Encuentro en el diario el tipo de nota que me gusta leer: un tipo estuvo perdido en el bosque durante diez días, la clásica epopeya individual de un héroe inesperado. Creo que esas historias me atraen porque el autor de la hazaña no es alguien preparado para lograrla sino un hombre que queda ahí por su propia torpeza, en este caso perderse en el parque estatal Big Basin Redwoods de California. Salir a caminar unas tres horas y volver a los 10 días. El tiempo, la pregunta de siempre. ¿Cómo fueron esas primeras horas en las que se dio cuenta que la había cagado? No avisarle a nadie, no haber llevado agua, las primeras decisiones, dónde pasar la noche, la preparación para lo que viene. ¿Y si esto dura para siempre? Lukas McClish, 34 años, salió el 11 de junio y volvió el 21, 15 kilos menos. Las imágenes son potentes, el tipo parece haber adoptado un aspecto animal en ese breve lapso de tiempo (que son 10 días en una vida), el pelo largo, la barba, la mugre en la cara.
Lo lento y lo rápido que pasa el tiempo cuando uno está solo, el monólogo interior, que todos tenemos, algunos más orgullosos que otros de tenerlo. Yo, por ejemplo, hablo todo el tiempo de mi monólogo interior, las dudas que tengo para ver si me tomo el subte o el colectivo, el sobreanálisis de todo, incluso en terapia, la voz interior que sale y la voz interior que se queda, la que se hace trampa (me hace trampa, me hago trampa). Imaginate Lukas, 10 días en la selva, como se te configura el tiempo ahora, amigo, las horas que pasan, los días. La dimensión de los descuidos. Cosas que pasan.
Igual quería contar otra cosa, que tiene y no tiene que ver con esto. Mientras leía la nota, con interés genuino y dispersión a la vez, advertí que estaba mal escrita la palabra arroyo (decía “arrollo”) no una sino dos veces. Me deprimió profundamente la decadencia persistencia del error a lo largo de los días, la idea de que ya no le importa a nadie ciertos valores estéticos (vean el link que puse más arriba, sigue diciendo “arrollo”).
Todo lo que viene a mejorar el mundo en realidad no lo mejora. Soy pesimista respecto de la Inteligencia Artificial, no le veo los beneficios aun cuando me muestran sus virtudes, me apena también convertirme lenta pero inexorablemente en un viejo cascarrabias que putea contra lo nuevo. Pero creanmé que no le veo virtudes, o al menos un amigo que me muestra las virtudes de la IA, me dice cómo le ordena cosas y yo sinceramente no veo que le cambie tanto la vida. Es más un juego, sí, hablar solo, dar órdenes, tener una respuesta. Eso también está bueno, que alguien te dé bola. Podes estar en el último subsuelo de la autoestima pero si le hablas a la inteligencia artificial y le pedís una cosa te responde, incluso con amabilidad. El falso mundo de los buenos modales.
Agrega mi amigo: la inteligencia Artificial es como un tachero o un periodista, por más que no sepa siempre tiene respuesta para todo.
Murió Sara Facio, veo algunas fotos que circulan en las redes sociales y me quedo absorto tratando de reconocer lugares de una Buenos Aires que ya no existe. Incluso, una Buenos Aires que jamás conocí (llegué a la ciudad en 1999).
Quiero vivir en la Buenos Aires de esas fotos.
Ciudad e interior. Fotos.
Veo en redes unas imágenes del Miracle Pine, el árbol que sobrevivió al tsunami de 2011. Yo siempre digo que la vida es extraña pero siempre tiene que ver con las personas. Pero la naturaleza también es extraña.
Arrollo mal escrito me trajo un nombre del pasado. Hernán Arrojo, uno que trabajaba en el programa de radio de Pergolini y tenía una columna de tecnología. Yo lo escuchaba fascinado en mis primeros años en la ciudad, Cuál es formaba parte de mi nuevo mapa de consumos.
Un día se conoció la noticia de que Arrojo había muerto de sobredosis, recuerdo el impacto que me produjo escuchar la noticia, pero más que nada descubrir que había una subtrama detrás de ese empresario/columnista exitoso, la contracara del éxito, una voz interior que me hizo menos ingenuo, ojo que hay una verdadera historia que no se cuenta, no te creas todo lo que ves, todo lo que se dice, la gente la puede estar pasando mal, ese que vos crees que se las sabe todas vive un infierno, sufre, está en el borde.
Recuerdo escuchar a Pergolini ese lunes, después de la muerte de su socio, hablando del tema, todavía me conmueve de algún modo la situación de la escucha (porque realmente no me acuerdo una sola palabra de lo que dijo), pero si recreo esto: un oyente escuchando de verdad, en carne viva, a un protagonista. No sé cuanto duró ese efecto, supongo que la magia consiste en seguir siendo inmortales, bellos, exitosos, pero ese día no, ese día fue verdad, y yo aprendí algunas cosas que todavía conservo.
Ahora busco en las noticias y descubro que han pasado 20 años, Arrojo murió hace 20 años, solo en el baño de su departamento de la calle José Hernández
En este país, todo pasó hace 20 años, decía Fontanarrosa.
Creo que hoy voy a escribir largo. Quizás es porque tengo que poner muchas fotos de Sara Facio y muchas de la naturaleza, el campo. El miracle Pine y el bosque en el que se perdió Lukas. Esa es una linda frase para el título: el bosque en el que se perdió Lukas. Ahí va un ejemplo de la voz interior de la que tanto hablo, ahora la hago explícita pero funciona así. Escribis una frase y sentís que puede ser para el título (después me la olvido, por supuesto, y termino eligiendo alguna otra). La voz interior es como un casting que fracasa.
De repente estoy entre dos mundos.
Pienso en una vida pasada y en una vida actual.
Vida pasada:
Me despierto a las 11 de la mañana, desayuno algo, deambulo por un departamento desierto, no sé en dónde están los dos amigos que viven conmigo. No me baño apenas me levanto, no desayuno apenas me levanto. ¿Qué hago? Nada.
Me baño a los pedos, como algo y a las 2 me tomo el subte, a las 3 entro a trabajar al diario Clarín. Llegó y me dicen que tengo una nota a las 4 y media. No hago nada hasta entonces. Me pido un taxi que paga la empresa y voy a la nota. Vuelvo al diario, escribo sobre el tema, termino a las 9 de la noche y vuelvo a mi casa. Tengo un solo trabajo y con eso me alcanza para vivir bien. Soy feliz.
Vida actual:
Me despierto a las 7 de la mañana para llevar a mi hijo a la escuela de arte. De ahí me voy a la radio (trabajo número 1) hasta el mediodía. Vuelvo a mi casa, almuerzo y edito tres notas (para mi trabajo número 2), a las 4 voy a un entrevista hasta las 5, me subo a un uber que cruza la ciudad (y que pago de mi bolsillo) y me deposita en la otra radio (trabajo número 3). Vuelvo a las 9 de la noche, ceno con mi familia, charlamos, jugamos, tomo dos o tres copas de vino, vemos el partido de Argentina, duermo al hijo que desperté a las 7 de la mañana, edito un par de notas más y a la 1 de la mañana me pongo a escribir la nota sobre la conferencia a la que asistí a la tarde. “Me pongo a escribir” es un decir, le tiro la gacetilla al chat gpt para que me devuelva algo, invento un primer párrafo mediocre, de 4 puntos, y hago algo. Ojo, un párrafo mediocre, de 4 puntos, es un buen primer párrafo, pero muy lejano al que hubiera escrito hace algunos años, en la “Vida Pasada”.
Pienso en escribir una nota que me saque de la mediocridad. El lunes es un sentimiento fuerte, para el jueves ya estoy cómodo en la mediocridad, en la rutina, en la cercanía del fin de semana.
Me deprime la idea de que ya ha transcurrido medio año. Hoy sábado 29 de junio han pasado 180 días desde que empezó el año y quedan 185 para que termine.
Medio año que no sirvió para nada más que para continuar la rutina, los pequeños avances de los niños, asegurar esa cotidianeidad. La prioridad son ellos hasta que cumpla 50 y ellos estén solos y sean independientes. Un proyecto ridículo.
Todo el tiempo escucho números de documentos, en los supermercados, los dicen en voz alta y yo calculo todo, empezando por lo obvio, si es más chico o más grande que yo (aunque eso no es estrictamente un cálculo sino una sensación inmediata, un cartel que se levanta: más chico, más grande).
Y después de eso toda una deliberación, un sueño, una apuesta, la imaginación de la vida. ¿Quiénes son todas esas personas que están en la calle? ¿Qué les pasa? ¿Qué compran, para quién, qué los angustia? ¿Se hacen tanta preguntas como yo?
Si baja el dólar me pongo contento porque voy a poder comprar algunos billetes verdes hermosos con el aguinaldo (que finalmente no cobraré el viernes 28 de junio, último día hábil porque las empresas de medios se han convertido en eso, unas máquinas erráticas). Si sube el dólar hay también un efecto positivo porque debo menos plata del crédito hipotecario que estoy pagando con lo que cobro de las máquinas erráticas.
Pero la realidad es una sola y es que me chupa un huevo si el dólar sube o baja, quiero decir y ser honesto, si hablamos de subas o bajas razonables, verdaderamente no me interesa el tema en absoluto y me resulta difícil justificarlo ante el que lee esto, porque no es el tipo de declaración que haría alguien como yo, sino alguien que está holgado, que no piensa en el dinero. La realidad es que tengo ahora mismo 18317 pesos en la cuenta bancaria, hasta el lunes. Pero eso no me angustia ni me inquieta.
Ya lo dije y lo ratifico. Para mi el cerrajero de Chacabuco y Estados Unidos es más capo que Marcos Galperín, ojo que no tiene que ver con un desprecio progre por Galperín, me parece un poco bobo su personaje tuitero pero en el fondo no me cae mal. Simplemente que no me parece que el dinero sea una variable para mensurar a una persona.
Va por otro lado y es difícil explicarlo.
Sueño con Clarín, como muchas veces. Ahora me mandan a cubrir el torneo de tenis de Wimbledon, vuelvo de Londres y les digo que ya no era como antes, “los partidos ya no son batallas”, me escucho decir. Tengo dos editores, Martín Voogd y Miguel Bertolotto. Uno me entiende, el otro no.
Vuelvo a Clarín, ya no en sueños sino en la vida real. Voy a cambiar figuritas con un viejo compañero de redacción: los dos estamos juntado para nuestros hijos (o al menos esa es la coartada que usamos). Es temprano, la redacción está vacía: mi viejo compañero me indica las sillas. Allá se sienta Coco Rojas, acá el Perro Trezi, uno de más allá “no está viniendo, porque tiene cáncer”, me dice mi amigo.
De repente recuerdo también que las redacciones son fábricas productoras de personas con cáncer.
Ya termino.
El 24 de junio fue el cumpleaños de Messi. Ese día también cumplen Riquelme y otro futbolista de menor calidad, llamado Lucas Gamba, que además nació en el mismo año que Messi. En una entrevista, Messi repite todo el tiempo que fue un elegido de Dios.
Si yo fuera Lucas Gamba me preguntaría todo el tiempo porque mierda no me eligió a mí.
En estos días leí un libro hermoso sobre Messi, lo escribió José Santamarina, un tipo que escribe siempre con una lucidez notable, y además lo hace sobre temas que ya están muy escritos, como Messi. Parece fácil pero es muy difícil lo que hace José, una distancia entre la adoración y la justeza. Y además hay que tener mucha confianza en uno mismo, en la voz propia, para sentir que uno tiene que decir eso que le viene, que no va a ser una idea más sobre Messi que se pierde en el bosque. Es un pino que queda firme a pesar del Tsunami.
Voy a citar del libro de José la cita inicial, una frase bellísima y conmovedora, que te deja turulato nomás al comienzo del libro. Se la dedico a Lucas Gamba.
Nuestro miedo más profundo no es el de no encajar. Nuestro miedo más profundo es que tenemos un poder desmesurado. Es nuestra luz y no nuestra oscuridad lo que nos asusta. Nos preguntamos: ¿Quién soy yo para ser brillante, espléndido, talentoso, grande? En realidad, ¿quién sos para no serlo? No hay nada alumbrador en encogerse para que los demás no se sientan inseguros alrededor tuyo. Todo estamos llamados a brillar, no es algo que está solo en algunos. Y al dejar brillar nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otros para hacer lo mismo.
(Marianne Williamson, Regreso al amor).
Dejamos acá
Absurda longitud, no me queda más que agradecer si leyeron hasta acá. Si quieren colaborar con una contribución económica les agradezco un montón. Pueden entrar a este link y hacer una pequeña donación. Tan bienvenido y valorado como un mensaje, una respuesta a este mismo mail o compartirlo en redes sociales. Gracias, de verdad.
Cierro con una canción, como siempre. Espero que les guste. Nos vemos la semana que viene.
Buenos días:
También me molesta leer los errores de ortografía.
Son una pequeña falla que queda dando vuelta en mi cabeza y se vuelve más importante que la noticia.
Lo primero que hago los sábados es leer este "diario".
A veces me parece que es exactamente lo que hubiera escrito yo.
Por favor seguí.
¡Buen fin de semana!
Hola Diego. Excelente hoy. Estás muy lúcido. Odio esos errores absurdos de ortografía, pero lo que más me "conmueve" es esa idea del "tiempo veloz" como dice un gran músico. Te lo dice alquien que pisa los 65. Tal vez sea la vida, tal vez sea la vida en este país. Un fuerte abrazo.