Niña del océano
Edición especial de domingo, para reemplazar a la edición tradicional de los sábados.
Durante el “Feliz Cumpleaños” saco cuentas: yo tengo 41, Sol tiene 38, Beni 5 y Clementina ahora aporta 1 más. En total sumamos 85 años y me parece un montón, pero al mismo tiempo pienso en lo absurdo que significa pensarlo así. Los 5 de Beni son absolutamente trascendentales para Sol y para mi, una colección de los momentos más increíbles y también los más tristes, como la muerte de mamá.
Ni siquiera hace falta poner un ejemplo tan extremo. La paternidad es trascendental por cosas de todos los días, palabras y preguntas que te sacuden a cada rato. .
Y Beni puede decir lo propio con sus 5 años, apenas un cachito de vida pero a la vez el último año representa el de la llegada de su hermana, el comienzo de primer grado. Sol y yo tenemos 14 años juntos, 5 de ellos con un hijo, 1 de ellos con dos hijos.
La línea de tiempo da 85 pero no es una línea, son 85 años en 4 dimensiones
Ayer fue sábado y no recibieron el correo que mando siempre. Eran las doce de la noche del viernes y sentí que no podía. En lugar de escribir, que es lo que siempre me alivia y me sirve, casi lo que hago como terapia aun antes de hacer terapia, elegí dormir. Hoy sábado estoy como ayer, son las doce pero ese juego de los números que pensé mientras el resto cantaba el feliz cumpleaños me dio ganas de escribir. Vamos a ver qué sale.
Bienvenidos al Diario de la Procrastinación (edición dominical, por primera y última vez).
El monologo interior es permanente y es culposo. Estoy con vos pero más estoy conmigo mismo. Ni con mis hijos ni con mi familia ni con nadie.
A veces prefiero guardarme esas ideas. Quiero decir, tengo miedo de que alguien piense que estoy siempre en otro lado, pensando en otra cosa. ¿Estas acá o estás allá?
Pero la cosa es mucho peor, no es solo “acá” o “allá” sino que hay más dimensiones. Ayer le cantaban el feliz cumpleaños a Clemen y yo pensaba en la línea de tiempo, y pensaba también en ese momento absurdo que dura la canción, un momento que hay que poner caras, que sos el centro de la escena.
Y pensaba también en Benito y en Clemen, ese tiempo de espera hasta soplar las velas (en este caso, la única vela): qué pensaban ellos, que veía Clemen cuando lo miraba tan concentrado a Beni. Esa relación que se construye entre ellos y que me trasciende: que va a pasar cuando yo no esté.
Pensaba también en la importancia de los rituales, en ese tiempo de espera y en si Beni será como yo, pensando a la vez en otras cosas. Recordando o guardando material.
Un pensamiento más, que en realidad es un recuerdo. En la familia de Sol se canta el feliz cumpleaños tradicional y después se lo vuelve a cantar en italiano. A veces se canta también en inglés, depende quién sea el del cumpleaños.
Una vez mi vieja decidió entrometerse en el ritual y en un cumpleaños mio, creo que el de 30, decidió agregar la versión en portugués, como si fuera nuestra marca de identidad. Lo más cercano a Brasil que tuvimos como familia fue haber veraneado (bastante) en Brasil. Esos momentos de mi vieja eran vergonzosos, impunes, casi propios de un capricho adolescente que reaccionaba por celos. Sin embargo esa impunidad también me resultaba asombrosa y admirable, algo parecido a la libertad para hacer cualquier cosa sin mucha conciencia o culpa.
No pienso en mamá en el primer cumpleaños de la que hubiera sido (o en realidad, de la que es) su única nieta mujer. Pero pienso en esas cosas.
Y también pienso en la trascendencia: mi sobrino de 20 es el padrino de mi hija. Jamás hubiera pensando en ese vínculo del futuro, nunca pensé en una familia y en el modo en que las relaciones van abriendo el camino, cada vez más gente viviendo su propio destino y a la vez compartiendo el camino con otros.
La relación que pueden llegar a construir en 20 o 30 años, en un mundo que ni sabemos cómo será, un mundo que quizás no llegue a ver. Pero ahora nosotros (mi hermana y yo) hicimos algo para que ellos estén allá, en el futuro, como protagonistas .
Ultimamente lo que escribo queda guardado en un archivo de Word que me manda uno de los columnistas de A24. Borro su texto y escribo sobre su letra, porque me gusta la tipografía que usa. Podría fijarme cuál es y adoptarla para mis documentos, pero qué diferencia hay entre hacerlo así más prolijo y hacerlo cómo lo hago yo. Qué importa. Este diario de la procrastinación quedará guardado en un doc. Que se llama “Ayuda humanitaria”. ¿Acaso no es mejor?
Muchas personas caen en la procrastinación. Quizás nunca lo escuchaste por este nombre, pero es la acción de aplazar una tarea o un trabajo por cualquier otra cosa. Cómo cuando tienes que estudiar, pero de repente te pones a realizar la limpieza de tu cocina. Aquí te decimos cómo evitarlo.
Usa un temporizador: esto te permitirá centrarte en la tarea por periodos de tiempo previamente establecidos. Por ejemplo, 25 minutos seguidos de trabajo con descansos de 5 minutos y un descanso más largo cada 90 minutos.
Haz una lista: dividela luego en tareas más pequeñas y específicas y ve cumpliéndolas, marcándolas en el papel.
Modo avión: intenta dejar el teléfono en modo avión, al menos durante ciertos lapsos. Ponlo en modo avión por media hora, haz tus tareas, tómate 2 minutos para chequear tus mensajes y repite nuevamente.
(publicado en el Diario Libre de Santo Domingo, República Dominicana)
(todas las fotos que ilustran este newsletter fueron tomadas por reporteros gráficos de la Agencia AP que están en Ucrania)
Me gustó el comienzo de esta nota que se publicó en La Agenda, sobre la vida (y la muerte) de Hemingway.
Joseph Conrad se disparó y erró, Edgard Allan Poe eligió láudano y falló, Jacques Prévert se tiró por la ventana y vivió treinta años más.
Virginia Woolf caminó hasta el río, llenó los bolsillos de su abrigo con piedras y se dejó llevar por la corriente hasta hundirse.
Silvia Plath metió la cabeza en el horno (las pastillas y un choque de auto habían fallado).
David Foster Wallace usó una horca.
John Kennedy Toole eligió poner una manguera en su auto, conectada al escape.
Ernst Weiss se cortó las venas mientras veía por la ventana a los alemanes entrando a París.
Ernest Hemingway usó una escopeta. Hace sesenta años.
Tenía de todo para elegir, más de veinte armas: pistolas, rifles, escopetas de doble caño. Todas usadas.
Y cerca del final otro gran párrafo, sobre “Paris era una fiesta”.
Los años que siguieron tuvieron de todo excepto guerras: accidentes de esquí, golpes en la cabeza, más matrimonios, un libro que es un fracaso y otro que es un éxito, dos accidentes de avión en dos días, el anuncio de su muerte en los diarios, un incendio, una fractura de cráneo, un premio Nobel, meses sin poder levantarse de la cama, el hígado deshecho, la huída de Cuba y un libro sobre corridas de toros. Sin embargo hay algo que le ocupa la cabeza: el miedo a olvidar la vida que ha vivido. Por eso, cuando en un viaje a París encuentre un baúl con sus notas en “las libretas de lomo azul”, se pondrá a trabajar en ese libro que es una fiesta y que algunos leen como relato autobiográfico. Escribe Hemingway:
“Cuando empiezas a escribir en primera persona, si las historias resultan tan reales que la gente se las cree, los lectores pensarán casi siempre que esas historias te sucedieron de verdad.”
Hoy cierro acá. No sé bien cómo explicar el método para elegir la canción del final. A veces son asociaciones más obvias, otras veces me dejo llevar por el algoritmo de youtube y exploro las sugerencias.
Me gustó esta versión de Julia, un tema que John Lennon le prestó a los Beatles.
Este cover tiene todo lo que me gusta: una buena interpretación y también un lindo video.
Lo cuenta en la bajada: No encontraba una de sus canciones favoritas en Itunes entonces decide subir su versión a youtube y le agrega fragmentos de videos que fue coleccionando en los últimos tres años. Una vida, una canción, un tema recurrente.
Nos vemos la semana que viene.