entre 8 y Plaza Italia). Pueden conseguirlo ahí y se toman el café más rico de La Plata.
En breve lo voy a estar presentando en Bahía Blanca.
Hoy cierro con una canción de Cerati y Melero. Siempre trato de buscar una versión y no caer en la original, pero esta vez fue imposible (esta de Diego Frenkel compite pero no llega a superar a la original).
Creo que esta es una canción insuperable para escuchar un sábado a la mañana.
Nos vemos la próxima.
Buenísimo! En especial tu teoría filosófica sobre las braguetas abiertas, aplicable a muchas situaciones de vida…
A la piba la desconcertaste con lo de la máquina de escribir, no se puede ser tan caradura jajja. Gracias por el permiso para copiar porque me gustaría copiarte (reconozco que lo vengo intentando). Buen finde.