Beni me pregunta si Luis Pescetti murió. Después me pregunta si es famoso y por último si es amigo mío. Son como tres niveles de relación con una persona. ¿Murió? ¿Es famoso? ¿Es amigo tuyo? Las preguntas quedan ahí.
A veces es él el que va en silencio mirando por la ventana del colectivo y soy yo el que pregunta. ¿Qué miras? El mundo, dice él. Niveles de relación. Las respuestas quedan ahí.
Estoy contento porque encontré un horario para escribir el newsletter sin sufrir los viernes a la noche. Después de las vacaciones me costó la inspiración, el ritmo, los temas, no le encontraba mucho la vuelta.
Haber encontrado ese horario me revitalizó, me hizo feliz, no es mucho, apenas una hora, entre las 8.30 y las 9.30 del viernes, pero lo considero un avance total. Estaba muy atrapado con el tema de los horarios, los tiempos para escribir, el fastidio de las tareas que te sacan tiempo.
Se me fue todo al escuchar un podcast sobre la vida de Patricia Highsmith (la autora de Ripley). El podcast se llama “Grandes Infelices” (recomiendo el de Bolaño y el de Foster Wallace). En el de Highsmith cuentan que tenía un trabajo menor en una editorial pero que decidió empezar a trabajar en Bloomingdale´s para poder pagar las sesiones con su psicoanalista, con quien quería tratar los temas relacionados con su sexualidad.
En Bloomingdale´s conoce además a la mujer que le servirá de inspiración para componer el personaje de “Carol”, su novela consagratoria. Pero el punto es que tener dos trabajos y escribir son tareas compatibles.
Bienvenidos al Diario de la Procrastinación.
Una Coca-Cola para la resaca.
Esa primera sensación de alivio que llega con el azúcar y el gas, no sabemos qué de toda esa fórmula es lo que funciona, pero algo empieza a estar bien después del primer trago.
Incluso ese alivio empieza a llegar antes, quizás en la caminata previa hasta el chino, domingo de la muerte, tus amigos duermen o estiran lo máximo posible el sueño que también cura la resaca pero es una terapia que en algún momento se vuelve inútil.
El sueño y el descanso ya no sirven de alivio y entonces hay que dar un paso, ponerse algo de ropa y salir a la ciudad a buscar una coquita de litro y medio, ir al chino porque la venden bien fría. Es notable cómo cambian las cosas, en la transición de los almacenes a los chinos, años 90 y 2000, una gran crítica era que te cobraban por el frío, si mal no recuerdo creo que eran 10 centavos extra por una gaseosa. Eso ya no ocurre, incluso ponen las heladeras más frías que los supermercados de cadena. Los tipos habrán advertido que cuando uno necesita una lata de birra para calmar la fiereza después del laburo recurre al chino, el negocio está ahí. Lo mismo con esa absurda imposición que tenían antes sobre pagar el vino en efectivo, como si tuvieran una caja exclusiva para eso.
Retomo a la escena inicial, domingo 11.30 am. Buscar una coquita en el chino y tomar esos primeros sorbos que traen alivio. Hay una lógica primitiva: la coca-cola empezó a venderse en las farmacias.
Me gustaría hacer contenido, como dicen ahora, para los estudiantes del interior que vienen a Buenos Aires y tocar algunos tópicos, la coquita post resaca, el micro de larga distancia, el corredor de avenida Santa Fe, entre Pueyrredón y Scalabrini Ortiz.
En todo esto pensé esta semana en los que la UBA estuvo arriba en la agenda. Por supuesto, efímero, como todo en este país, estar arriba en la agenda, con suerte, es que se hable de vos y de ese tema uno o dos días.
Es una gran lección para los que tienen que ejercer el aguante, las malas noticias, el bajón, el escrache… No te preocupes, porque todo va a durar muy poquito. En el futuro todos tendremos 15 minutos de zozobra.
Me causó estupor y angustia ver fotos de Rafa Nadal en la previa de su participación en el torneo de Madrid. Está dando una conferencia de prensa en donde explica su tema actual, es decir su estado físico, que en realidad es el tema de toda su carrera, en la buena y en la mala.
Ahora que la máquina está cerca de fundirse, Nadal explica sin angustia, con una conexión absoluta con su cuerpo, que jugará hasta donde pueda. No dice lo que es evidente, está en su gira de despedida, que será en Paris, entre Rolando Garros y los Juegos Olímpicos. Todavía gana partidos contra rivales que le temen (en la primera ronda de Madrid le ganó a un chico de 16 años; Nadal ya había ganado tres veces Roland Garros cuando este chico llegaba al mundo), pero en cuanto enfrenta a un jugador experimentado, digamos con 50 o 100 partidos en el circuito, ya no le queda nada por hacer.
Es triste y cruel el retiro de un tenista. Un futbolista puede disimular un poco más, sus compañeros lo ayudan, acá estás solo. En su último partido, Del Potro enfrentó a un viejo compañero del circuito, Federico Delbonis, que le tiró drops hasta destrozarlo. La gente lo silbó en las tribunas pero fue majestuoso y lapidario ver la contradicción de Delbonis hacerlo, porque por momentos sentía que podía perder si comenzaba a jugar palo por palo contra Del Potro. Entonces tuvo que hacer lo que estaba en su naturaleza, es decir destrozarlo anímicamente, tirarle pelotas cortas para marcarle a Del Potro que su cuerpo lo estaba abandonando.
Una Coca Cola en el descanso.
Eso tomaba Vilas en sus entrenamientos de siete horas con Tony Pena. Jugaban partidos de siete horas, en el descanso tomaban coca cola y una ensalada Caesar. Tony Pena, Tito Vázquez, gladiadores de la vida. Tito además, poeta fértil de verdad. Bueno, Vilas también, tengo un libro de poemas suyo, con contratapa de Spinetta.
Qué mentes aquellas de los 70 y 80, deportistas y amigos de los rockeros. Me hubiera gustado acompañarlos, experimentar con el ácido, elevar la consciencia, la contracara sería tener cerca de 70 años hoy, pero estamos jugando, no hace falta tomar en serio esto que digo.
Es solo un ejercicio de escritura, como pelotear en el frontón. No tiene gracia pero es escuela y sirve.
Nadal ya tiene cara de oficinista, quizás siempre la tuvo, pero quiero decir que ya tiene cara de ex jugador. Me resultó conmovedor vislumbrar esa angustia, me dieron ganas de invitarlo a tomar un café, hacerle algunas preguntas pero tampoco joderlo mucho, compartir una mesa de un bar de Buenos Aires, un poco charlar, otro poco mirar por la ventana.
A veces me da pavor cuando el celular no reconoce mi cara. No es que me dé miedo perder la información, los contactos, el acceso a las cuentas bancarias. Al carajo con eso. El miedo es otro y mucho más terrorífico. ¿Y si ya no soy yo?
Siempre me gustó acompañar, ser espectador, quedarme en el costado y observar a la gente. En un momento de mi vida iba con tres amigos a sus partidos de rugby, me gustaba esa parte de la ceremonia, siempre es lindo ver un deporte a ras del suelo, pero mi momento favorito era cuando volvíamos todos juntos a casa. Estoy hablando de un rugby de veteranos, cuerpos ya cansados, sin euforia juvenil ni terceros tiempos, terminaba el partido y listo. Estos tres amigos, que vivían cerca, hacían un post partido que consistía en tomar un diclofenac y darle unas caladas a un porro, decían que el cannabis servía como potenciador del efecto del diclo.
Estamos hablando de la prehistoria, hoy venden pomadas en la farmacias que tienen THC, pero esto fue mucho antes, ni siquiera la marihuana tenía mucha sofisticación, eran unos bloques de porro paraguayo prensado, comparables a un marroc.
Diclofenac, prensado y televisión, un ritual de hundimiento de los domingos a la tarde, aquellos años felices de silencio e introspección.
En realidad era una experiencia como cualquier otra, pero llega un punto en que todo lo que sucedió hace 20 años se puede convertir en algo bueno. Algo así como 15 minutos de relajación.
Dejamos acá.
Si van a la Feria del Libro, busquen el stand de La Crujía, en el pabellón amarillo. Ahí pueden comprar el libro que escribí. Se llama “Esto lo puedo estar inventando” y es un poco como este newsletter. Un poco sí, un poco no.
Quienes quieran hacer una contribución económica pueden aportar a través de los cafecitos o sino un pago mensual por el monto que ustedes quieran.
Y también vale la recomendación de este correo a un amigo, básicamente si esta cosa ha crecido es por el boca en boca, o por redes sociales (soy @diegogeddes en TW e Instagram).
Los dejo con una canción invencible.
Nos vemos la próxima.
Me acuerdo de los.10 centavos extra por el frío!
Una bendición la transición de los almacenes de barrio a los chinos.
Muy bueno lo de hoy. me trajo mucha nostalgia por los años vividos. Por Luis (Spinetta) y el resto. Los 70 fueron en algún sentido maravillosos para ser adolescenes. de lo otro, mejor ni acordarse. Un abrazo patagónico.