Átomos tuyos
Los que nacen y los que mueren. Los que estamos en el medio. Conversaciones con Benito en el atardecer porteño. Cosas que no sirven pero no se tiran.
Los meses previos al nacimiento de Clementina tuve la idea de que en el parto se iba a aparecer la imagen de mi vieja, que mi llanto iba a ser el hilo invisible entre ellas dos. La que no está y la que llega. Fueron muchos días y muchas noches de pensar e imaginar el momento, así como uno se imagina dando un discurso para recibir un Oscar o prepara las palabras exactas para mandar a la reputísima madre que lo parió a ese que tiene entre ceja y ceja.
Pero vino el parto y no pasó nada de eso. Hubo un llanto -el mío- relacionado con la inmediatez y el presente, un estímulo que no vino del pasado sino que estaba ahí producto de esa ceremonia esencialmente tribal pero camuflada con el confort de la prepaga.
Me pasó algo parecido con el entierro: mientras iba manejando pensaba en cómo iban a reaccionar mis sobrinos, si Benito iba a entender lo que pasaba, si Sol iba a llorar. Otra ceremonia tribal edulcorada. Uno de mis sobrinos lloró, el otro se camufló entre la gente. Yo había pensado unas palabras pero me di cuenta de que no iba a poder decir nada, me bajé a tiempo. Fue una buena decisión.
Pensé también que este diario se iba a transformar en el diario de la nueva paternidad, pero creo que no está sucediendo. Y está bien así. Hay que esperar. La paternidad no llega el día en que te entregan el paquetito en la clínica. Pensé que ya lo había aprendido con Benito, pero no. El vínculo se construye. Lo digo mientras escribo y muevo un carro con mi pierna izquierda: Clementina a punto de llorar.
Mientras tanto, entre la pandemia y la escritura, llantos y pañales, voy cocinando esto que es el Diario de la Procrastinación (del duelo).
Esto es un partido de “Kok Boru”, en Kirguistán. El juego consiste en transportar la cabeza de una cabra -no llego a ver si está en la foto-, algo similar aunque menos salvaje que el Pato que se juega acá. La foto es de AFP y la sacó Vyacheslav Oseledko.
¿Qué tan salvaje es? Vean este video.
Estuve unos días viviendo en Puerto Madero, el barrio que alguna vez un amigo bautizó como “el otro país”. Me llamó la atención el agua estancada en las calles, el olor a podrido que te invade cuando te bajás del auto. Es una metáfora un poco tonta para una nota de revista progre (nota que perfectamente podría hacer yo mismo). Escribir sin bajar línea es difícil, el ego no resiste la tentación de tirar el centro y cabecear en el área.
Pero es un territorio fascinante: en tres días me crucé con un juez de la Corte Suprema rascándose soberanamente las bolas como si fuera un turista noruego, dejé el auto en la calle sin temor a nada, vi personajes detenidos en los 90. Es mucho más que un barrio desalmado. Hasta creo que podría acostumbrarme. A vivir tres o cuatro días en cada barrio, eso digo.
Me gustó este tuit de Seba Campanario.
Menos frases de autoayuda y más realidad. ¿Qué cenamos hoy? La mejor manera de predecir el futuro es empanar una milanesa.
Busco a Benito en fútbol, está un poco contrariado, no sé si porque faltaron sus amigos o porque nació su hermana. Llora un poco, tiene bronca, intento ayudarlo pero no sé si puedo. Volvemos en el auto charlando, es una tarde preciosa en Buenos Aires, esas tardes en las que todo está bien, el sol, el clima, el quilombo de la calle. En la radio está Conociendo Rusia y para vender sus show en el Gran Rex toca una canciones. Cuando empieza a cantar desafina un poco y enseguida aparece mi vieja. Es al revés que en el parto, aparece cuando menos lo pensás. Aparece porque para ella todos desafinaban. Mirá como desafina el hijo de puta, y podía estar cantando el mejor tenor de la Tierra y para ella, corista amateur bahiense, todos desafinaban.
Hice click en todas las notas que se escribieron sobre Sofía Sarkany. También busqué por todos lados que era el “accidente doméstico” de la muerte del escritor Carlos Busqued (esa nota que linkeo tiene una referencia más o menos clara de lo que pasó). Otra muerte de ese día, Polo de Lisazo, héroe del básquet de Bahía Blanca. Este texto de Bruno Altieri es muy lindo. Pego una parte acá:
Si Beto Cabrera fue el talento y Lito Fruet la actitud, De Lizaso fue la energía. Atlético, intenso, en constante ebullición, fue capaz de correr los límites siempre un poco más allá de lo esperado: el catalizador que no solo unió a los dos grandes talentos que hicieron de Bahía la Capital del básquetbol, sino que permitió, dentro de la cancha, que se materialice el calor de la gente en las tribunas. Representó, sin fisuras, la idea de coraje que marcó a fuego a todas las generaciones futuras. «No teníamos miedo, esto es lo que nosotros hacíamos y lo que nos pedía la gente», dice Polo. Y así fue, noche a noche, hasta que decidió él mismo decir basta.
Sobre desarmar casas de nuestros padres
Mi hermana me trajo el buzo de Egresados (Diego 6to E, 1998). Lo dejé en la planta baja de mi casa, tengo miedo de llevarlo arriba, que quede en un cajón con el resto de la ropa, esa que no sirve pero no se tira.
En enero prometí ordenar mis libros y hacer una lista con los que ya no quiero. Paso algunos: “Un artista del mundo Flotante”, Kazuo Ishiguro; “La canción de las ciudades”, de Matilde Sánchez; “Libertad”, de Jonathan Franzen; “El lado salvaje de la vida”, Carlos Sampayo; “La izquierda divina” de Jean Baudrillard; “Abril Rojo”, de Santiago Roncagliolo; “Ensayo sobre la ceguera”, de Saramago. Si los quieren, me avisan.
Una famosa postea una foto con el carbón listo para un asado. Entre los comentarios, alguien sugiere comprar un tipo de carbón especial. Acto seguido, termino hablando por privado con ese tipo: me recomienda una marca que hace delivery, me dice que si tengo parrilla en el balcón por ahí no sirve. Le digo que tengo un PH con patio chiquito, que igual me convence. El diálogo sigue un rato más hasta que Benito se saca una selfie y la manda por mensaje a todos los contactos de la letra F y G de mi Instagram. El mundo se ha convertido en un lugar extraño.
Anoto acá una frase para charlar en terapia o para escribir un libro, total es lo mismo: “Cuando naciste vos mamá dejó de cantar en el coro”.
Dejamos acá… Gracias por la lectura y los comentarios de cada semana. Cafecito, like, recomendación a algún amigo lector, todo suma. Son más de mil personas las que leen este coso, me parece una barbaridad pero a la vez me empuja. Me mantiene la capocha activa pensar boludeces para ustedes, y todos los viernes puteo contra el hábito de escribir. Pero acá estamos. Hasta la próxima.